La apuesta por la niñez es nuestra única alternativa

LUIS GERARDO ROMO FONSECA *

El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde: Gabriel Miró

El día de hoy, tenemos el gusto de festejar a nuestras niñas y niños en todos los rincones del país; sin embargo, lo hacemos en un marco donde perviven muchas formas de violencia contra ellos; el hambre, la violencia, el trabajo forzado y la explotación infantil, son una realidad que día a día vemos en semáforos, calles y banquetas de muchas ciudades de nuestro país; lo mismo que en el campo.

Sin duda alguna, esta lamentable situación opaca la celebración de este día y que debemos revertir, ya que hasta ahora no hemos logrado construir un escenario propicio para que la mayoría de las niñas y niños mexicanos tengan un desarrollo integral; ni siquiera satisfacer sus necesidades básicas de educación, salud, recreación, deporte y alimentación, pese a que el artículo 4 Constitucional así lo establezca. Como prueba, solo basta observar las estadísticas en México para corroborarlo:

La cifra de niños y adolescentes que trabajan en condiciones desfavorables va en aumento con el crecimiento de la pobreza. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), alrededor de tres millones de personas entre cinco y 17 años realizan alguna actividad económica. Al margen de las cifras oficiales, es muy probable que la cantidad mencionada sea mucho menor de la real, debido a que el gobierno federal, lo mismo que el resto de las instituciones gubernamentales, carecen de estadísticas o programas que den seguimiento a este fenómeno ante el crecimiento de pobreza de miles de familias en México.

El 48% de niños y adolescentes del total que trabajan en México lo hacen en el campo, al desempeñarse como jornaleros a cambio de un salario mísero de aproximadamente dos dólares diarios. Encima de ello, 1.2 millones de niños(as) han muerto a causa del hambre en los pasados 12 años, según advierte la Confederación Nacional Campesina (CNC).

Del porcentaje de las niñas y los niños que trabajan, 14% lo hacen en el comercio informal, un 4% en labores domésticas y el 20% en el ramo artesanal. En 64% de todos los casos no recibe salario y su situación es casi de servidumbre; a lo que se suma que, en muchos casos, los sitios de trabajo donde se desempeñan los menores, no les ofrecen ningún tipo de prestación laboral. Por supuesto, esta ilegalidad pone a los menores en situación de extrema vulnerabilidad.

Su ocupación pasa por una variada serie de actividades; desde funciones domésticas que no les corresponden a su edad, así como hacerse cargo del cuidado de la casa y a menudo de los hermanos -lo cual es particularmente grave en el caso de las niñas-, hasta en actividades de alto riesgo como la minería, en la que se emplean adolescentes en condiciones deplorables, pudiendo sufrir accidentes graves e incluso morir.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia  (UNICEF), ha detallado que las y los niños mexicanos también son explotados laboralmente como “cerillos”, vendedores ambulantes, cargadores, “franeleros”, “limpiaparabrisas”, lavacoches, entre otras actividades por que perciben menos de dos salarios mínimos. Cabe mencionar que las entidades federativas donde se ubica el mayor índice de explotación laboral infantil son Chiapas, Guerrero, Puebla y Veracruz.

Por nuestra parte, en Zacatecas la situación no es mucho mejor que en los estados mencionados; por el contrario, 60 mil 253 de menores trabajan en la entidad, es decir,  un 16.3% del total de niñas y niños zacatecanos de 5 a 17 años, lo que equivale a 5.6 puntos porcentuales arriba de media la nacional, según los datos más recientes de que dispone el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La mayoría de estos empleos, se concentra en actividades agropecuarias, con 51.2%, seguido del sector terciario o de servicios con 37.7%, la industria con 9.8% y el restante 1.3% se encuentra en la categoría de no especificado. Desgraciadamente, el 32.6% del total de niños(as) que trabajan, no asiste a la escuela; el resto sí estudia, pero la mayoría de ellos se quedan sólo con la primaria y los que logran terminarla -una minoría-, dejan inconclusa la secundaria.

Así mismo, el INEGI reporta que en México trabajan más de 3.5 millones de niños en el rango de los 5 a los 13 años; quienes además, son los más afectados por la explotación laboral, sumado a que carecen de una alimentación adecuada y llevan una escolaridad irregular. Prueba de ello, el 3.6% de la población de ocho a 14 años no sabe leer y ni escribir, el 5.5% de quienes tienen 5 y 14 años no acude a la escuela. Sin embargo, esta problemática se agudiza en los niños(as) que habitan en las localidades más pequeñas y con mayor pobreza del país, donde el 7% son analfabetas.

La ausencia de una respuesta adecuada del Estado a la atención de los niños; que están creciendo en un entorno de miseria, violencia y abusos, debe llevarnos a reflexionar sobre la conveniencia de prolongar un modelo de nación abiertamente excluyente, agresivo e inhumano con las niñas, los niños y los adolescentes. La ausencia de acciones gubernamentales en su apoyo ha propiciado que una gran cantidad de ellos que viven en la pobreza, hayan optado por sumarse a las filas de la delincuencia organizada como “jornaleros” del narcotráfico. En México existen más de 7 millones de adolescentes que ni estudian ni trabajan (generación NINI); jóvenes que se encuentran atrapados entre la falta de oportunidades, la violencia y las carencias, situación que los ha vuelto presa fácil de la delincuencia organizada.

Gracias a esta lamentable combinación entre crisis, pobreza, rezago educativo y violencia desatada, en el marco de la “guerra” contra el narcotráfico como el eje de gobierno del presidente Felipe Calderón, cada día se presentan una cantidad insólita de asesinatos en todas partes del territorio nacional. Lo más desafortunado es que, gradualmente, este caudal de muertes se ha vuelto una normalidad dentro la vida cotidiana nacional, sobre todo para los niños y los jóvenes.

Además, la impunidad parece ser la norma en México, ya que solamente en contadas ocasiones se llevan a cabo las investigaciones correspondientes para averiguar quienes perpetraron esas muertes y, consecuentemente, aplicarles su respectivo castigo. Las autoridades de todos los órdenes de gobierno, tampoco nos aclaran con precisión el número y los nombres de quienes mueren; lo que sí sabemos, es que en su gran mayoría se trata de jóvenes de entre 15 y 20 años de edad. Ante esta situación, el gobierno federal se ha limitado a señalar que son sicarios y por esa razón corrieron tal suerte fatal; como simples despojos de un país en el cual no tienen cabida estos jóvenes.

Sin embargo, una buena cantidad de estos jóvenes también pertenecen también a los cuerpos de seguridad del Estado: militares y policías federales,  ministeriales, municipales y estatales. Los ejércitos de las diversas bandas delictivas, al igual que los cuerpos de seguridad del Estado, están formados por hombres jóvenes: que son los que mueren o quienes abarrotan las cárceles del país.

Finalmente, no me queda más que insistir en que los niños y los jóvenes, está la solución a todos nuestros problemas; su cuidado, su sano crecimiento y su educación son los elementos esenciales para convertir a México en un país próspero y justo; de no asumir esta responsabilidad medular, terminaremos prolongando un modelo de sociedad decadente y sin futuro.

* Diputado PRD

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