La “Caravana del hambre” y la soberanía alimentaria
LUIS GERARDO ROMO FONSECA *
El 2012 representa un año de grandes retos para el país en materia económica y alimentaria; tenemos frente a nosotros una pérdida en la capacidad de compra de la población, el desempleo, un incremento notable de los productos de la canasta básica y la fluctuación del peso frente al dólar.
Desafortunadamente, estos factores han encarecido productos alimenticios de importación como el pollo, así como algunos cereales que forman parte de la canasta básica.
En este punto, basta observar que tan sólo de diciembre del 2011 a la tercera semana de enero del 2012, el precio de la canasta básica en el país se incrementó entre el 19 y 30%.
De esta forma, mientras en el último mes del año 2011 la canasta básica podía adquirirse con 382 pesos, hoy se compra con 454 y en algunos puntos del país hasta con 511.
Ahora estamos padeciendo las consecuencias de los efectos del cambio climático: heladas atípicas y la peor sequía en 70 años en más de la mitad del territorio del país, lo que ha puesto al campo en quiebra o al borde de ella.
La producción agropecuaria nacional está devastada: La cosecha de maíz se derrumbó el año pasado, ya que se esperaba una producción de 23 millones de toneladas y apenas se van a obtener alrededor de 19 y medio millones; sumado a ello, ya se están registrando una serie de brotes de hambruna en diversas partes del país y, dada la respuesta insuficiente y mezquina del gobierno federal, el pronóstico para el presente año es de carencias alimentarias.
Esto a causa de que los precios de los productos alimenticios no han dejado de subir; de seguir bajo el mismo esquema, tendremos importaciones masivas de alimentos aún en mayor medida que las actuales.
Sin embargo, cabe recordar que la sequía y las heladas son un elemento más de la crisis agrícola, porque el abandono del campo mexicano tiene décadas; sus problemas se hicieron patentes desde mediados de la década del sesenta.
Hasta ese momento, el sector agropecuario había mostrado cierto dinamismo y representó uno de los factores determinantes para que fuera posible el denominado “desarrollo estabilizador” en el país.
Razón por la cual, podemos afirmar que la crisis estructural del campo que ahora se agudiza por la sequía, tiene ya cerca de 40 años.
Justamente, el día de ayer, organizaciones campesinas integrantes de la “Caravana del Hambre”, acusaron al gobierno de Felipe Calderón de mentir sobre la efectividad de las acciones para mitigar los efectos de la sequía. Los campesinos demandan un acuerdo para atender la grave situación y que se declare emergencia nacional; además, proponen usar de manera urgente los recursos del Programa Especial Concurrente, concretamente, los 38 mil 300 millones de pesos del Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA).
También advirtieron que “de no convocar a todos los actores a pactar acciones que garanticen una producción suficiente para el próximo ciclo agrícola, habrá estallidos sociales en el país”.
Un pronunciamiento de esta naturaleza, no puede sino ser un serio llamado de atención a las autoridades de todos los órdenes -principalmente al gobierno federal-, para que modifiquen su sus esquemas de atención al campo.
Paralelamente, en ese mismo sentido se manifestaron recientemente expertos en seguridad alimentaria de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), al sostener que: “México sí puede llegar a ser un “Estado fallido” si no atiende urgentemente el problema de la seguridad alimentaria, pues ya estamos perdiendo la carrera entre crecimiento de la población y producción de alimentos, lo cual se agravará debido al cambio climático”.
Esta dura advertencia es un claro reflejo de la grave crisis que atraviesa el campo mexicano y la endeble capacidad productiva para garantizar la soberanía alimentaria en el país; es evidente que estamos perdiendo la carrera entre producción de alimentos y crecimiento de la población.
Hoy en día, México importa prácticamente el 50% de sus comestibles, de los cuales más del 70% provienen de Estados Unidos, según datos del propio Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). Así mismo, esta dependencia gubernamental señala que en México, la importación de alimentos para cubrir la demanda pasó de 10% en la década de los ochenta, a una tasa de entre 40% y 50% actualmente, de los cuales 73% provienen del vecino país del norte.
Según la USDA, el volumen de las ventas estadounidenses a México de granos duros como maíz, sorgo, cebada, centeno y avena podría aumentar en 60.6% para ubicarse en 16,7 millones de toneladas hacia 2020.
Lo más preocupante es que de no frenarse la tendencia alcista de precios en los alimentos, esta cifra se incrementará aún más en el corto plazo; lo que pone de manifiesto la obsolescencia de los esquemas agropecuarios del Estado mexicano para impulsar al sector primario mexicano.
Somos deficitarios en producción de alimentos como el maíz, con 10 millones 425 mil 668 toneladas; trigo con dos millones 910 mil 949 toneladas, sorgo un millón 422 mil 263 toneladas y frijol 115 mil 540 toneladas, que se traduce en un déficit total de 14 millones 874 mil 420 toneladas de granos básicos.
Actualmente, para abastecer la mayoría de los alimentos de alta demanda en nuestro país, tenemos que recurrir a las importaciones: 67.9% del arroz que consume la población; el 42.8% del trigo, 31.9% del maíz y 8.2% del frijol; es decir, que México sólo es autosuficiente en la producción de huevo, según datos del especialista del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP).
En lo que concierne a las importaciones de ganado, traemos del exterior un 40% de la leche que consumimos, 53% de la carne de aves, 68% de la carne de res y 78% de carne de cerdo, según lo dio a conocer el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Hugo García investigador del Colegio de México (Colmex), asegura que con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), México dejó de producir en la década de los noventas, lo necesario para cubrir la mayor parte del consumo nacional, es decir, que en el sexenio salinista se modificó el concepto de soberanía alimentaria por el de seguridad, sobre la base del principio de ventajas comparativas; asegurando que encontraríamos en el mercado mundial granos más baratos para cubrir la demanda de los mexicanos. Cosa que definitivamente no ha ocurrido. Es evidente que ya no podemos seguir apostando a las importaciones sin mejorar la competitividad de la producción nacional de alimentos, porque ha puesto al país en una situación más vulnerable a los cambios de los precios mundiales, que repercuten nítidamente en los precios de la canasta básica.
Por nuestra parte, es bien sabido por todos, la gravedad de la crisis agropecuaria por la que atraviesa Zacatecas: Se han perdido miles de cabezas de ganado, las reservas de agua están agotándose y la agricultura está agónica.
En particular, la zona frijolera del estado se encuentra en grave riesgo ante la sequía, al igual que la ganadería por la insuficiencia de los forrajes; lo que junto con la poca generación de empleos y el estancamiento del aparto productivo, han provocado que existan brotes de hambruna en nuestro estado.
Por último, vale la pena insistir en que antes de emprender cualquier actividad de apoyo institucional para el medio rural, lo primero que debe considerarse es a quién o a quiénes se pretende beneficiar o atender con la aplicación de cualquier programa de apoyo. Esto último, debido a que coexisten en el campo tres grandes grupos de productores: los altamente modernizados y tecnificados, es decir, los productores agroindustriales a gran escala; los agricultores que requieren de apoyos para producir y aquellos que, por una u otra razón, no tienen recursos y producen de manera precaria: los pobres del campo.
En consecuencia, la cuestión de fondo tal y como lo precisa el Investigador Carlos Manuel Castaños, radica en “la búsqueda conjunta para lograr la autosuficiencia alimentaria rural, como el primer paso para alcanzar la soberanía alimentaria”.
* Diputado Local