Buen fin ¿para quién?
RAÚL MANDUJANO SERRANO
Mire Usted, allá por noviembre del 2011, entre el 18 y 21 de ese mes para ser exactos. La iniciativa del Consejo Coordinador Empresarial y el gobierno federal permitió al sector privado reactivar sus ventas, sacar productos rezagados de las bodegas e impulsar la economía mexicana que tanto le hacía falta. Miles, no, millones de mexicanos al fin llevaron una pantalla de televisor a sus casas para sustituir esos viejos muebles de bulbos en blanco y negro, o aquellos gordos televisores de color. Esta idea de copiar los principios del Black Friday estadunidense no parecía mala idea, incluso propiciaba el surgimiento de emprendedores. La oferta y la demanda hicieron de la economía una oportunidad para los consumidores.
Y así, desde entonces, ha ido evolucionando este concepto consumista del Buen Fin, incluso en el 2020 hasta pusieron semáforos en amarillo y verde para hacer que la gente saliera de sus casas para abastecerse, tema incongruente que propició un rebrote terrible de Covid, pero bueno, llegamos a este 2021, con semáforo en verde, con menos contagios y una nueva oportunidad para salir de casa, con cubre bocas sí, pero optimistas, sin embargo, me parece que este 2021 no ha sido tan benéfico. Le diré por qué, y ya después me podrán reclamar.
Los empresarios y comerciantes, el sector privado comercial, desde dos días antes, estuvieron reetiquetando precios, incluso en micronegocios y misceláneas, hágame usté el favor. La intención fue reetiquetar los precios un 10 por ciento más caros, pero ofrecer un 15 por ciento de descuento, así que en realidad sólo ofrecían una pobre oferta del 5 por ciento, y que decirle de aquellos descuentos de 50 por ciento en promociones, no, no, de verdad fue increíble ver precios de 3 mil pesos, con un súper descuento que dejaba esos productos en mil 500 en prendas y calzados que normalmente valen mil. En fin y así seguirá esto hasta el próximo fin de semana, porque, por cierto, dejó de ser el Buen Fin, para ser La Buena Semana.
Pero mire, es ese, nuestro cerebro límbico, el que genera sensaciones de satisfacción y placer, y que nos hace creer en los descuentos y esa extraña satisfacción por comprar. Realmente no hubo descuentos reales en los precios, lo que hubo fueron meses sin intereses, algo así como no pagarle por algunos meses a los bancos, aunque al final tenga que pagarle, y si usted es uno de los afortunados en obtener hospedajes, boletos de transporte aéreo o terrestre, ropa u otros servicios o tecnología del hogar a precios realmente bajos, felicidades, es de esos pocos afortunados, pero, no se deje sorprender y no, tampoco confíe en la Profeco…
Colofón.- Sansores, la ignorancia gubernamental
Es todo un caso este de Layda Sansores, dice el periodista mientras degusta un vaso de agua de clorofila que dicen es buena para activar la circulación. La excandidata del PT a la alcaldía de la entonces delegación Álvaro Obregón, se ridiculizó e hizo famosa por facturar al Senado casi 60 mil pesos en compras del supermercado, maquillaje, joyería, ropa, bolsas y juguetes para sus nietos. Luego resultó que no era vecina de la Ciudad de México, y la 4T la puso de gobernadora de Campeche. Si la ignorancia tuviera nombre sería el de Layda Sansores. Ora resulta que, como quiere mostrar sus operados, inyectados y carnosos labios de Peggy, y usar cubrebocas se lo impedía, prohibió su uso a servidores públicos y pidió a la gente no usarlo. Se ve mal. ¡Dios, llévatela y devuélvenos a Carmelita Salinas! Hasta otro Sótano.
Twitter: @raulmanduj