A propósito de presupuesto y descomposición
La única manera de que una posición crítica avance en política es que encuentre un “ritmo” (lo que los anglosajones llaman timing) adecuado.
Me refiero a que no solo importa tener la razón, sino interpretar de forma adecuada la circunstancia en la que se vive y medir cuál es el mejor momento para expresar esa posición crítica.
Eso no quiere decir que la acción política deba ser oportunista, ni mucho menos. Algunas veces, aunque sea a destiempo y las condiciones no sean las adecuadas, más vale anteponer los principios y las convicciones que cargar con una decisión que alterará tu esencia de forma definitiva.
Me refiero, más bien, a que la estrategia termina siendo una parte fundamental de la ética en la política. Que tus luchas y batallas sean las adecuadas es lo más importante, e inmediatamente después de eso, importa que esas luchas y batallas generen resultados concretos.
Esta reflexión la hago en razón de todas las discusiones que en días pasados se han gestado, tanto a nivel federal como local, sobre la construcción de los presupuestos públicos. Aparte de defender una posición que, para mi gusto es la correcta, creo que es el mejor momento para que la ética sea el centro del discurso público.
Y es que, la descomposición que sufre la vida pública de México tiene en los procesos de construcción presupuestal uno de sus más vergonzosos arquetipos.
En el plano federal, el cinismo y descaro ha llegado a grado tal que los diputados se dividen bolsas: “tantos miles de millones para tales comisiones, tantos miles de millones para cada grupo parlamentario”.
Como lo que importa es “gestionar” para el distrito o para un determinado grupo de interés, la lógica redistributiva (que los recursos públicos favorezcan a quien menos tienen) termina enviándose al carajo.
Así, a los diputados federales no les importó recortar el programa social más redistributivo según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que es “70 y más” y que destina 6 de cada 10 pesos al 20% más pobre de la población.
Ah, pero eso sí, el populismo legislativo sí hace que los subsidios a la gasolina se mantengan y, en una buena parte de estados se derogue el impuesto a la tenencia, aunque sean impuestos que, en su mayoría, pagan los sectores más privilegiados. 5 de cada 10 pesos de impuestos en gasolinas y/o tenencia los paga el 20% más rico de la población.
Pero, volviendo al proceso de construcción presupuestal, todos estos argumentos terminan siendo irrelevantes, como decía, si lo importante es conseguirle al “amigo constructor” una obra millonaria o “gestionar” la remodelación de un estadio o la edificación de una alberca olímpica en el distrito.
Este proceso tiene años construyéndose, y no solo sucede en México. En Estados Unidos, a esa deformación presupuestal se le ha denominado “Pork Barrel” y es definido como “la contribución de dinero público que los miembros del Congreso tienen a disposición para financiar proyectos de interés local, y que utilizan para ganar votos”.
En Estados Unidos, incluso, hay un registro de todos los absurdos que gracias a esta lógica se han financiado con recursos públicos, dividido en 3 ejes: los disparates, los negocios privados y los excesos del propio congreso. Le cito tres ejemplos nada más: 144 mil dólares para ver si los pichones seguían las leyes económicas, 350 mil dólares para renovar el Salón de Belleza del Senado y 10 millones de dólares para la rampa de acceso a un estadio en Milwaukee. Si le interesan más ejemplos, puede verlos en: http://www.areddy.net/mscott/pork.html, o solo fijándose un poquito en cualquier presupuesto de egresos aprobado en México en los últimos años.
Por eso, ese lenguaje “políticamente correcto” en el que se habla de “gestionar” o “etiquetar” termina yendo, en realidad, en detrimento del interés general y beneficiando intereses particulares; sean de agentes públicos o privados.
En el caso de México, de hecho, la mayoría de los diputados federales ya cobran “comisión” a los gobernadores y presidentes municipales para “etiquetarles” recursos. También lo hacen “cabilderos” y “consultores” que solo fungen como intermediarios y que, de sus “comisiones”, gastan una parte en sobornar funcionarios públicos.
Y en el caso de los Congresos locales la lógica del “pork barrel” va hacia el mismo rumbo.
Si prospera lo que se decidió por la mayoría de mis compañeros, en una vergonzosa sesión privada, el año que entra el Poder Legislativo de Zacatecas contará con un presupuesto superior a los 328 millones de pesos. Solo como punto de referencia, usted debe tomar en cuenta que el presupuesto del Poder Legislativo en el 2009 fue de poco más 199 millones de pesos.
Si ya entonces se hablaba de despilfarro, obesidad burocrática, sueldos y gastos de gestión exagerados, imagínese usted en qué nivel estamos hoy, que nos “auto-asignamos” 129 millones de pesos más.
129 millones de pesos que equivalen, por ejemplo, a aproximadamente 80 mil becas que hoy la SEC no puede ejercer, o al financiamiento para los próximos 15 años del Programa “Segunda Oportunidad” que la Asociación Civil “ODISEA” (representante de UNICEF en Zacatecas) ha planteado.
Esa es la lucha que estamos dando. Espero sea el momento adecuado y que la sociedad se indigne frente a los abusos. Si no sucede eso, cuando menos habremos hecho lo correcto.
*Diputado local