Chapomanía
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Sean Penn no es un novato. Empezó su carrera siendo niño, en un episodio de la famosa serie “La Pequeña casa de la Pradera”, que fue todo un éxito en la televisión y que aún repiten de tanto en tanto. La serie era dirigida por su padre, Leo Penn, por lo que su vena histriónica le viene de antaño. Pero Penn realmente se consagró en el filme dirigido por Brian de Palma en 1993, “Carlito’s Way” y, desde luego, en la película “Dead Man Walking” de 1995, donde elabora un papel de condenado a muerte junto a Susan Sarandon, quien realizó allí una de las actuaciones más logradas de su amplia y valiosa carrera como estrella de Hollywood. Se hicieron amigos: no podría haber sido de otra forma, pues ambos se consideran activistas. Allí fue nominado al Óscar. Lo fue dos veces más con Woody Allen, primero y después con la película “Yo soy Sam”. Es una leyenda del cine norteamericano, con dos Óscares por “Milk” y por “Río Místico”, y numerosos premios internacionales en Cannes, en Venecia y en Berlín. Lo tiene todo: le faltaba el Chapo Guzmán. Ahora está metido en un lío, más grande que el que tuvo cuando estuvo casado con Madonna, algo que para cualquier ser común y corriente sería más que difícil de sobrellevar. Ella se cuece aparte.
Pero Kate del Castillo no es muy distinta: su personalidad la ha hecho sobresalir no sólo en los papeles de melodramas televisivos, sino en la pantalla grande. Kate del Castillo es la hija de Eric del Castillo, una leyenda de la época dorada del cine mexicano y actor de telenovelas. Así que, como Sean Penn, vivió desde la infancia en el mundo del Séptimo Arte. Su hermana es la presentadora Verónica del Castillo, que ha obtenido un visible papel como cara bonita e inteligente de programas de noticias. Se casó con Luís García en 2001, un jugador de futbol con destellos memorables en la Selección Nacional y que es ahora la estrella de TV Azteca en el área deportiva. El divorcio estuvo lleno de altercados y completó páginas enteras de las revistas del corazón. Volvió a casarse en2009 en Las Vegas, Nevada, con el actor, cantante y empresario mexicano Aarón Díaz, de quien se separó 2 años después.
En noviembre de 2007, fue nombrada una de las «Estrellas del año» por la revista People en español, y en 2011 comenzó a grabar La Reina del Sur, una serie capitulada de casi 80 programas, donde es la absoluta protagonista como la víctima primero, y después la mandamás de un poderoso cártel internacional de la droga. Se metió de lleno en el papel y hoy lo sigue interpretando a carta cabal. Está envuelta en un lío que bien podría llevarla a la cárcel por encubrimiento del más buscado y ahora encontrado, delincuente de nuestro país. Joaquín el Chapo Guzmán.
La trilogía se cumple con El Chapo Guzmán, dos veces violador de las cárceles inviolables de la República Mexicana. La primera se interpreta como un acuerdo de Vicente Fox y se presume que salió por la puerta grande del Penal del Puente Grande, sin disfraz ni entre las sombras de la noche, sino por acuerdo del mismísimo presidente del país, según versiones populares y de las cúpulas informativas. Su segunda fuga –aunque nadie lo cree ya- fue bajo tierra, a través de un túnel que ni los mejores ingenieros mexicanos podrían diseñar tan fácilmente. Le atinaron al mero año. Descendió con toda firmeza, a pesar de cientos de cámaras de seguridad que lo custodiaban, y en una motocicleta orientada por rieles, salió a la superficie de la tierra para escapar casi 6 meses que tardó la policía en volver a encontrarlo.
La versión actual es que el actor Sean Penn y la indomable Kate del Castillo lo entrevistaron en un hotel donde, según versiones, pernoctaron bajo el mismo techo.
El gobierno mexicano está de plácemes, porque buscará la extradición del narcotraficante, de acuerdo con la ley o sin ella, para enviarlo cuanto antes a los Estados Unidos, evitando una tercera fuga. El fondo del debate no es si se queda en México o se va a los Estados Unidos: la discusión es dónde se quedarán sus infinitos recursos como el capo más importante del mundo, según versiones propias. Se habla de miles de millones de dólares, y los norteamericanos son expertos en quedarse con el dinero de los narcos o permitirles inversiones en el Caribe o en Las Vegas, donde existe mucha tolerancia para la inversión. Las fortunas de aquellos tiempos de Caro Quintero y Don Neto no se aclara aún dónde están. Lo más seguro es que los norteamericanos se queden con los haberes del Chapo pues la ley allá es negociable, siempre que se tengan dólares suficientes para resistir las presiones del esquema y salir a salvo en unos cuantos años.