Artesanos del estado presentes en el Festival Cultural
Al recorrer el Centro Histórico de Zacatecas por estos días, resaltan a la vista tantos colores, texturas, dulces, sombreros, y todo tipo de productos que orgullosamente son producidos por manos de artesanos del estado, quienes aprovechan la vigésima quinta edición de este Festival Cultural.
Están ubicados en el Portal de Rosales, considerado como uno de los puntos más concurridos durante este periodo. La gama de productos es variada, es posible encontrar joyería, máscaras, pulseras, bolsos, sombreros, y sin faltar los dulces típicos.
Como ejemplo, un artesano originario del municipio de Villanueva, dedicado al tallado de madera, especialmente en máscaras, ofrece su trabajo en la exposición. Tiene ya 15 años dedicándose a esta actividad, y realiza también figuras de maderas como marionetas y gatos, pero son las máscaras con las que más beneficio económico recibe.
Con esa trayectoria ha logrado conseguir clientes, quienes en esta edición del festival lo han visitado para comprar sus mercancías, sin dejar de lado la presencia de turistas extranjeros quienes también le consumen.
Pasando por otro puesto, un artesano de Zacatecas capital, ofrece productos de artesanía urbana: Morrales, pulseras, aretes, caracoles fusilados, incluso piedras como el jade. Explica a la gente que se ha cerca a observar sus productos y en especial las piedras, el poder curativo que estas tienen.
Hay también puestos de talabartería, como el de una artesana de Jerez, quien ofrece al público sus trabajos hechos a mano, como cintos, bolsas y monturas para caballo. Menciona que en la elaboración de dichas mercancías colabora toda su familia, y en cuanto a la venta, espera que sea mejor en los próximos días, pues en promedio ha logrado vender 10 artículos por día.
El exponente principal de sus productos es la melcocha, aceptado por nacionales y turistas. La intención de estas personas es mantener vivas las tradiciones de todo un estado, y a la par una tradición familiar que ha perdurado por tres generaciones.
Por José María Rodríguez Rosales