Bulling escolar
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Se ha puesto de moda y amenaza con volver con más fuerza ahora que empieza un nuevo ciclo académico. La violencia parece campear por el país, y se ha extendido incluso a los planteles escolares.
El bullying no es otra cosa que el acoso de estudiantes contra estudiantes, algo no nuevo, desde luego, pero que ha alcanzado tonos poco convenientes que deben ser evitados cuanto antes en los centros de estudio.
Las formas de acoso son diversas: el bloqueo social es una de ellas –los pequeños grupos o bandas al interior de las escuelas, se unen entre sí escogiendo a sus víctimas, para quienes el estudio se convierte en sinónimo de pesadilla continua- Otra manera de ejercer presión es el hostigamiento, que se manifiesta como acoso sicológico de muy mala manera: desprecio, odio, ridiculización, burla, crueldad y menosprecio.
La coacción es parte de este tipo práctica, y se refiere a obligar a la víctima a hacer cosas en contra de su voluntad. Las lesiones a la personalidad del muchacho o de la chica que son objeto de esta rastrera forma de acoso, son a veces de largo plazo.
El bullying incluye la intimidación, la amenaza a la integridad, el acoso sexual y la extorsión. Si se permite que esos grupos de estudiantes “tomen el mando” en la escuela, muy poco podrán hacer más tarde las autoridades para contrarrestar los daños causados por esta cruel manipulación.
Este es un llamado a tiempo, para los maestros, que deberán agudizar su intuición a fin de detectar estas situaciones –a veces soterradas- entre sus alumnos. Para los padres de familia, que habrán de estar atentos a los cambios en el comportamiento de sus hijos y revisar su desempeño escolar metódicamente, y para los alumnos: para unos, los victimarios, a fin de recordarles que la agresión y el odio escalan y que no podemos reproducir en los centros del saber, conductas nocivas como las que parecen inundar nuestras calles. Finalmente, a las víctimas dedicamos esta editorial: para que se cuiden, para que denuncien los abusos que se cometan en su contra, para que se valoren a si mismos y para que cuenten con nosotros, su periódico, para investigar periodísticamente y para ser su voz –si se precisa- . .
Porque la paz empieza desde dentro de cada uno de nosotros, y se construye en los telares de los hogares y de las escuelas. Para México queremos la paz, la de verdad, la que se finca en cada uno de nosotros y en nuestros espacios cotidianos.