Cultura Impar | El choque Sheinbaum-Zedillo como cortina de humo

JOSÉ MANUEL RUEDA SMITHERS

Pareciera que Claudia Sheinbaum no improvisa. Cada palabra, cada aparición, cada énfasis parece estar milimétricamente calculado. Pero no.

Por eso sorprendió -aunque no tanto- que en días recientes decidiera arremeter contra el expresidente Ernesto Zedillo, a quien acusó de haber entregado el país al neoliberalismo. Un ataque salido del manual de sr. López Obrador. Reciclado, con menos fuerza y menos contexto.

La confrontación Sheinbaum-Zedillo no es solo innecesaria, es también reveladora. Muestra una campaña -y un gobierno- más preocupado por defender un relato que por dar resultados.

Cuando Zedillo fue presidente (1994 y 2000), inició con una crisis económica feroz y terminó con la primera alternancia presidencial del país en más de 70 años.

Se le puede criticar mucho, pero fue el único mandatario priista que aceptó perder el poder sin escándalos ni manotazos. Hoy, es académico en Yale y forma parte de consejos de gobernanza global. No gobierna, no milita, no compite. ¿Por qué entonces el repentino golpe político desde Palacio Nacional?

La respuesta está en el presente. Mientras la científica Sheinbaum señala a Zedillo con dedo acusador, el país suma más de 185 mil homicidios dolosos en un año, según cifras oficiales. El sistema de salud pública, que prometía ser como el de Dinamarca, enfrenta desabasto, subejercicio presupuestal y una ola de renuncias médicas. Además, apenas se filtró un nuevo reporte de contrataciones directas en obras prioritarias, por montos que superan los 130 mil millones de pesos sin licitación transparente.

Entonces -en medio de todo eso- aparece el fantasma de Zedillo.

Es una coincidencia estratégica. La lógica es clara: si no puedes explicar lo que pasa hoy, revive un enemigo del pasado. No importa que ese enemigo no tenga la capacidad de dañar. importa mover el foco, distraer y reconectar con la narrativa del “pueblo contra los neoliberales”.

Una fórmula que empieza a desgastarse. No solo porque Zedillo no tiene una plataforma mediática comparable, sino porque sus errores -reales o supuestos- no explican por qué hoy hay más pobreza laboral que hace cinco años, ni por qué la corrupción sigue infiltrando los programas sociales de la 4T. El Coneval, por ejemplo, reveló que 37.7% de los mexicanos no puede adquirir la canasta alimentaria con su ingreso actual. ¿También es culpa de los tecnócratas de los 90?

Y luego están los medios. Aquellos que antaño se indignaban con los presidentes que usaban su poder para desviar la atención, hoy celebran el señalamiento como si fuera un acto de redención histórica. Son los que no cuestionan la militarización rampante, ni la creciente asfixia presupuestal. Jilgueros del poder, cantando la melodía que les dictan.

Consta sí, que los analistas hacen su chamba y sus letras se abren camino entre el lodo.

Lo que hoy urge no es debatir si las decisiones del Fobaproa fueron correctas, sino explicar por qué el Insabi fracasó, por qué el IMSS-Bienestar apenas arranca y por qué se siguen comprando medicinas al triple de su precio original.

Si el objetivo era ganar titulares en medios afines, se logró. Pero si el objetivo era elevar el nivel del debate público, se falló rotundamente. El país no necesita más rounds de sombra con figuras del pasado. Necesita soluciones concretas, diagnósticos honestos y políticas públicas que miren al futuro, no al retrovisor.

Ahora el “nuevo proyecto de nación” se convierte en una excusa para no rendir cuentas. Y eso, aunque lo repitan miles de veces en la mañanera del pueblo, no es transformación.

Es pura simulación con disfraz histórico. Y hay que denunciarlo.

Los asesores 4teístas siguen dando palos de ciego y no saben qué hacer ni cómo.