Secuestro repercute en migrantes; temen regresar a México
Al hermano de «Irene» lo desaparecieron hace dos años. Al primo de «María» lo secuestraron y tampoco han vuelto a saber de él. Por el sobrino de «José» están pidiendo un millón de dólares. El rancho de «Ignacio» está en poder de Los Zetas. Y del hijo salvadoreño de «Mercedes», que cruzaba como migrante por México, ya no se supo más.
Ellos, que por temor no revelan sus nombres verdaderos, son solamente algunos de quienes padecen en Estados Unidos la violencia que mortifica a México.
Las historias de familiares secuestrados, asesinados o desaparecidos son ya comunes entre la comunidad mexicana radicada en Los Ángeles, y muchos de ellos prefieren no regresar más a su país.
Miedo, terror, preocupación, coraje, tristeza, pero sobre todo impotencia es lo que dicen experimentar por la situación que sus familiares allá y ellos desde acá están padeciendo.
«Ya me harté de lo que está pasando», dice Irene. «Hemos gastado miles y miles de dólares, he viajado a todas partes en México, Guadalajara, Guerrero, Tijuana, para buscar ayuda, y es algo frustrante, y no lo estoy viviendo yo sola, sino muchas familias».
«Nos afecta económica y emocionalmente, yo estoy yendo a terapia, mi madre está deshecha… la violencia también la estamos viviendo aquí, porque la familia está allá, y somos miles», reclama.
Desde 2004 María prefiere ya no ir a Zacatecas, donde secuestraron a su primo y las autoridades nunca hicieron nada por investigar el caso.
«Yo hablé con la gobernadora de Zacatecas, hablé con el procurador de México, pero no hicieron nada», asegura María. «Los reportes que archivó mi tía los desaparecieron, y mi familia tiene mucho miedo y prefieren no decir que tiene familia en Estados Unidos para no volver a ser víctimas».
El primo de María fue secuestrado cuando visitó Zacatecas en su camioneta que llevaba placas de California y la cual tenía localizador satelital.
«Fui con la Highway Patrol para tratar de localizar el carro y la verdad recibí más atención de ellos que de todas las autoridades en México», dice decepcionada de los gobernantes mexicanos.
La familia de José recién viajó a México para tratar de averiguar el paradero del sobrino, luego de que recibieron una llamada de supuestos secuestradores que están pidiendo un millón de dólares de rescate.
Están nerviosos y temen de cualquier voz que escuchan por el auricular, y para evitar poner en peligro a su familiar, prefieren guardar silencio.
El caso de Mercedes es como el de muchos centroamericanos y sudamericanos, quienes han perdido a sus familiares en su paso por México.
Hace más de dos años su hijo desapareció cuando salió de El Salvador rumbo al norte, en busca de un futuro mejor, porque en su país no encontró oportunidades, pero en México le perdieron la pista.
En esa búsqueda constante, Mercedes parece también perder la razón. El caso de Ignacio se repite en el México rural del centro y norte de México.
Él tiene o tenía un rancho en Zacatecas que fue invadido por miembros del grupo criminal Los Zetas.
«Los Zetas llegan cuando quieren y es un problema en el que el mismo gobierno está metido», dice con angustia. «Llegan armados y no hay manera de combatir con ellos… puedes manifestarte, protestar, pero al gobierno nomás le da risa, dicen que están combatiendo».
Las veces que han podido ir a visitar el rancho, cuando saben que no están Los Zetas, dice que han encontrado tambos con cuerpos deshechos
«¿Que qué es lo que siento?… Siento impotencia, me da tristeza… y resignación
La opinión