Ayotzinapa y sus mercadólogos
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Este injusto crimen de lesa humanidad ha sacudido al pueblo de México y a infinidad de países y personajes. El Papa ha mencionado la tragedia, la señora Obama, ganadores del Óscar en los Estados Unidos, artistas de todas las edades, líderes políticos y religiosos, ha sido tema en las Naciones Unidas… el mundo no puede creer que México regrese a la época sanguinaria donde los corazones se abrían o se ejecutaban doncellas para calmar la ira de los dioses.
Lo mismo pasa en nuestra frontera sur cotidianamente: cientos de jóvenes transitan a través de un tren de carga durante días, sin alimentos, atacados por la mafia y el gobierno, y se han encontrado cantidades de ellos mutilados y enterrados en diferentes zonas del país. La distancia entre los sacrificios humanos y el México de hoy, es de muchos cientos de años que parecieran, sin embargo, no haber transcurrido.
Al ocurrir el hecho en el Estado donde se ubica el puerto más afamado del mundo, (donde pernoctaron parejas como Jacqueline y John F Kennedy, donde vivió y murió Tarzán -Johnny Weismuller-, donde vivió aislado de la gente el psicópata millonario Howard Hughes, el puerto al que le cantó Frank Sinatra y a donde la Nao de China llegaba con sus tesoros en tiempos memorables) la noticia explotó en todo el orbe. La inenarrable barbarie, el lugar de los sucesos, el tipo de asesinato de decenas de jóvenes, el hecho de que se tratara de una entidad gobernada por un partido opositor al oficial, el que se hiciera responsable a un aliado cercano a López Obrador –quien ha sido candidato dos veces a Presidente de México y Jefe de Gobierno de la ciudad más grande del mundo- todo contribuyó a hacer de Ayotzinapa un suceso sin igual.
Como una estructura organizada, de pronto se robaron el dolor de padres y familiares de los jóvenes desaparecidos Se encabezaron movimientos de líderes sociales, de grupos minoritarios, Andrés Manuel López Obrador convocó a un mitin en el zócalo de la Ciudad de México, el PRI atacó y se escuchó otra vez el “nunca más volverá a ocurrir esto” pero no fue emitido por la voz de los deudos, sino por la de los mercadólogos de la política que siempre buscan temas para crecer en imagen y en votos para sus grupos de poder.
Los padres han deambulado con su dolor a cuestas por toda esta Patria injusta, pero los que aparecen en los periódicos y en los noticieros no son ellos, sino quienes como en las películas de la época del Cine de Oro mexicano, “padroteaban” a las mujeres que bailaban en los cabarets con los parroquianos. No sólo les quitaban el dinero, sino las agredían inclusive. En eso se ha convertido hoy Ayotzinapa: un movimiento con muchos rostros, donde todos declaran que publicarán mil libros, que se venderán muchos, que harán gestiones para obtener dinero con los gobiernos, mientras van sepultando un dolor que no es de ellos, sino de quienes viven en la pobreza de la falsa esperanza, en las casas tristes donde falta un hijo y donde todos los días rezan y gritan para sí mismos y para quienes quieran oírlos: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Los oportunistas no se cansan de hacer películas, de organizar debates y de culparse entre sí la Morena de López Obrador, los perredistas que gobernaban el lugar, el gobernador priista que nunca se convirtió en perredista, mientras los contempla un Presidente achicado, acotado por los gritos que escucha en todos los sitios del mundo que él visita, donde la palabra –justa o injusta- es “asesino”.
Quisiéramos nunca más un Ayotzinapa en México, pero todos los días hay uno o más. No se trata de un “incidente” sino de que este país ha regresado a la violencia y cuando llega el México Bronco, la herida tarda décadas en cerrarse.