#YoSoy132

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX *

La “pirruricracia” asalta el escenario. Los metrosexuales, las chicas Ibero, los “nice” de Santa Fe bien alimentados y bien pertrechados tecnológicamente, desafían al poder que los engendró. Y ante un auditorio de aromas Dolce&Gabanna, Chanel, Boss, Mont Blanc, Juicy Couture y Lancome, irrumpen el escenario repleto, casa de los jesuitas que fueron expulsados de España, México y otras latitudes, por sus subversivas convicciones, siempre apegadas a la educación y, desde luego, construyendo las conciencias de los hijos del poder.

Vicente Fox no es su mejor producto. Tampoco Josefina. Pero son los primeros egresados de licenciatura de escuelas privadas en México, que se atrevieron a aspirar a los altos cargos de la dirección política, y desde luego Peña, hijo de los señoriales del Opus Dei, del antiguo Instituto Panamericano de Humanidades, hoy Universidad, y nieto del IPADE.

Ante un festín político que poco les importaba, pero sintiéndose despreciados por la negativa original del pirruris de Atlacomulco para asistir a su Universidad, y por la postergación infinita de Josefina a sostener un encuentro con su comunidad, aplaudieron a rabiar a Andrés Manuel López Obrador. Se les olvidó que era naco y que ellos eran señoritos y lo aclamaron “¡Presidente!, ¡Presidente!”

En su propio evento, Peña fue despreciado, y su torpe equipo los calificó de porros y otros epítetos que nada les agradaron. Se desencadenó el escándalo. Jóvenes crecidos en los medios y en el Internet, respondieron con la bravura de un Miura con el #YoSoy132, obligando a Televisa en su tiempo AAA (que vale 40 mil dólares por 20 segundos de spots) a atragantarse con la foto, la credencial y la marca.
Nació así un movimiento anti PRI, replicado enseguida por otras universidades privadas, como un rechazo al sistema, a los medios y al stablishment, aunque ellos mismos sean parte de él. Se generó una ola “sesenta y ochera” que inocula a las universidades públicas, que en otras épocas eran las que infectaban el orden y el progreso porfirista de las escuelas privadas.

Hermoso movimiento natural, que nace en el preludio de la elección. Se agiganta: viejos sesentones, viudas, jubilados, partidos políticos… todos quieren montarse en la bella épica de los jóvenes. Estos sobreviven con dificultad, buscan su esquema de autogobierno y de toma de decisiones autónomas.

Hoy son un movimiento mundial. Le dan respiración boca a boca a la campaña de Andrés Manuel López Obrador, derrumban la de Enrique Peña Nieto y Josefina se convierte a partir de entonces en mera figura testimonial. El partido del Presidente pasa a ser tercera fuerza nacional y la izquierda en su obsoleta silla de ruedas, transita hacia la victoria en un país ansioso del cambio verdadero, y fatigado de un “más de lo mismo” que son el PRI y el PAN.

Hoy, la irrupción de la juventud es absolutamente necesaria. Las otras generaciones tenemos que darle paso a este nuevo aliento. No contaminemos el sentir de los universitarios. No estorbemos en la construcción del nuevo México que nosotros no pudimos edificar. Limpiemos los andamiajes que permitan el ascenso al poder de una nueva generación que reemplace los añejos esquemas de la izquierda, del centro y de la derecha.

* Político zacatecano

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