Al abandonarse la vocación social del Estado; la economía no camina
LUIS GERARDO ROMO FONSECA
En la mayor parte del mundo donde se han adoptado las políticas neoliberales a rajatabla; la pobreza, el desempleo y la concentración del ingreso han aumentado notablemente, mientras que los servicios de salud, educación, bienestar social y recreación se han debilitado.
En nuestro país, a lo largo de casi tres décadas de predominio del Neoliberalismo, los resultados tampoco han sido alentadores: el Producto Interno Bruto (PIB) sólo se incrementó 0.78 veces (78.1%), al crecer a una tasa media de 2.4% anual durante el periodo 1983-2006, lo que implicó un incremento acumulado de apenas 18.5% en el PIB per cápita, que creció a una tasa media de 0.7% anual. Así mismo, la inversión fija bruta per cápita solamente se incrementó a una tasa media de 0.5% anual y los salarios mínimos perdieron 70% de su poder adquisitivo, lo que ha implicado un retroceso respecto al valor real que tenían en 1946. A nivel social, el costo que hemos tenido que pagar es muy alto; más de 7 millones de mexicanos emigraron a Estados Unidos durante este periodo y ahora tenemos alrededor casi 60 millones de pobres en México.
Justamente, el consultor de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y autor de un estudio sobre los efectos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en las economías de México y Canadá, Jaime Ros, ha manifestado que las expectativas iniciales sobre el impacto que tendría el TLCAN en la economía mexicana estuvieron muy lejos de cumplirse: de 1994 a la fecha, el PIB “no creció a las tasas auguradas y los salarios reales no aumentaron, más bien disminuyeron”. De acuerdo con las proyecciones realizadas a principios de la década del noventa, los salarios reales deberían haber subido en México; pero en cambio, de 1994 hasta el año 2010 experimentamos una caída anual de 0.17% en promedio y, lo peor, es que ésta sigue su curso.
A nivel exterior, la participación de México en las importaciones totales no ha superado el 12%, mientras que China, por ejemplo, aumentó su participación de 9 a 18% en ese lapso, según datos del US Census Bureau. Esta situación resulta preocupante y, como prueba, basta observar que en el año 2001 la participación de las manufacturas en las exportaciones mexicanas era de 89% y para el 2011 cayó a 80%. Por su parte, la Cepal advierte hoy que hasta ahora “las exportaciones manufactureras no están encadenadas al mercado interno, es decir sus componentes tienen un bajo contenido nacional, sobre todo la industria maquiladora que representa 60% de las exportaciones manufactureras que realiza México”.
Uno de los graves problemas de México es que cuando se ha intentado su “modernización”; con mucha frecuencia los beneficiados principales han sido el puñado de capitales que controlan la economía, ensanchándose su poder, multiplicándose las desigualdades sociales y aumentando el número de los marginales sin futuro. Ahora, transcurrido el primer año del gobierno de Enrique Peña Nieto, tenemos muchas aristas en el país: pobreza, desempleo, carestía, devaluación, fuga de capitales, violencia, corrupción y debilidad institucional. Por otro lado, el monto de la deuda pública del país se incrementó notablemente respecto a los años anteriores, al grado de alcanzar un nivel histórico de casi 6.5 billones de pesos; cantidad equivalente al 38.5% del Producto interno bruto (PIB) del año pasado, según lo señala el informe de las finanzas públicas enviado por la Secretaría de Hacienda a la Cámara de Diputados. De esta forma, en el primer año de gobierno del presidente de la República se contrató nueva deuda de 606 mil 174.6 millones de pesos, es decir, una elevación nominal de 10.2% sobre el monto de la deuda heredado por la anterior administración federal encabezada por el Partido Acción Nacional (PAN). Si bien es cierto que desde el año 2008 el ritmo de endeudamiento ha venido en aumento, a partir de la entrada del actual gobierno en el orden federal es cuando aumentó considerablemente hasta llegar al nivel mencionado.
Por supuesto, la deuda pública es una herramienta con doble filo y conlleva riesgos; si se utiliza con prudencia puede contribuir a financiar la infraestructura para el crecimiento económico, si se contrata sin mesura, ni una idea clara se convierte en lastre para el desarrollo. No obstante, ahora resulta muy preocupante que mientras el país se endeuda cada vez más la economía sigue estancada; el PIB es insuficiente para generar empleos, la inflación no para su ritmo ascendente y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios se acentúa. Motivo por el cual, la economía informal y el subempleo proliferan como una válvula de escape ante la incapacidad del aparato productivo para generar los beneficios indispensables a la mayoría de la población.
Es evidente que el mercado por sí solo no genera prosperidad; necesitamos un Estado fuerte; promotor de la igualdad de oportunidades y garante de los derechos de los grupos más desprotegidos de la sociedad. En México y Zacatecas, requerimos de una respuesta contundente y opuesta a un modelo que lleva consigo las semillas de la injusticia: el verdadero desarrollo económico y la prosperidad van de la mano con la construcción de un Estado verdaderamente democrático y de vocación social; como única vía para lograr que los beneficios económicos se distribuyan e impacten en todos los sectores de la sociedad.
Por tal motivo, en Zacatecas no podemos reproducir el esquema basado en la protección de intereses de grupos de poder focalizados, ni prolongar un régimen de exclusión y reducir el nivel de inversión pública que se requiere para generar infraestructura social y promover el desarrollo humano. Al contrario, hay fortalecer al sector público como un promotor del conjunto de las actividades económicas, en particular, en el financiamiento de la micro, pequeña y mediana empresa para contrarrestar los efectos del modelo neoliberal y transitar de una economía dominada por los intereses financieros; hacia una economía productiva buscando establecer un nuevo equilibrio entre el sector de exportación y el mercado interno. Tenemos que definir nuevos vínculos entre el campo y la ciudad; promover el empleo, rescatar el ingreso popular y restablecer los mecanismos de financiamiento productivo.
* Twitter: @GRomoFonseca