Cañada Política. Del “chayo” a la frustración mediática (Parte I)
MIGUEL ÁNGEL REYES
Apenas este mes de abril pasado, arribé a 26 años trabajando con y para los medios de comunicación de Zacatecas, y en algunos períodos como corresponsal de medios nacionales, desde diversas trincheras periodísticas, ya hayan sido independientes o empresas ya consagradas de comunicación. Pero también desde la parte oficial, en dependencias, organismos estatales, u organizaciones sociales, siempre en el área de enlace con los medios de comunicación, como hoy en día es el caso.
En poco más de dos décadas y media me ha tocado experimentar y ver de todo, de un lado y de otro; sé cómo muchos medios serios y compañeros de medios responsables han sacrificado la mayor parte de su vida y de su tiempo para tener grandes satisfacciones por ejercer éste bello oficio, pero también graves dificultades para poder sostenerse como verdaderos comunicadores, tanto en su vida personal como en el sostenimiento de sus medios públicos y sobre todo, ganarse el respeto.
Hoy en día, muchas cosas han cambiado en la percepción, responsabilidad y ética con la que deben conducirse muchos comunicadores y, es lamentable que en lo mediático, en el protagonismo personal, y en la vanidad de querer sobresalir como personas –no como comunicadores- utilicen a los medios como mera vía de externar y compartir sus frustraciones, ante su cada vez más pérdida de credibilidad.
Y digo frustraciones, porque sobre la base del “chantaje informativo”, han pretendido hacerse del dinero fácil que en éstos tiempos todavía lo podemos definir como “chayo”, cuando sabemos que ya en la actualidad pudiera no aplicar, al menos desde mi perspectiva y en el área donde me desempeño, aquello de “te pego para que me pagues”; ya no hay repercusión ni incomodidad en ése intento que hoy todavía aspiran muchos que se dicen comunicadores; ya es un concepto pasado de moda, diría.
Y es que ése ‘te pego para que me pagues’, o ‘primero te ataco y luego me pagas para hablar bien de ti’, ya no habla de una ética profesional ni tiene cabida en un ejercicio que debe ser netamente periodístico e informativo, imparcial, no tendencioso ni en un afán de protagonismo infame y subversivo.
Y es que, si no hay de por medio algún convenio por la prestación de “servicios informativos” comprobable es, simple y llanamente un “chayo” cuando a éstos personajes que según ellos son incómodos para un gobierno o para un político, se les otorga lo que para nosotros es un apoyo económico, no para que hablen bien de alguien, sino que se les ha dado desde la perspectiva de fortalecer su actividad periodística y puedan seguir sosteniendo a sus medios de comunicación…
Pero, ¿y lo mediático?…
Bien. El concepto de mediático es muy frecuente en la referencia a ciertos personajes que alcanzan la popularidad en los medios de comunicación por sus ‘escándalos y polémicas’, no tanto por difundir información importante para la sociedad, con ética y responsabilidad.
No se destacan por su talento en su inestable y volatilizado “trabajo”. Se trata de individuos que, por diferentes razones, acaban participando en programas televisivos dedicados a estudiar con lupa la vida privada de los personajes públicos para generar “controversias”. Pero nada más; ahí queda y ahí inicia toda frustración.
Los requisitos para que una persona se vuelva mediática son diferentes, donde estos personajes suelen coincidir en “su falta de educación, en sus malos modales y en la especial atención que reciben por parte de personas, que se aferran a sus imágenes como si se tratara de seres iluminados, cuando no son más que títeres de los medios de comunicación”.
Y defino como ‘sesgo mediático’, que lleva décadas intoxicando al periodismo, fuera de toda neutralidad y equilibrio, a esa inclinación de ciertos medios de comunicación –no masivos, porque han perdido toda credibilidad- a manipular la verdad para conseguir noticias que respondan a sus propias creencias y convicciones; a sus propios intereses injertados de cobarde y/o disfrazado chantaje; se trata de una forma desequilibrada y deshonrada de llevar a cabo la labor periodística, y ocurre cuando existen intereses económicos de fondo.
Conclusión
Salvo muchas excepciones, en nuestro andar de años en el oficio periodístico, hemos sido, voluntaria o involuntariamente, propensos al “chayo”. No tratemos de ocultar el sol con un dedo (habrá quien tire la primera piedra y se ponga el saco de la pulcritud y que grite a los cuatro vientos, en marchas o en eventos públicos, que no ha sido ‘comprado por nadie’ y que no es ‘chayotero’, y que se lo comprueben, etc…)
El prestigio periodístico y el respeto se ganan con trabajo informativo, orientación a la sociedad, no sesgando la información para sentirse iluminados y únicos dueños de una verdad absoluta que nadie tenemos… ni tampoco se gana peleándose con todo mundo, ni tratando de confrontar posturas, ni publicando ocurrencias informativas que ya no tienen eco; que muestran más una frustración personal que un servicio a la sociedad; que manifiestan un trastorno personal fuera de toda objetividad periodística.
Para ésos ya no hay más apoyo, ni trato, ni compasión, ni lástima, ni condolencia, ni sumisión, ni lealtad, ni compromiso… al menos desde esta trinchera. Lo mediático de su actuación es un veneno para ellos mismos y una clara muestra de desesperación por no obtener cierto privilegio económico sobre la base del chantaje-extorsión cifrado en su información… no más a ese periodismo rupestre de intelectuales indigentes, no más a ese periodismo camorrista, de villanos lastimeros y corifeos de baratija…!es cuanto¡