Con la frente en alto, madres de hijos asesinados exigen justicia

Saltillo.- “Voy a llegar muy lejos con mi dolor”, dijo Alicia, quien en una mano sostiene un ramo de flores blancas y en la otra un estandarte con la fotografía de un joven de piel blanca y pelo castaño. Es Carlos, su hijo asesinado.
Alicia forma parte de la Caravana del Consuelo. Es menuda, de pelo corto, cano, y de ojos verde azulados. Ella se integró al movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad el pasado 5 de mayo, en la marcha desde Cuernavaca hasta el Distrito Federal, encabezada por el poeta Javier Sicilia.
Desde ahí se le vio como ahora: Con su ramo de flores blancas y el estandarte de su hijo. Al pie de uno de los camiones que transporta a los caravaneros una reportera se le acercó: “¿Cuál es su demanda? ¿Cuál es el caso de su hijo? ¿Qué es lo que usted está pidiendo?”.
Serena, pero con voz firme, Alicia le respondió: “Yo no vengo demandando, yo vengo marchando, marchamos en abril, marchamos en mayo y ahora nos vamos a Ciudad Juárez como familia doliente, como madre de un hijo asesinado de manera impune. Las demandas son muchas, son las mismas de todo mundo”.
Y contó su historia… y la de Carlos: “A mi hijo lo mataron hace 10 meses en la Ciudad de México el 17 de agosto. De acuerdo con las autoridades, en la investigación no hay nada y no hay nada. Lo mataron cerquita del Parque de los Venados”.
“¿Por qué estás en la Caravana del Consuelo?”, le preguntó otro reportero. “Estoy en la marcha porque mi silencio sólo me estaba aislando y ahora que estamos todos en silencio, me está fortaleciendo, me da esperanza porque purifica; tanto dolor y tanta mierda de lo que estamos rodeados, porque estamos unidos, porque aquí hay luz”, contestó con la misma calma que se respira en el ambiente.
El recorrido de centenares de kilómetros no ha hecho mella en el semblante de Alicia: “Nos sentimos seguros entre nosotros. Estamos cambiando las cosas; si no somos nosotros nadie las va a cambiar”.
“¿Están cambiando las mujeres mexicanas?”, se le cuestionó. “Qué te puedo decir; a mi hijo lo asesinaron y eso para mí ha sido un cambio estratosférico. De pronto esta situación te permite abrazar ese dolor, te permite abrazar la oportunidad de hacer algo con ese dolor, y yo lo voy abrazar porque ese dolor es muy poderoso… voy a llegar muy lejos con mi dolor”, contestó.
Historias
Atrás quedó Durango. En Saltillo, capital de Coahuila, comenzaron a escucharse los relatos de la gente. Las y los caravaneros y habitantes de diversos municipios del estado se congregaron en el auditorio del Colegio La Salle.
Tomaron la palabra familiares de los 65 mineros muertos en Pasta de Conchos. Luego habló un migrante procedente de Honduras y después la madre de Elizabeth Loyo, quien fue asesinada en su lugar de trabajo. Ellas y ellos, de una u otra forma, han sido víctimas de la delincuencia y de un sistema injusto, desigual e inequitativo.
Una reportera describió la situación de violencia contra las y los periodistas y los medios de comunicación prevaleciente en el estado. Narró el secuestro y asesinato del reportero Valentín Valdés el año pasado en Saltillo, hecho considerado como un atentado a la libertad de expresión.
“Con este hecho, varios periodistas nos dimos cuenta del alto riesgo que tiene nuestra profesión”, advirtió. Y sin embargo, acusó, ni las autoridades ni los directivos de los medios “nos brindan las condiciones de seguridad en nuestro trabajo”.
Detalló que con el asesinato de Valentín sumaron 12 reporteros ultimados en 2010. Hubo un homicidio en 2009 y van dos este año. Varios reporteros han sido víctimas de secuestro exprés y después liberados, agregó.
Añadió que el panorama es más sombrío si se toman en cuenta las agresiones contra instalaciones de los medios de comunicación, entre ellos los diarios El Siglo de Torreón, Vanguardia y Guardián. Dijo que se reciben amenazas telefónicas para no publicar notas informativas sobre la delincuencia organizada. El extremo han sido los ataques con granadas.
“Los medios de comunicación se unen a este grito de paz y justicia porque también somos las víctimas de esta guerra”, recalcó la reportera.
“Vengo con mucho miedo”
En Monterrey, Nuevo León, igualmente se escucharon decenas de relatos de injusticia e impunidad. Ya entrada la noche, en la Plaza del Colegio, las y los sobrevivientes de la violencia estatal y de la delincuencia organizada expusieron las vejaciones a las que han sido sometidos, al igual que sus familias.
Una mujer habló sobre la tragedia de su hijo Julio Alberto, desaparecido al venir de vacaciones a la ciudad regia. Doña Inés relató el secuestro de sus dos hijos pequeños y clamó: “estoy sufriendo mucho por esos niños”.
Laura, del municipio de San Nicolás de los Garza, narró que hace tres años se llevaron a su hijo, policía de profesión, dejando a su esposa y un hijo de cinco años. Olga Reyes denunció el asesinato de seis de sus familiares.
Una madre contó que a su hijo Jorge Martínez, de 26 años de edad y originario de Santa Catarina, lo detuvo la policía en el 2010 acusándolo de narcomenudista y fue entregado a la Marina. Días después, su cuerpo fue encontrado sin vida abandonado en un solar.
Una mujer morena y de estatura bajita dijo: “sufrimos en mi casa un ataque de una banda, se llevaron a mi hijo que estudia Filosofía en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Vengo aquí con mucho miedo, pero también con mucha esperanza”.
En su turno, el poeta Javier Sicilia acusó que “muchas de estas muertes se deben al gobierno de Felipe Calderón”. El mitin concluyó con un acto de resistencia civil para acompañar a los familiares de las víctimas a la Procuraduría de Nuevo León y presentar una serie de exigencias a las autoridades.
Por Cuauhtémoc Rivera Godínez/CIMAC
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