Crisis del modelo económico y sus efectos en nuestro campo
LUIS GERARDO ROMO FONSECA *
A partir del quiebre financiero internacional, no han disminuido las tensiones ni los sobresaltos en la economía mundial; en las últimas semanas, la incertidumbre en los mercados sigue en aumento y los indicadores financieros, de bienestar y empleo están lejos de mostrar mejoría alguna, por el contrario, empeoran. En Estados Unidos, por ejemplo, la generación de empleos está muy por debajo de las expectativas y de las necesidades de la población. En los últimos años, la industria tecnológica del país vecino ha perdido importantes ventajas para producir, obligándolo a trasladar su producción al extranjero -al continente asiático, principalmente- en busca de mejores condiciones dentro de la cadena manufacturera. Grandes empresas como Apple, por ejemplo, ya no perciben los mismos rendimientos y beneficios para fabricar en su país y han apostado por emigrar, lo que aumenta el desempleo: Apple emplea a 43,000 personas en EUA, 20,000 en el extranjero y 700,000 personas adicionales trabajan para contratistas de la firma en Asia, Europa y otras partes del mundo.
En Europa el desempleo también sigue acumulándose: los ajustes fiscales y financieros no han logrado sanear las economías de la región, sino que han producido el efecto contrario al agravar las propias condiciones económicas que supuestamente pretenden mejorar. En este sentido, Juan Somavia, secretario general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha dicho que las políticas de la eurozona son equivocadas y deben cambiar ante el riesgo de que la profunda crisis que sufre Europa desencadene un fenómeno de violencia social: “hay que abordar la cuestión de la consolidación fiscal, pero de una manera socialmente responsable”, porque “las consecuencias de la crisis están repartidas de manera “completamente desequilibrada”, con la ciudadanía que soporta la peor parte.
Lo más grave aún, es que la actual crisis económica puede representar una catástrofe para los jóvenes en países como España, Grecia e Irlanda, principalmente. En el caso de España, la tasa de desempleo juvenil cuadruplica la media mundial; evidentemente, se trata de un problema estructural de la economía que ya golpea con severidad a Europa: “estamos ante una crisis que puede llevar a una generación perdida o muy seriamente marcada. Se sabe que si no se comienza bien en el mercado laboral, si transcurre mucho tiempo antes de conseguir el primer empleo, esto influirá en el tipo de trabajo y en los ingresos por el resto de la vida”, según ha señalado el director del Sector Empleo de la OIT, José Salazar Xirinachs. No obstante, esta situación no es privativa de Europa, lo mismo ha sucedido en la mayor parte del mundo donde se han adoptado las políticas neoliberales a rajatabla; la pobreza, el desempleo y la concentración del ingreso han aumentado notablemente. Paralelamente, los servicios de salud, educación, bienestar social y recreación se han deteriorado; mientras que la economía informal y el subempleo, hoy en día proliferan como una válvula de escape ante la incapacidad de la economía para generar los beneficios indispensables a numerosas capas de la población.
En nuestro país, a lo largo de casi tres décadas de predominio del Neoliberalismo, los resultados tampoco han sido alentadores: el Producto Interno Bruto (PIB) sólo se incrementó 0.78 veces (78.1%), al crecer a una tasa media de 2.4% anual durante el periodo 1983-2006, lo que implicó un incremento acumulado de apenas 18.5% en el PIB per cápita, que creció a una tasa media de 0.7% anual. Así mismo, la inversión fija bruta per cápita solamente se incrementó a una tasa media de 0.5% anual y los salarios mínimos perdieron 70% de su poder adquisitivo, lo que ha implicado un retroceso respecto al valor real que tenían en 1946. A nivel social, el costo que hemos tenido que pagar es muy alto; más de 7 millones de mexicanos emigraron a Estados Unidos durante este periodo y ahora tenemos alrededor de 60 millones de pobres en México.
Justamente, en días pasados el consultor de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y autor de un estudio reciente sobre los efectos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en las economías de México y Canadá, Jaime Ros, reconoció que las expectativas iniciales sobre el impacto que tendría el TLCAN en la economía mexicana estuvieron muy lejos de cumplirse: de 1994 a la fecha, el PIB “no creció a las tasas auguradas y los salarios reales no aumentaron, más bien disminuyeron”. De acuerdo con las proyecciones realizadas a principios de la década del noventa, los salarios reales deberían haber subido en México; pero en cambio, de 1994 hasta el año 2010 experimentamos una caída anual de 0.17% en promedio, tomando como base el Índice de salarios, sueldos y prestaciones del sector manufacturero del Banco de México (Banxico).
Sin embargo, el sector más afectado por la firma del TLCAN ha sido el campo: a pesar de que el comercio agroalimentario de México con el mundo aumentó en un 12.3% promedio anual, a partir de la entrada en vigor del TLCAN; el sector agropecuario únicamente ha crecido en su conjunto a una tasa del 1.8% cada año. Al liberar de arancel las importaciones de maíz y de otros productos, como el frijol, el gobierno mexicano facilitó 2 mil 140 millones de dólares a las trasnacionales importadoras y productoras de nuevos granos. Como consecuencia, la producción de trigo se redujo en casi un tercio y la superficie cultivada cayó un 43%; la soya, que llegó a ocupar 500 mil hectáreas, ahora sólo cuenta con 88 mil.
La política agrícola y comercial llevada a cabo desde la administración de Carlos Salinas de Gortari hasta la actual de Felipe Calderón, ha obligado a los productores mexicanos a renunciar a sus cultivos, porque no pueden competir con sus pares norteamericanos debido a los elevados subsidios que éstos reciben y que representan hasta el 30% de sus costos de producción; mientras en México, apenas llegan al 9%. El propio Banco Mundial indica que el sector agropecuario nacional no está en condiciones de competir en el mercado a raíz de la liberación de aranceles y porque las políticas aplicadas en nuestro país durante los últimos 20 años, no han arrojado resultados positivos.
En definitiva, el modelo de comercio agroalimentario basado en exportaciones de bajo valor agregado y con altas erogaciones por insumos de importación, no impulsa el crecimiento regional ni sectorial; por el contrario, es una causa del estancamiento en el campo. Ahora México cuenta con un mercado interno muy debilitado para la producción agropecuaria que impacta en la caída en los empleos, en el deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores de las empresas agroexportadoras, en la desarticulación de la economía campesina de subsistencia y, lo más delicado, ha puesto al país en riesgo de perder su soberanía alimentaria.
Actualmente, la crisis en el campo alcanza niveles alarmantes por la falta de insumos y recursos para producir, también a causa de la peor sequía de los últimos 70 años que ha provocado la pérdida de miles de hectáreas de cultivos y de hatos ganaderos en el centro-norte de México.
Por lo que es urgente modificar la política agropecuaria del país, así como impulsar una revisión a fondo del TLCAN porque México tiene un problema muy importante, que es la demeritada agricultura nacional como consecuencia de políticas gubernamentales que “nosotros pensamos, como universidad, que es necesario revertir este modelo de producción de alimentos en México ya que genera contradicciones y favorece menos al agro mexicano”, tal como lo manifestó recientemente el rector de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco, Salvador Vega y León.
Finalmente, es evidente que si no cambiamos el modelo agrícola prevaleciente por esquemas agroecológicos, nuestro campo terminará de colapsar y en lo sucesivo, la falta de agua será un problema aún mayor; no sólo por el crecimiento demográfico y la sobreexplotación de los mantos acuíferos, sino por el uso inadecuado del agua en las tareas agrícolas, las fugas en redes de distribución y la falta de tratamiento del vital líquido.
* Diputado local perredista