Defensa del maíz nativo: Prohibición del transgénico para proteger nuestra biodiversidad

ULISES MEJÍA HARO
México es el centro de origen del maíz, un cultivo fundamental para nuestra alimentación, identidad y soberanía alimentaria. Sin embargo, la introducción de maíz transgénico representa una amenaza para la biodiversidad y la salud pública, al estar ligado al uso de herbicidas como el glifosato, considerado “probablemente cancerígeno” por la Organización Mundial de la Salud.
Las grandes corporaciones han promovido la producción de maíz genéticamente modificado con el argumento de mejorar la productividad y combatir plagas. No obstante, estas tecnologías generan dependencia tecnológica y riesgos ambientales significativos, como la contaminación genética de los maíces nativos y la pérdida de polinizadores esenciales.
Ante esta realidad, en la Cámara de Diputados aprobamos la reforma presentada por nuestra presidenta, Claudia Sheinbaum, para prohibir la siembra de maíz transgénico en México. Esta medida es clave para proteger nuestra biodiversidad y garantizar un campo productivo y sustentable. Además, es necesario fortalecer el apoyo a los productores nacionales mediante estímulos, financiamiento y tecnología para reducir la importación de maíz transgénico y avanzar hacia una verdadera soberanía alimentaria.
El impacto de los transgénicos en la agricultura y la salud
Los organismos genéticamente modificados (OGMs), también conocidos como transgénicos, son seres vivos cuyo ADN ha sido alterado mediante biotecnología para transferirles genes de otras especies, incluso de diferentes reinos. En la agricultura, el maíz transgénico ha sido modificado para resistir plagas y el herbicida glifosato, aunque pocos cultivos transgénicos han sido diseñados para resistir sequías, suelos salinos o mejorar la calidad nutritiva de los granos.
Las grandes corporaciones multinacionales como Monsanto, Cargill, DuPont, Bunge y Bayer han promovido los cultivos transgénicos como una solución a la seguridad alimentaria global. Sin embargo, han aprovechado avances en productividad logrados por instituciones públicas y manipulado el genoma del maíz con fines comerciales. Por ejemplo, en el caso del maíz transgénico Bt, se insertan genes de la bacteria Bacillus thuringiensis para producir una toxina que mata insectos y plagas, pero que también afecta a polinizadores como las abejas y puede tener repercusiones en la salud humana.
El maíz transgénico resistente al glifosato ha sido presentado como una ventaja para los agricultores al facilitar el control de malezas e incrementar los rendimientos. Sin embargo, su uso genera una alta dependencia de las trasnacionales, que imponen la compra de semillas a precios elevados, el uso de fertilizantes químicos y la aplicación del herbicida glifosato. Investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) han demostrado que se pueden obtener rendimientos similares con semillas mejoradas no transgénicas y prácticas agrícolas sustentables.
Los riesgos del glifosato
El glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo en cultivos transgénicos. En 2015, la Organización Mundial de la Salud lo clasificó como “probablemente cancerígeno en humanos”. En 2019, el Departamento de Salud de Estados Unidos confirmó estos hallazgos en su perfil toxicológico. Además, la quinta edición de la antología toxicológica del glifosato, publicada en 2020, documentó más de mil estudios científicos sobre sus efectos negativos en la salud y el medio ambiente.
El uso indiscriminado de glifosato no solo afecta la flora y genera resistencia en las malezas, sino que también contamina cuerpos de agua y suelos, dañando la fauna y los ecosistemas acuáticos. Por ello, es necesario legislar para prohibir su uso en la agricultura y fomentar alternativas más seguras, ya sean orgánicas o químicas menos agresivas para la salud y el ambiente.
México: Centro de origen del maíz y su defensa ante los transgénicos
México es un país megadiverso y el centro de origen del maíz. Sus variedades nativas, junto con el teosinte, representan un reservorio genético invaluable para la corrección de errores científicos y el mejoramiento agrícola. La contaminación con maíz transgénico pone en riesgo esta diversidad, ya que la polinización cruzada puede transferir genes no deseados a los cultivos tradicionales.
En México, el maíz es el alimento base de la población. Mientras que somos autosuficientes en maíz blanco, destinado a la producción de tortilla, seguimos dependiendo de importaciones de maíz amarillo, utilizado principalmente en la alimentación del ganado. En 2024, México importó 23.6 millones de toneladas de maíz transgénico de Estados Unidos, por un valor de 4.8 mil millones de dólares.
Con este panorama, la reforma presentada por la presidenta Claudia Sheinbaum y aprobada en la Cámara de Diputados es un paso fundamental para proteger nuestra biodiversidad. La evidencia científica confirma que los transgénicos contaminan los maíces nativos y afectan a los polinizadores, lo que representa un riesgo para la productividad agrícola.
Hacia la soberanía alimentaria: Apoyo al campo y alternativas sustentables
Además de esta reforma, es crucial fortalecer la producción nacional de maíz con estrategias de apoyo directo a los productores, como estímulos y subsidios similares a los de la Ley Agrícola Farm Bill en Estados Unidos. También es necesario reforzar la tecnificación y reactivación del campo mediante:
•Investigación e innovación agrícola
•Asistencia técnica y capacitación
•Mecanización y modernización del riego
•Uso eficiente del agua y la energía eléctrica
•Sanidad y protección de cultivos
•Acceso a mercados y financiamiento
•Precios de garantía
Reducir la dependencia del maíz transgénico importado es clave para alcanzar la soberanía alimentaria. La conservación de nuestras semillas nativas, junto con políticas de apoyo a la producción nacional, garantizará la protección de nuestro patrimonio biológico y el bienestar de las futuras generaciones.