Democracia deliberativa y la importancia de los debates

manuel ibarra santosMANUEL IBARRA SANTOS

Desde la época de la Grecia clásica, la fortaleza de toda democracia radica en el poder del diálogo y la racionalidad comunicativa de una sociedad. En este contexto cobra relevancia el debate público, como vía para legitimar al Estado y al ejercicio de la política.

El debate público, por otra parte, establece rutas comunicantes hacia un modelo de democracia deliberativa, opuesta radicalmente a la democracia de carácter asistencial, clientelar y corporativa, que tiende a pervertir los procesos electorales, a partir de la compra del voto y la conciencia individual, a través de despensas y del dinero.

Dos grandes y excepcionales filósofos, Johm Rawls (1921-2002) y Jurgen Habermas (1929…), uno norteamericano y otro alemán, coinciden en sus respectivas propuestas teóricas, en que la racionalidad comunicativa – donde se puede ubicar la práctica del debate político-, es una de la mejores formas para legitimar al estado democrático del derecho.

Sin  ese componente representado por la racionalidad dialógica y comunicativa, (como lo precisaría posteriormente el pensador Carlos Santiago Nino), sencillamente no existiría propiamente la democracia moderna, y, al contrario, ella pudiese degenerar en prácticas aberrantes y autoritarias del poder público.

Los debates, por lo tanto, son el oxigeno que urge a la democracia, sometida en la actualidad a fuertes presiones de los grupos fácticos del poder, a la violencia y al desencanto de la sociedad, ante la pérdida de credibilidad de los políticos y a la carencia de eficacia en la acción de parte de las instituciones públicas, para servir a la sociedad en su desarrollo.

Por eso, la tradición de los debates está, por otra parte, asociado a una forma específica de acción política, como lo es el de la democracia de corte deliberativo, cuya base se encuentra en el poder comunicativo de la sociedad,  en la fuerza del diálogo y el disenso, y en la posibilidad de la construcción de acuerdos colectivos, con sentido ético.

DEBATE PÚBLICO VERSUS CULTURA DEL SILENCIO:

En la democracia de tipo deliberativo, la acción comunicativa sólo puede prosperar en los espacios  públicos no deformados por la cultura del silencio y el autoritarismo.

En otras palabras, la democracia no puede sobrevivir ante la ausencia deliberativa de la sociedad

La democracia deliberativa requiere y demanda de condiciones concretas, como lo es el de contar con una sociedad crítica y  una clase política profesional, no improvisada, con capacidad argumentativa, para crear proyectos de impacto y transformación social.

MODELO DELIBERATIVO DE DEMOCRACIA:

En el modelo deliberativo de política, su esencia radica en la actitud justificatoria de la razón, a través del empleo de la argumentación y el uso racional y adecuado de la palabra.

En la tradición de la cultura de los debate públicos, existe otro factor de fondo: oponer la política deliberativa, a la democracia asistencialista y clientelar, que ha convertido, esta última, lamentablemente en nuestra sociedad, las elecciones en procesos pervertidos para la administración de la pobreza y la compra de la dignidad humana.

En ese sentido, la democracia deliberativa, fundada en el debate de las ideas, se opone a la cosificación del ser humano, y privilegia el uso argumentativo de la palabra, como instrumento no sólo de acción, sino de transformación colectiva.

EL RECIENTE DEBATE DE CANDIDATOS A LA PRESIDENCIA:

El reciente debate entre candidatos a la presidencia del municipio de la capital, reveló el tamaño y la dimensión de nuestra democracia electoral.

Los debates políticos en las sociedades contemporáneas son insustanciales e intrascendentes, si estos se realizan al margen del empleo correcto de las plataformas electrónicas de comunicación de masas.

Y el pasado debate, pareciese que se efectuó de tal forma que quedase en los espacios de los más inauditos laberintos del silencio Donde quedó, entonces, la colaboración a favor de la democracia, de parte de las empresas de comunicación, para contribuir a crear una nueva educación cívica y una renovada cultura política.

Lo que sí está claro, es que necesitamos de todos los actores políticos y sociales, un esfuerzo de mayor calidad, para trascender de una democracia asistencialista y clientelar, a una democracia racionalmente comunicativa, que coloque en el centro la defensa de la dignidad humana, en los procesos electorales.

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