Campañas eternas=mediocridad política

JORGE ÁLVAREZ MÁYNEZ *

En días recientes, se ha desatado la especulación sobre el proceso electoral del próximo año en Zacatecas. Varios “políticos” y sus equipos se han preocupado por filtrar en columnas y a través de redes sociales, sus aspiraciones para obtener un cargo público.

Es un fenómeno muy común en nuestro país: estar en eterna campaña.

Sin embargo, mientras la clase política se divierte con esas especulaciones, la inmensa mayoría de los ciudadanos repudia esa conducta.

Apenas ha transcurrido un mes desde la elección presidencial y la sociedad no está en el ánimo de asistir nuevamente al despilfarro y las guerras de lodo. Pero además, resulta que la mayoría de esos “políticos” actualmente tienen una responsabilidad en el servicio público, y causa indignación que no la puedan atender a cabalidad por poner mayor énfasis en su ambición personal.

Un claro ejemplo es el municipio de Guadalupe, el cual esta semana salió a relucir en la opinión pública por ser el que mayor deuda tiene con el IMSS. Tan solo a esa institución le ha dejado de pagar alrededor de 25 millones de pesos, dejando en peligro de perder su seguridad social a los trabajadores del municipio.

Esa vulnerabilidad financiera contrasta con la remodelación, absolutamente innecesaria e inflada en costo, del jardín principal de la ciudad y con un despliegue mediático para difundir esa y otras obras.

En el mismo caso de Guadalupe, algunos de mis compañeros se han dado a la tarea de filtrar otras versiones, señalando que nos van a cerrar las puertas a los “alonsistas” para las elecciones del próximo año. Y no solo eso, ya hay quien amaga con cerrar las puertas a cualquier tipo de alianza.

Tan solo 2 años han bastado para que la soberbia que hizo perder la elección del 2010 al “amaliato” se traslade a un equipo de compañeros que hasta el 2009 solo estaban acostumbrados a la derrota. Tan solo dos años después, mandan el mensaje a la ciudadanía de que “están completos” para repartirse cargos y candidaturas.

Lo primero que debo decir al respecto es que no me extrañan esas actitudes. El síndrome de la “eterna campaña” tiene una larguísima tradición en nuestro país.

La inmensa mayoría de los políticos prefieren estar en campaña que atender la difícil realidad de sus encargos. El diputado quiere ser presidente y el presidente quiere ser diputado, pero ambos se conforman con cualquier “premio de consolación”.

Mejor hacer campaña que preparar una iniciativa de ley. Mejor hacer campaña que atender las carencias de servicios públicos. Mejor hacer campaña que enfrentarse a los reclamos de la ciudadanía por los compromisos todavía incumplidos. Esa es la lógica de la mediocridad.

Pero esa mediocridad no solo está en los gobernantes. La burocracia entera prefiere también la “eterna campaña”. La burocracia mexicana ha aprendido perfecto a tener a «los jefes» siempre en campaña. De esa manera los pueden tener contentos sin trabajar.

Mientras las oficinas están vacías y pobremente atendidas, los jefes de unidad, jefes de departamento y asesores justifican su existencia diciéndole al líder político en turno que “la gente ve muy bien que se lance para otro puesto”.

Y por si eso fuera poco, las campañas tienen otra ventaja para los involucrados: el manejo de recursos. Entre los apoyos solicitados y la necesidad de viáticos, hay manera de financiar la vida de muchas personas que son especialistas de la especulación.

Tengo la fortuna de haber conocido todo este mundo de la “grilla” (porque a esto no se le puede llamar política) desde hace muchos años. Por eso, tengo la convicción de no caer en provocaciones y seguir haciendo mi trabajo con seriedad y entrega.

Ni a mí, ni al equipo que pertenezco, nos quita el sueño la posibilidad de no tener un cargo en el corto plazo. Somos servidores públicos de vocación, no de ocasión, y también sabemos vivir de nuestro trabajo, por fuera del presupuesto público.

Todavía quedan muchas iniciativas pendientes y compromisos inconclusos. El estado requiere de una reforma electoral que disminuya el costo de la democracia, de una ley contra la trata de personas y de una reforma municipal que termine con el derroche y los excesos, entre muchos otros temas.

A quienes de buena fe han sido víctimas del “futurismo político” les pido que no caigamos en ese juego. Muchas vidas ha constado construir la democracia y las reglas que hoy tenemos, como para salir con el chistecito de la simulación.

Los ciudadanos lo tienen claro: la mejor campaña es dar resultados. Lo demás, es grilla y mediocridad.

*Diputado local

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