AMLO, el democráta, el militante y el ingenuo

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX * Andrés Manuel López Obrador se ha insertado en la historia nacional como un luchador social. Buscó dos veces la candidatura a gobernador de Tabasco contra su enemigo acérrimo, Roberto Madrazo. Logró con éxito ser Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, cuando había alcanzado antes Cuauhtémoc Cárdenas ser el primer Jefe de Gobierno Electo, dejando a Rosario Robles en el encargo, ratificando la victoria electoral en la capital de la República, una condición que todavía se conserva.

AMLO desarrolla sus potencialidades políticas en el PRI de Tabasco, con todo lo que esto conlleva: tecnologías para ganar elecciones, trampas y demás. Hábitos que no podemos retirar de su historia en un intento de generosidad.

Al renunciar a su partido, se incorpora a la lucha democrática del 88 con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, con Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez. Surge así la primera generación de candidatos a gobernadores del naciente partido: Andrés Manuel López Obrador por Tabasco, Raúl Castellanos por Oaxaca, Heberto Castillo por Veracruz, Cristóbal Arias por Michoacán, Moisés Rivera por Hidalgo y yo mismo, Jaime Enríque,z por Zacatecas.

Los resultados en Tabasco fueron pobres, pero surgió un liderazgo primitivo, tropical y con un encanto que mucho tuvo que ver con su insistencia, su ausencia de estrategias y su postura incansable en marchas, protestas, plantones y demás comportamientos que, a partir de que se crea el Frente Democrático Nacional, eran quizá el perfil que se requería en nuestro México de entonces.

AMLO no ha perdido el estilo original: es un dirigente de mítines, de zócalos llenos, de discurso pobre pero popular, incansable en la visita a los municipios, pero en una contienda que si se mide por la eficiencia, termina por resultar un fracaso. Cinco candidaturas en las que ha competido han sido perdidas, a excepción del Distrito Federal donde por el “ya merito” estuvo a punto de ser derrotado por Santiago Creel. Fue gracias al oxígeno que le dio Marcelo Ebrard, que consiguió ganar la ciudad de México cuando, apenas unos años atrás, Cuauhtémoc había derrotado al PRI 2 a 1 y al PAN 3 a 1.

Rezongón, desconfiado, pero con la necedad suficiente para caminar veredas, brechas y carreteras de esta patria nuestra. Indudablemente en el 2006 ganó la Presidencia de la República. Pero Vicente Fox, su enemigo público, que intentó desaforarlo por el affaire de Martha Sahagún a la que AMLO prácticamente destruyó en sus ambiciones de convertirse en la primera Presidenta de México, lo impidió a toda costa.

El tabasqueño siempre ha sido un rehén de su partido político. Le ganó a Jesús Ortega la contienda interna para Presidente, pero Ortega fue el Secretario General del PRD y desde allí construyó el andamiaje que hoy tiene y que le da un poder enorme en la toma de decisiones. El tabasqueño sólo gobernó con el cascarón, y el partido se queda con los “chuchos”, los “bejaranos” y demás caciques que son quienes se aferran ahora a las diputaciones, las senadurías y los presupuestos del IFE, mientras Andrés Manuel hace campañas presidenciales sólo para fortalecerlos. Nadie sabe para quien trabaja.

Su ingenuidad republicana es absoluta. Hoy se ha reunido con parte del basurero de la historia: los salinistas Manuel Bartlett, Manuel Camacho y Ricardo Monreal. Serán senadoras la mujer de Jesús Ortega, la de René Bejarano, y muchas más, que oficiales o no, se quedan con la plusvalía política que las campañas nacionales generan.

En el 2006, se ganó la Presidencia pero sólo nos fue reconocida la posición como segunda fuerza política del país. El PRI fue la tercera y derrotamos al enemigo histórico, Roberto Madrazo. Pero las presiones del PRD sólo sirvieron para que el control de las dos cámaras fuera cedido al PRI que desde allí construyera la plataforma para ganar la Presidencia de la República en el 2012.

La izquierda quedó aplastada, reducida y minimizada. Andrés “abandona” al PRD (pide permiso) y se refugia en el regazo del Partido del Trabajo (salinistas) y en Convergencia, del ex convicto Dante Delgado. Se reconstruye nuevamente la lucha popular para el 2012 y nos vuelven a aplicar la misma receta: un fraude más sofisticado, pero finalmente fraude. El slogan anterior, de “voto por voto, casilla por casilla” sólo ratifica la supremacía del PRI en la contienda. La presión que se ejerce sobre Peña Nieto lanza al PAN a los brazos del PRI, y nuevamente todos en contra de la Democracia y de una izquierda que, si bien no está unida, sigue siendo una esperanza para el pueblo.

Insistimos: la ingenuidad republicana, la ausencia de estrategias de la que debiera ser una izquierda moderna y contemporánea, nos lleva de una forma o de otra a los fracasos.

Por eso, hoy a los jóvenes les toca la estafeta. Ricos o pobres, de escuelas públicas o privadas. Hay que jubilar a todo el vejestorio de la izquierda, que no ha sabido reflexionar los fracasos. Hay que ganar y convencer. Sería criminal que el movimiento Soy132, fuera contaminado por los partidos –cualquiera fuera la bandera- que están podridos, o por los líderes corruptos que sólo han logrado incrementar su fortuna personal con la ideología que sea: de izquierda, de derecha o de centro. El país necesita sangre nueva, y la que prevalece en la política es sólo moronga. Los jóvenes tienen la palabra.

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