Ante la adversidad, los jóvenes protestan y proponen
LUIS GERARDO ROMO FONSECA *
La situación del país ha llegado a un punto crítico en muchos ámbitos. De entrada, actualmente el campo mexicano vive la peor crisis económica y política de la historia; situación que se refleja en la pérdida de cientos de miles de cabezas de ganado y en la gran cantidad de hectáreas de cultivo que han corrido esta misma suerte a causa de la prolongada sequía; la peor en 70 años. A los efectos negativos que el cambio climático ha producido en el campo, se suman factores como la enorme descapitalización de los productores, los bajos precios de los artículos agropecuarios, los altos costos de producción (que ya es insuficiente) y la ineficacia de las políticas gubernamentales para reactivar la economía agropecuaria; todos ellos, han puesto en franca vulnerabilidad a millones de campesinos y han afectado la soberanía alimentaria en México, generándose un problema social de gran magnitud.
Asimismo, la desigualdad social imperante en los centros urbanos y en miles de comunidades del país es evidente: la mitad de los mexicanos están pobreza y cerca de diez millones en pobreza extrema, es decir, sin la garantía de que podrán alimentarse al día siguiente. Nuestro estado no es ajeno a estas asimetrías: más de 81 mil niños y adolescentes de 0 a 17 años de edad, padecen los efectos de una mala nutrición.
Siguiendo con los niños, no podemos dejar de señalar que en los últimos dos sexenios aumentó en un 12% el número de menores que trabajan en nuestro país; quienes no asisten a la escuela y están inmersos en la pobreza. Desafortunadamente, en los 4 años recientes más de 190 mil niñas y niños mexicanos se sumaron a esta lamentable condición, por lo que ahora suman 3 millones 270 mil, según datos del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por otro lado, apenas la semana pasada, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) informó que de los 10.1 millones de mexicanas y mexicanos que son mayores de 60 años de edad (el 9% de nuestra población total), más de siete millones viven en la pobreza y alrededor de 800 mil sobreviven en la marginación. Otra de las repercusiones que traen consigo los procesos de pauperización, la observamos en el hecho de que todavía sigan presentándose en México “enfermedades de la pobreza”, siendo que en muchas partes del mundo ya han conseguido abatirlas, como lo advierten diversos especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición (INCMN y de la Sociedad Mexicana de Salud Pública. Entre ellas, podemos mencionar las enfermedades respiratorias agudas, gastroenteritis, parasitarias y la mortalidad materna. Por cierto que los estados donde se concentran las llamadas “enfermedades del rezago”, se ubican mayoritariamente en el sur del país y son los que poseen una gran población indígena: Oaxaca, Chiapas, Yucatán, Puebla y Veracruz.
La desigualdad social y la pobreza van acompañadas de diversos procesos de discriminación que, por desgracia, mantienen cierto arraigo en nuestra sociedad. En este sentido, el connotado jurista Miguel Carbonell, nos advierte que la discriminación es un fenómeno “masivo” porque afecta a un porcentaje importante de la población, pero sobre todo, a los grupos de especial vulnerabilidad: las mujeres, las personas con discapacidad, los indígenas y los pobres, quienes padecen doble y hasta triple discriminación.
Por lo que toca a los jóvenes, el modelo económico y de desarrollo aplicado desde hace tres décadas y reforzado durante los 12 últimos años con los gobiernos panistas, ha sido incapaz de encauzar la enorme energía social y la creatividad de la que debería ser portadora la juventud. Por el contrario, alrededor de 21 millones de niños y adolescentes viven en la pobreza, por lo cual están supeditados a sobrevivir con un futuro bastante incierto por su incapacidad de acceder las mínimas oportunidades de alimentación, educación, trabajo y recreación. Basta observar que únicamente tres de cada 10 estudiantes mexicanos logran ingresar a la educación superior; paralelamente, los jóvenes son el segmento de la población que más ha resentido el desempleo: tan sólo el año pasado se perdieron 250 mil plazas de trabajo, siendo la población juvenil y las personas que realizan labores poco calificadas, los más afectados por esta situación, tal como lo informó recientemente la Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos (CONCAMIN).
Cabe mencionar además, que en el caso particular de quienes conforman el rango poblacional, cuya edad oscila entre los 18 y 24 años de edad; es decir, 14.2 millones de personas que representan el 22% del total de los jóvenes que tenemos en México; más de 520 mil se encuentran desempleados y sólo 27 de cada 100 logran ingresar a la escuela, 5.96 millones viven en la pobreza y 4.54 millones se encuentran en estado de vulnerabilidad por algún tipo de carencia social. Bajo estas condiciones, es entendible el por qué muchos jóvenes han caído en manos del crimen organizado y de la delincuencia.
Esta situación también resulta preocupante porque para el año 2020, México comenzará a perder su “bono demográfico”. Sin embargo, todavía estamos a tiempo de corregir el rumbo y evitar desperdiciar esta oportunidad, ya que los jóvenes representan el máximo activo con el que contamos. Indudablemente, requerimos de un viraje en las políticas económicas y revertir los altos niveles de corrupción; invertir en la gente y fortaleciendo la infraestructura social para lograr la inclusión de millones de adolescentes y jóvenes. Esta asignatura pendiente representa no sólo una obligación moral, sino una condición para alcanzar el desarrollo económico y para la construcción de una democracia socialmente sustentada.
Justamente, hace un par de días, el rector de la UNAM, José Narro Robles, expresaba que “los jóvenes de este país no han sido debidamente atendidos a lo largo de los últimos lustros. Tenemos que hacerlo, México debe contar con una política de Estado en materia de juventud. Lo que hacemos no es lo correcto”. Narro Robles también señaló que, precisamente, el surgimiento del movimiento estudiantil #YoSoy132 es un síntoma inequívoco de que los jóvenes han sido desatendidos en los últimos lustros.
Al sentirse herederos de los fraudes y de las crisis económicas, estos jóvenes han levantado la voz para expresar su inconformismo con un país degradado y que no les ofrece perspectivas de vida promisorias. Los estudiantes ahora exigen respeto a los derechos políticos y ciudadanos, la democratización de los medios de comunicación y frenar la fusión del poder mediático con el poder político; también se pronuncian contra los monopolios económicos y los mecanismos clientelares en el quehacer público. En este sentido, debe destacarse el enorme aporte de los jóvenes para la renovación de nuestro sistema político, aunque aún no sabemos los alcances que tenga en el futuro.
No obstante, en la presente coyuntura electoral, ya han conseguido diversos logros que no son desdeñables: que Televisa y TV Azteca transmitiera el debate en sus canales estelares, lo que nunca logró el Instituto Federal Electoral (IFE). También gracias a ellos, los candidatos presidenciales Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri, participarán en un tercer debate presidencial que tendrá lugar mañana a las 20:00 horas en las instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) y será transmitido a través del portal electrónico de videos Youtube. Lo más destacable de este evento democrático radica en que será la primera ocasión en la cual, los candidatos no conocerán de antemano las preguntas a tratar, justamente al contrario de los debates organizados por el IFE previamente.
Finalmente, el movimiento #YoSoy132 se ha planteado trascender la contienda electoral; en sus propias palabras, así lo expresan: “este no debe ser un movimiento solo de coyuntura electoral, sino es un movimiento que busca cambiar el país, encausar las demandas de justicia de la población y se plantea resolver los graves problemas que padece el país en todos los sectores que atañen a la sociedad mexicana: en lo social, económico, educativo, ambiental y cultural. Impulsando las medidas necesarias para acabar con el actual sistema que ha mantenido marginada a la mayoría de la población sin otorgarle un desarrollo integral ni adecuado”.
* Diputado local perredista