La Segunda Oportunidad como relato
En anteriores entregas he explicado el programa de “Segunda Oportunidad, todos los niños en la escuela”, a nivel de su diseño como política pública. También lo ha hecho Luis Barquera en sus artículos semanales.
En esta ocasión, sin embargo, me gustaría explicar el por qué esta idea ha terminado por convertirse en una obsesión para un servidor, más allá de las cuestiones técnicas. Alrededor de la Segunda Oportunidad he decidido construir mi narrativa para participar de la vida pública de Zacatecas por varias razones.
Una primera razón es por la forma en que se construye. La Segunda Oportunidad surge como una iniciativa que se asume como ciudadana pero que no renuncia a ser política. No es una “exquisitez” intelectual sino activismo puro. Los miembros de ODISEA A.C. han decidido dar ese paso que muchas veces limita a las organizaciones de la sociedad civil: debatir con los políticos, cabildear, hacerlo de forma transparente.
No hay predicadores de la Segunda Oportunidad sino promotores. No hay dogmas sino ideas que se discuten. No se ve a los actores políticos con desconfianza sino que se busca convencerlos. La Segunda Oportunidad no aspira a ser una victoria moral sobre la clase política; aspira a ser catalizador de una nueva mayoría política racional, con preocupaciones éticas y redistributivas.
Y es esta última parte la que realmente me parece novedosa: la de aspirar a construir una mayoría.
Cuando trabajé como director de La Jornada Aguascalientes, uno de mis primeros amigos en aquella entidad me lo resumió de forma ingeniosa: “El problema de quienes podríamos generar un cambio aquí es que, básicamente, todos somos islas”. Mi respuesta fue que entonces, tenía clara cuál era mi misión: “conformar un archipiélago”.
Eso es Segunda Oportunidad. En ella creemos activistas, funcionarios estatales, ciudadanos críticos, políticos de distintas filiaciones partidistas, académicos de diversas partes del país, jóvenes “tuiteros” y un Organismo Internacional de prestigio como UNICEF.
Personalmente, creo que la irrupción de las redes sociales en la vida pública de México debe aprovecharse para eso: para que conformemos mayorías con base a causas. No entienden el fenómeno aquellos que intentan ingresar a Twitter y/o a Facebook para “echar porras”, pues esa dinámica tiene un periodo muy corto de desgaste. La intensidad con la que fluyen las ideas en la era de la información exige que en el centro del debate estén las causas y alrededor de ellas se construyan nuevas mayorías.
Hace unos meses le pregunté a mis alumnos de preparatoria (todos ellos originarios de comunidades de Guadalupe), qué harían para que su comunidad tuviera más desarrollo.
Me sorprendió que más del 80% de las respuestas estuvieran ligadas a las tecnologías de la información.
Respuestas como “tener computadora”, “tener Internet en casa” y “que haya más ciber-cafés” predominaron sobre “nuevos centros de salud”, “pavimentaciones” e, incluso, sobre la mayor presencia policiaca.
Es increíble que las respuestas de los jóvenes, aparentemente simplistas, terminen siendo mucho más valiosas que las tradicionales. ¿Quién puede negar que a estas alturas sea mucho más importante tener a cien ingenieros y técnicos en una comunidad que pavimentar decenas de calles?
Y es precisamente esa la otra gran razón por la que la Segunda Oportunidad se ha convertido en mi relato: porque pone en el centro de la agenda el tema de la exclusión.
No solamente se trata de priorizar a los niños fuera de la escuela o en riesgo de estarlo, sino las condiciones sociales que esos niños representan.
Hablamos de niños que conviven con violencia intrafamiliar; de niños en condiciones de pobreza; de niños en situación de calle; de una buena parte de niños con capacidades diferentes. Son los que, debiendo ser “nuestros niños”, hemos decidido excluir.
Si algo define a México como país es la exclusión. Se excluye a las mujeres, a los adultos mayores, a las personas con capacidades diferentes y a los niños. Se excluye por razones de ingreso, raza, preferencia sexual y apariencia física.
Segunda Oportunidad significa inclusión. Significa la posibilidad de que vayamos por quienes hoy no tienen futuro y les ofrezcamos destino, para que luego ellos terminen ofreciéndonoslo a nosotros.
Es tiempo de que en México entendamos que nuestro destino está amarrado al de nuestros niños excluidos, porque el axioma aplica también en sentido inverso: si no hay futuro para ellos, tampoco habrá para nosotros.