Tres propuestas para combate contra monopolios anunciado por EPN

JOSÉ NARRO CÉSPEDES *

El discurso es limitado siempre por la realidad y este es un hecho al que tendrá que enfrentarse el hoy Presidente Electo de México, Enrique Peña Nieto.

En su gira por Europa, el priísta se ha desenvuelto, creyendo que en el extranjero no conocen la realidad socio-política mexicana y esperando que ignoren que su llegada a la titularidad del Poder Ejecutivo nacional se dio en medio de un gran fraude y con el compromiso con los poderes fácticos nacionales.

Para muestra, vimos con gran sorpresa su compromiso para dar un “combate frontal de las prácticas monopólicas en el país a fin de alentar la libre competencia”.

Según refiere la prensa nacional, Peña Nieto no descarta recurrir a los tribunales especializados para acabar con las prácticas monopólicas y favorecer la equidad entre los sectores económicos nacionales.

¿A quién llevará a los tribunales? Tenemos, como punto de partida tres propuestas:

Primeramente en el sector de las telecomunicaciones, el dominio monopólico que ejercen las empresas de Carlos Slim de telefonía e internet, le han costado a los mexicanos, en promedio, el 2,2% del Producto Interno Bruto cada año en la última década, en comparación con una situación en la hubiera habido libre competencia.

Es decir, para el bolsillo de cada usuario de los servicios de telefonía fija, de telefonía móvil o de conexión para el internet de las empresas de Slim, el sobreprecio que el monopolio puede imponer a sus usuarios es exactamente igual a un impuesto como los que cobra el gobierno, excepto que lo recaudado por ese gravamen va a la cartera del señor Slim y no al financiamiento del gasto público, como ocurre con los verdaderos impuestos.

Para ilustrar lo mejor posible de 130.000 millones de dólares que pagamos los usuarios de los servicios de Telmex y Telcel cada año entre 2005 y 2009, se trata del gasto anual del gobierno en la educación pública del país de preescolar hasta secundaria, o el presupuesto de una década entera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Como segundo monopolio a combatir habrá que manifestar el monopolio de Maseca sobre la industria de harina de maíz nixtamalizada, que se convirtió en la principal empresa de la industria para la fabricación de harina de maíz en México y el mundo, ya que se estima que abastece 70 por ciento de la demanda en el país, y produce 32 por ciento de las materias primas que consume la industria de la tortilla nacional. Adicionalmente, el imperio Maseca también controla 75 por ciento del mercado estadunidense, y absorbe 80 por ciento del centroamericano.

México se ha convertido en un país importador neto de maíz, pese a ser centro de origen de este cultivo y a su enorme tradición y cultura productiva maicera. Sin duda hay grupos de interés que resultaron y continúan siendo fuertemente beneficiados con el esquema “liberalizador” del maíz en México. Si bien los argumentos esgrimidos han girado en relación a criterios eficientistas de comprar barato antes que producir caro, de aprovechar las “ventajas comparativas” de nuestra economía y recursos disponibles, de la urgente necesidad de “liberalizar” el mercado nacional de maíz para responder a los retos globales, los datos indican que se ha forzado una inserción internacional a un esquema agroalimentario mundial donde grandes corporaciones trasnacionales y empresas “mexicanas” de gran tamaño y productores agrícolas estadunidenses han resultado ganadores del proceso y no sólo por el dinamismo de los mercados, sino por instrumentos de intervención pública que poco tienen que ver con el “libre mercado”. La contraparte del proceso han sido los efectos negativos sobre la producción nacional de maíz y en particular, sobre los pequeños agricultores, minifundistas y campesinos que establecen estrechamente diferentes tipos de vínculos con la producción de maíz.

Y como tercer monopolio a llevar ante los tribunales, el Presidente Electo Peña Nieto, debe pensar en el duopolio televisivo de televisa y TV Azteca, las cuales surgieron de generosas concesiones realizadas por gobiernos priístas (aunque parezca monopolio por la semejanza de contenidos, la falta de competitividad y las alianzas entre ambas empresas); las cuales acaparan el 98% del mercado, sin permitir a un tercero -o cuarto o quinto- que les haga competencia.

Sin mencionar el elevado costo de la publicidad transmitida. Habrá que mencionar que un anuncio de 20 segundos en horario estelar de Televisa cuesta alrededor de 278 mil pesos, en TV Azteca la tarifa es de 121 mil 472 pesos.

Estas dos empresas deciden lo que el grueso de la población de habla hispana (Televisa, la mayor cadena de habla hispana en el mundo) toda vez que producen y difunden la mayor cantidad de contenidos de espectáculos, noticias y deportes, los cuales responden a los compromisos adquiridos con los más poderosos grupos políticos y económicos del país.

El fundador de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo, incluso reivindicó el papel de esa cadena como un soporte del largo régimen del Partido Revolucionario Institucional, autocalificándose como «un soldado del PRI».

No hay que olvidar el papel que Televisa tuvo para construir y posicionar la imagen del priísta Enrique Peña Nieto.

Son sólo tres propuestas para iniciar la lucha que anunció Peña Nieto, aunque sabemos perfectamente que del discurso es difícil que se avance.

Los monopolios en México nacieron, crecieron y se fortalecieron con el PRI, lo demás es rollo.

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