A un año del dominio de la improvisación y la ocurrencia
MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ
Durante el último año, las personas que habitamos en el territorio mexicano e incluso muchas otras que, desde el extranjero y gracias a los medios de comunicación observan lo que aquí ocurre, nos hemos acostumbrado a escuchar cualquier cantidad de tonterías por parte de los integrantes de la llamada Cuarta transformación, cuyo rimbombante nombre, a decir verdad, debería cambiar por el de “Cuarta trastornación”.
Es una lástima, pero parece que estamos aprendiendo a normalizar las frases más desafortunadas, los excesos verbales más disparatados y la falta total de inteligencia al expresar ideas. Todo esto, desde que, hace exactamente un año, Andrés Manuel López Obrador recibió la oportunidad de llegar a donde por años aspiró a estar, esto, gracias a un inusitado y hoy diríamos fallido ejercicio de democracia
Desde julio de 2018, en México cada día los medios de comunicación reproducen una ocurrencia nueva, una declaración que desata la polémica y sobre todo, nos dan material suficiente para comprobar que estamos bajo el dominio de la pura improvisación, de las corazonadas y peor aún: de las buenas intenciones que, sin conocimiento para ejecutar planes efectivos, no pasan de eso. No hay que olvidar aquello de que “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”.
El tema de esta semana, en que se conmemora un año de las elecciones que le dieron el triunfo a López Obrador, se relaciona con que, el pasado 25 de junio éste nos sorprendió con un pequeño discurso que a algunas personas nos causó estupor. Lo transcribo porque en verdad me resulta muy difícil comprender cómo un gobernante del siglo XXI, un jefe de Estado, una persona que tiene la pesada responsabilidad de llevar adelante un país de alrededor de 120 millones de habitantes, puede expresarse de la siguiente manera: “[…] No crean que tiene mucha ciencia el gobernar. Eso que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad. La política tiene más que ver con el sentido común, que es el menos común de los sentidos, eso sí. La política tiene que ver con el juicio práctico, la política es transformar, es hacer historia, es un oficio noble que permite a la autoridad servir a sus semejantes, servir al prójimo, esa es la verdadera política, por eso también no nos cuesta trabajo acabar los lujos en el gobierno, ya saben cómo eran los políticos de antes, fantoches, prepotentes, eso ya no existe […][1]”
Y ya no le sigo, porque el resto tiene que ver con la tan llevada y traída perorata sobre el avión presidencial que está en California mientras alguien lo compra, con los helicópteros utilizados para trasladar a los funcionarios a jugar golf y todas las acusaciones que ya nos sabemos de memoria y sin embargo, no han pasado del nivel anecdótico, porque hasta el momento, no hay un solo funcionario, de esos fantoches que tanta comezón le dan al Peje, que esté bajo la mira de la justicia.
Está equivocado el mandatario si con sus expresiones cree justificar todas sus deficiencias como estudiante de Ciencias Políticas[2] y con ello mostrar que la escuela de nada sirve y que para estar en su lugar no se requiere gran ciencia, sino puras ganas de servir al prójimo. Volvemos al tema de las buenas intenciones. Qué lástima, pero no es así. Cualquier actividad requiere preparación y es una vergüenza que quien tiene a su cargo la máxima responsabilidad pública del país, reduzca su quehacer de tal manera que parezca que “no es gran ciencia”. Vaya politólogo que tenemos en la silla presidencial.
Insisto: se antoja verdaderamente fuera de lugar decir que gobernar no tiene mucha ciencia. Lo primero que se viene a la mente es que AMLO cree dos cosas, la primera, que gobierna él solito, y la segunda, que no es necesaria una verdadera preparación para hacerlo.
Es preocupante por donde se mire, sobre todo porque parecería que en verdad el de Macuspana piensa que gobernar es una tarea suya y solo suya. Es como si creyera que México es algo así como un feudo que requiere la atención de un solo señor que se encargue de dar a sus habitantes lo indispensable para tenerlos contentos, y donde las decisiones importantes sencillamente se toman por puro sentido común, apoyándose en los consejos de unos cuantos que, obviamente, no se atreverán jamás a contradecir a quien tiene el poder.
Pero, además, es definitivamente desalentador que el hombre crea que la economía, la salud, la diplomacia, la seguridad, la educación y todos los demás temas que es imprescindible atender en el país se pueden enfrentar con “sentido común”.
Alguna vez, hace algunos años, tuve la posibilidad de preguntarle al Peje, entonces en campaña permanente, por qué había auspiciado el nombramiento de candidatos a cargos de representación popular que tenían una mínima preparación. Entonces, su respuesta me dejó sin palabras, porque, desde su punto de vista, para estar a cargo de cualquier responsabilidad pública se requiere solamente buena voluntad, porque dijo, por ejemplo, Carlos Salinas de Gortari estudió en Harvard “y ya vimos cómo nos fue”. Le faltó solamente decirme que es mejor ser ignorante para no ser pillo. En realidad, su desafortunado ejemplo de entonces parece sinónimo de lo expresado hace unos días acerca de que “la política tiene que ver con el juicio práctico”. Total, la preparación no sirve, y por lo que se advierte, para el Peje, nada más contamina.
Es evidente el desprecio del señor presidente hacia todo lo que tenga que ver con conocimiento y esfuerzo. Extrañamente tiene como compañera de vida a una mujer que concluyó un doctorado, aunque su prestigio como académica no sea precisamente de los mejores. Sin embargo, todo parecería indicar que a nuestro gobernante los títulos le estorban y que probablemente, desde su punto de vista es suficiente trabajar con personas austeras y “con sentido común”, pero, sobre todo: que le sigan la corriente porque por lo que se ve, quien gobierna es solamente él.
Lo malo es que al expresar su sentir más profundo y reconocer que, desde su autoritario punto de vista, gobernar no tiene mucha ciencia, el presidente no demuestra tener mucho sentido común que digamos, porque como jefe de Estado no debería expresarse de esa manera.
Lo que hace el mandatario es despreciar la política, que es, según la Real Academia, la “Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados”. Siglos de evolución para que el presidente de México decida que gobernar no es complicado.
Lo mas desconcertante es pensar que, de acuerdo con sus propios dichos, considerando que gobernar no tiene ciencia, el mandatario parecería no requerir la participación de ningún especialista para conducir el gobierno de este país. Seguramente para AMLO no hay ciencia en tomar decisiones sobre los temas que requieren atención urgente.
Aquí hay que dejarse llevar por la intuición, por el sentido común y sobre todo, por las opiniones y decisiones de una sola persona, que por lo que se ve, no se está comportando como un líder capaz de aprovechar las habilidades de sus colaboradores para organizar un gran equipo, sino que está actuando como un fallido director de orquesta que en lugar de tomar la batuta, se quiere sentar a tocar cada instrumento porque total, hacerlo no tiene gran ciencia.
Lo más lamentable es pensar que este 1 de julio se cumplen apenas siete meses de un gobierno cuyo principal responsable, efectivamente, demuestra que trabaja como un rey chiquito que habla y resuelve todos lo problemas de los súbditos que con tener lo elemental se sienten contentos, y no en un país donde millones de personas reclamamos soluciones a problemas que, perdón si insisto, sin ciencia y con ocurrencias no se resolverán jamás.
[1] Disponible en https://www.msn.com/es-mx/video/soccer/no-tiene-mucha-ciencia-gobernar-amlo/vi-AADqIsL
[2] Disponible en https://elbigdata.mx/mexico/exhiben-malas-calificaciones-de-lopez-obrador/