¿Comunicación o incomunicación?
GILDA MONTAÑO
Decía yo la semana pasada, que la gobernanza incluye a la gobernabilidad, y significa un cambio de proceso, un cambio del patrón de gobierno, que es el paso de un centro a un sistema de gobierno. La gobernanza es pues un estilo asociado e interdependiente, coordinado, articulado y asociado con los mercados, el poder político y las redes sociales. Requiere: Diálogos, discusión, entendimiento, negociaciones, acuerdos, compromisos.
Ni siquiera es este momento podemos referir que nuestros esquemas de democratización han superado todas las vicisitudes con las que se encuentra sexenio a sexenio. Nuestro sistema de democratización, al menos en el aspecto legal es reactivo.
Pero no es descabellado sugerir que la gobernanza como inclusión social deberá tener bondades y bonanzas que generen gobernabilidad, al ser escuchadas todas las voces, necesidades e intereses de todos los segmentos de la población. Es más que necesario.
Todos los sistemas políticos tienen una concepción, planeación, ejecución y consumación. En la ejecución ofrecen sus mejores resultados. De cualquier forma, dirigir a una sociedad requiere el rigor del sistema constitucionalista, del imperio de la ley.
Y todo esto, lo dije porque –repito— la comunicación en el sistema político mexicano, en este momento, es muy extraña para mí. No es lo que yo he aprendido en los últimos cincuenta años de mi vida, como comunicadora social, que no es lo mismo que tomar un boletín de prensa y replicarlo. Es hacer comunicación y también sustentarla.
Lo dije, porque de nuevo, se trae un pleito cazado el dueño de una empresa poderosísima mexicana de comunicación, uno de los tres hombres más ricos de México: Ricardo Salinas, con el presidente. Porque no es solo rico, es dueño de una televisión Azteca, de Banco Azteca y de Electra. Y al estarlo nombrando todo el tiempo el presidente, la réplica en los medios que el primero posee, no se hacen esperar. Y para colmo, son los canales que ve el pueblo de México. No hay día, en que, como distractor, Andrés Manuel López Obrador no lo saque en su Mañanera para querer burlarse de él.
Ahora salió con que tiene un barco de muchos millones de dólares. “Me daría vergüenza subirme a un yate de esos en un país con tanta pobreza…” Y ni tardo ni perezoso, el empresario se le fue de nuevo a la yugular: “Vergüenza es tener al país hundido en la pobreza y la violencia… y echarle la culpa a un yate”.
El empresario posteó en sus redes sociales la foto de su yate con su familia entera, y la del Tren Maya, e hizo comparación de precios, pues aseguró que con lo que costó el tren, se hubieran comprado 226 yates como el suyo: Lady Moura. El intercambio de señalamientos entre el empresario y el Jefe del Ejecutivo, se recrudece a raíz del tema de la posibilidad de retirar la concesión a TV Azteca; por ello, el mandatario fijó su posición al respecto. Todo, por adeudos fiscales.
Si yo fuera la comunicadora de Xóchitl, en lugar de ir a ver a Brosso, el payaso inteligente y tenebroso, o a cualquier otro: Loret, Ciro, Cárdenas, Ferriz, Maerkel, iría a ver a Salinas Pliego. Su poder y su fortuna son mayores que la de cualquiera en este momento. Menos que la de Larrea y la de Slim, por supuesto. Sin embargo, el llega a millones y millones de seres humanos que prefieren ver a Alatorre. Y precisamente no son los de la clase media. Son la meritita raza, que en este momento debe de estar muy confundida entre lo que le dice López Obrador en la Mañanera y lo que dice el Menú de los Hechos, esta noche.