Educación y empleo para los jóvenes; requisito para el desarrollo
LUIS GERARDO ROMO FONSECA *
Es evidente que la falta de oportunidades es quizá el problema principal que afecta a los jóvenes, así como la oferta de trabajo de baja productividad y salario que no les garantiza un nivel de vida digno. Hoy en día, de los 16 millones de jóvenes que tenemos en el país en edad de trabajar, 1 millón y medio no encuentran una oportunidad de empleo; más de la mitad de los desempleados actuales tiene entre 14 y 29 años de edad, siendo el grupo de entre 20 y 24 años el más vulnerable, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Tan sólo en la década pasada, la tasa de jóvenes sin empleo se duplicó a casi el 10.3% en México, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El nulo crecimiento económico en México ha generado un mercado laboral cerrado que ha puesto a los jóvenes en una situación muy complicada para conseguir trabajo; incluso para los que cuentan con formación académica competente, situación que los orilla a considerar la opción del trabajo informal y, desgraciadamente, hasta la posibilidad de participar en actividades delictivas: “ahí ven un ingreso, y no cualquiera, sino una entrada económica ‘atractiva’”, así lo expresa Berenice Espinoza, psicóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y experta en orientación vocacional.
Brindar educación, salud y trabajo a los jóvenes mexicanos, representa una obligación del Estado; sin embargo, en la vida cotidiana éstos se enfrentan a un sinnúmero de adversidades: de entrada, al solicitar un empleo les exigen contar con cierta experiencia, lo cual les quita oportunidades de conseguirlo; y si logran contratarse, los salarios que les ofrecen son muy bajos y sin las prestaciones debidas y, con frecuencia, el pago de horas extras es inexistente.
La Constitución señala que el sueldo mínimo tiene que ser suficiente para cubrir las necesidades de una familia; sin embargo, esta condición no se cumple. Prueba de ello, lo observamos en las tasas de marginación que han alcanzado un nivel verdaderamente alarmante: prácticamente, la mitad de las y los mexicanos de entre 15 y 19 años se encuentran sin empleo y sin acceso a la educación, tal y como lo ha informado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En este sentido, Anne Sonnett, investigadora de dicha organización, advierte que: “estamos hablando de una generación que se quedó atrás”.
Por su parte, el Premio Nobel de Química, Richard Ernst, lamentó que en México los ciudadanos enfrentan una riqueza sin sentido y una pobreza “desesperada”, situación que ha venido a la alza durante los últimos 10 años. Así lo confirman los números de la OCDE, al señalar que los mexicanos trabajan más tiempo y son los que menos ganan de los países que integran dicha organización. Razón por la cual, Ernst exhortó a crear un nuevo modelo económico, político y social que permita “reparar a la sociedad, en colaboración mutua”, pues para abatir la pobreza es necesario apostarle a la educación, formando líderes que trasciendan a la sociedad, la industria y la ciencia.
Durante su conferencia “Responsabilidad académica y nuestro futuro” en la Universidad de las Américas de Puebla, el químico suizo también sostuvo que en México, las empresas pagan bajos sueldos como una estrategia para garantizar la riqueza entre unos cuantos, en lugar de beneficiar a la mayor parte de la población trabajadora. También señaló que la educación es la única manera de generar más tecnología y conciencia para los problemas más importantes del país.
Desafortunadamente, en nuestro país las cifras nos muestran un panorama desalentador: al día de hoy, alrededor del 74% de la población económicamente activa sufre de rezago educativo. Hasta el año 2008, 33 millones 429 mil 100 personas padecían de este problema; es decir, casi el 44% de la población de 15 años y más, y 74% de los 45 millones 200 mil personas que conforman la población económicamente activa. Respecto a ello, el director general del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), Juan de Dios Castro Muñoz, reconoció que la cifra oficial en cuanto al rezago educativo, actualmente es de 5.3 millones de personas analfabetas; 10 millones sin primaria y 16 millones sin secundaria. Vale la pena destacar que el sector más vulnerable es la población indígena que apenas cursa 1.5 años en la escuela, mientras que a nivel nacional el promedio alcanza los ocho años.
Cifras del relator especial sobre el Derecho a la Educación de la ONU, Vernor Muñoz Villalobos, así como de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), indicaban que hasta el año pasado, México ocupaba el lugar 55 a nivel mundial en el índice Educación para Todos, que mide el acceso a los servicios educativos. De acuerdo con este informe, nuestro país detentaba el nada honroso lugar 65 en la cantidad de alumnos que alcanza el quinto grado, y el 66 en alfabetización para adultos. Mientras que en el acceso de las mujeres a la educación, estaba en la posición 58. El relator especial advirtió que en México existen grandes asimetrías estructurales y desigualdad en la educación: “el país enfrenta dos grandes retos: abatir la exclusión que genera el propio sistema educativo y elevar la calidad”.
En Zacatecas no escapamos a esta severa problemática: existen 496 mil 479 personas de 15 años o más en circunstancia de rezago educativo en el estado, según datos oficiales del INEA/2012. Así mismo, 193 mil zacatecanos de 15 años y más no han culminado su instrucción primaria; a lo que se suman 245 mil personas -en el mismo rango de edad-, no han terminado su enseñanza secundaria. Además, el 48.6% de la población de este mismo segmento de edad, padece rezago educativo -tan sólo en los niveles de escolaridad básica-, lo que implica la permanencia de procesos de alta y profunda exclusión de miles de jóvenes zacatecanos, que año con año, se ven impedidos de acceder a una oportunidad en educación media superior y superior.
Como punto de partida para revertir este gran rezago, Richard Ernst esbozó algunas pautas de solución para reivindicar el camino de México, partiendo de resolver nuestros problemas en materia educativa; además de implementar valores como la ética y una mejor distribución de los bienes y los recursos financieros con los que cuenta el país.
Un pueblo con rezagos educativos de tal magnitud, con tanta marginación y pobreza, corre el riesgo de convertirse en una sociedad altamente proclive a ser arrastrada por los procesos de violencia criminal. Motivo por el cual, necesitamos equilibrar las grandes asimetrías en la distribución de la riqueza, mejorar nuestros niveles educativos y abatir el rezago existente en la materia, así como integrar plenamente y con equidad a los jóvenes dentro de los procesos productivos. Es fundamental concebir los programas educativos de manera integral; desde los materiales y textos escolares, hasta la capacitación y estímulos para los docentes, pasando por inversiones en infraestructura, fortalecimiento institucional y generar un mayor compromiso de la comunidad y de las familias con el proceso educativo.
Para concluir, este gran desafío sólo podremos solventarlo a partir de un modelo de nación incluyente y en el cual, el Estado invierta en la gente y sea el principal promotor del desarrollo a través de políticas públicas transversales, cuyo objetivo sea dotar de oportunidades a todos los sectores sociales y sacar del atraso a quienes se encuentran en la marginación. No podemos orillar a millones de jóvenes mexicanos a una vida sin expectativas, ni oportunidades para su superación; y por supuesto, la educación, la ciencia y la cultura son las principales palancas de desarrollo de cualquier pueblo. Como atinadamente afirma el rector de la UNAM, José Narro Robles: nuestro país “requiere ciencia y tecnología propias, porque seguir dependiendo de lo que viene del extranjero es condenarnos a la mediocridad, y a ser una nación maquiladora, a sacrificar soberanía y a hipotecar parte del futuro de México”.