El miedo a los Zetas

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Huejúcar, Jal.– Este municipio es territorio de guerra, como otras tantas comunidades en el norte de Jalisco. Basta asomarse a la plaza principal, la más alejada de la capital (240 kilómetros), para observar un panorama que tiene aterrorizados a los casi cinco mil habitantes en los límites con Zacatecas. Es el miedo a Los Zetas.

La gente se encierra en sus casas, hay muchos desaparecidos, algunos han emigrado, y la Policía Municipal está temerosa de un ataque más de este grupo criminal, cuya pugna se divide con sus rivales del cártel del Golfo, los militares y la Policía Rural de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Jalisco.

El que se aparece en el escenario es el Comandante 1, ropa camuflada de distintos grises, un AK-47 con cargador para 90 tiros, escuadra a la cintura, el rostro oculto tras una pañoleta con imagen de un esqueleto y fotos en su teléfono celular de lo que ocurrió el pasado viernes 23 de septiembre en este municipio. El último ataque de este cártel en territorio jalisciense.

“Venían por nosotros”, comenta el jefe del grupo que se encontraba a las 23:30 horas haciendo guardia en la plaza principal, cuando una veintena de camionetas rompió el silencio de la noche con ráfagas de ametralladora y otras armas con las que suelen quitar el sueño los integrantes del crimen organizado.

La voz grave de alerta salió de la radio en la camioneta blindada del comandante en turno. “¡Aguas, que viene un grupo armado hacia la plaza!” Los Negros, como se conoce a la Policía Rural de Jalisco —por la vestimenta oscura utilizada años atrás—, apenas y tuvieron tiempo de reaccionar. Por dos calles que dan a la plaza llegaron camionetas a alta velocidad con zetas que disparaban desde las unidades en movimiento.

El comandante señala con la diestra, sin separarse de su cuerno de chivo, hacia las paredes y ventanas de las casas aledañas, hacia los árboles, el quiosco, los postes, las camionetas del agrupamiento todavía estacionadas en aquel sitio. Todo con incontables orificios producto de aquella balacera infernal.

El Comandante 1 dice orgulloso que “ni una baja sufrimos aquella noche. Sólo un policía herido en una nalga. Fue un ataque de unos 25 minutos, con fuerte respuesta hacia Los Zetas. No pudimos contar a sus muertitos pero sé que sufrieron bajas, lo digo porque después del primer ataque hicieron una falsa retirada y sólo dieron la vuelta a la manzana para regresar con menos gente. Algunas ametralladoras empotradas en las cajas de las camionetas rebotaban al no tener ya quien las manejara”.

Se alegra el policía rural de que aquella tarde llegaran refuerzos, sin saber que horas más tarde habría un ataque más de quienes atraviesan los límites con Zacatecas, intentando imponer su ley en los municipios del norte de Jalisco, donde todavía no hay cártel que domine.

“Sólo estaba yo con mi grupo. Al parecer sus halcones (informantes) no se dieron cuenta de que llegaron más negros y les tocó llorar en su casa”.

Lo que ocurrió después de aquel enfrentamiento por casi media hora en Huejúcar fue la persecución a Los Zetas, quienes al verse vencidos escaparon hacia Zacatecas. A pesar de que los policías del estado no sufrieron bajas, fue imposible ir tras los criminales pues 15 camionetas fueron dañadas por tanto plomo recibido. Cuatro de ellas quedaron inservibles.

Dos días después el Comandante 1 platica con Excélsior y permite que se tomen fotografías de las unidades dañadas. “El blindaje te salva la vida, pero se fastidia con tanta refriega en unos cuantos minutos. Afortunadamente, los militares acudieron para apoyarnos y emprendimos la persecución con rumbo a Zacatecas”.

La persecución en la madrugada

El Comandante 1 platica el ataque como si fuera “de película”. Negros y militares partieron rumbo a Zacatecas, en la madrugada de aquel sábado 24, tratando de rastrear narcotraficantes heridos y escondidos en los municipios zacatecanos de Tepetongo y Jerez de García Salinas.

“Para que no les diéramos alcance pusieron a la mitad de la carretera una pipa. Más adelante hicieron lo mismo con un camión”. Ello impidió a los uniformados darles alcance a los criminales.

“Estaban tan furiosos por no poder hacernos daño que en Tepetongo se detuvieron para atacar el edificio de la Policía Municipal y sus unidades. Luego pasaron por Jerez, se metieron a una clínica donde secuestraron dos doctores, una enfermera y tres ambulancias. Se los llevaron para que curaran a sus heridos”. Un día después, el personal médico fue liberado.

De lo anterior, los habitantes de Tepetongo y Jerez de García Salinas prefieren convertirse en testigos de palo. Muchos son amigos y familiares de los miembros del grupo delictivo y prefieren hacerse invisibles para que no se tomen represalias hacia ellos. Los otros, los habitantes comunes, tienen miedo.

El Comandante 1 argumenta que el ataque no fue un caso al azar. “Venían por nosotros, por lo que les hicimos hace casi un año.” El uniformado se refiere al enfrentamiento de estos sicarios y su comando el mes de noviembre de 2010, que comenzó en el municipio de Colotlán y terminó en la carretera rumbo a Huejúcar.

“Esa tarde tomaron la oficina del director de Seguridad Pública de Colotlán, le quitaron su dinero, la pistola y le putearon la cara.” Los Zetas huían en tres camionetas hacia la carretera rumbo a Huejúcar cuando se toparon con Los Negros y se dio un enfrentamiento en la madrugada. El saldo fue de cinco sicarios muertos y cuatro detenidos. Los que salvaron el pellejo juraron venganza y el pasado 23 de septiembre lo intentaron en vano.

En esa ocasión se decomisaron cinco fusiles AR-15 calibre .223, seis fusiles AK-47, un fusil calibre .308, otro .762, una escopeta calibre .20, un lanzagranadas calibre .40, así como una camioneta Lincoln Navigator negra con placas de Estados Unidos, una camioneta Nissan Titán con permiso de Zacatecas, y una camioneta Nissan Titán 4×4 con placas de Durango.

Aunque esto es cosa de nunca acabar, ya que un “amigo” se presentó un día después del último ataque viernes 23 de septiembre para dejar un recado en la bitácora de la Presidencia Municipal. Fue a las 5:30 pm. El mensaje decía: “Tengan cuidado, cayeron sicarios y no van a estar tranquilos. Van a hacer daño”.

Al realizar un recorrido por la zona acribillada, Excélsior platicó con habitantes que viven cerca de la plaza. Una señora confiesa que ya nadie sale a las calles por miedo, que sólo se asoman para hacer las compras necesarias y que la comunidad se transforma en pueblo fantasma. Sucede todas las noches.

Trabaja con un doctor de Huejúcar, cuya casa muestra tantas perforaciones que son imposibles de contar al primer intento.

“Esa noche el doctor y su familia se fueron de visita a otra comunidad y yo me dirigí a casa desde las nueve de la noche. Vivo a un par de calles de aquí y desde allá se escuchó el tronadero de balas. Se escuchaban como palomitas de maíz en el aceite. Nadie se atrevió a asomarse.”

Al otro día, la empleada observó con miedo que toda la casa resultó dañada. “La alcoba del doctor está cruzando el patio y hasta allá hay agujeros. Si el doctor se queda esa noche en casa, ahorita lo estaríamos velando.”

Recuerdos en el celular

El Comandante 1 muestra en su teléfono la imagen de un zeta sin vida, producto de uno de los seis enfrentamientos que ha tenido su comando en 2011. También fotos de armamento decomisado: AK-47, M-16, Barrett M82, lanzagranadas, subfusiles MP5, granadas de fragmentación, chalecos antibalas, equipos de radio de alta frecuencia y camionetas de lujo. Además cientos de balas de distintos calibres.

Platica como anécdota que su camioneta perdió una rueda delantera de un “granadazo”, por lo que ahora tiene que hacer el viaje de regreso a Guadalajara en una unidad que no es la suya. “¿Miedo de morir cualquier día?, uno vive alerta, aprendemos a reaccionar sin perder la concentración y a salvar el pellejo. Algún día se nos acabará la suerte.” El penúltimo ataque lo tuvo por la comunidad de Tetilla, Jalisco, cuando se bajó de su unidad para orinar.

El Comandante 2 –aquel con quien Excélsior viajó de Guadalajara a Huejúcar– explica que no es la suerte la que tiene a la Policía Rural sin desventajas con el crimen organizado: “Tenemos el mismo armamento, suficientes balas, unidades blindadas, radio digitalizado, comunicación y apoyo con todos los mandos (Policía Municipal, SSP y militares). Pero también buena paga y cursos de supervivencia impartidos por policía colombiana, chilena, estadunidense y española. Cursos de reacción, combate y antiemboscada”.

Otra diferencia por esta zona es que Los Zetas ya no son aquellos ex militares que eran el brazo derecho del cártel del Golfo y que un día se separaron para conformar su propio imperio, imponer su ley, el secuestro, las extorsiones, el narcotráfico, el robo de camionetas de lujo y la muerte a los miembros de cárteles que osaran penetrar sus terrenos.

Hoy, por lo menos en Zacatecas, muchos de Los Zetas son jóvenes reclutados en las rancherías. También jovencitas que por mil 200 pesos a la quincena se prestan para hacerse halconas y algunas, las más atrevidas, en sicarias, que muchas veces terminan encarceladas o con una cruz en la frente.

Entre los últimos detenidos también hay adolescentes de Veracruz, Sinaloa y Guatemala. La mayoría con poca preparación académica que son captados con el ofrecimiento de hacer dinero fácil.

Existen Los Zetas ex militares que toman los mandos superiores y tienen el encargo de penetrar el norte de Jalisco y así ganarle la jugada a otros grupos delictivos como el cártel del Golfo y Jalisco Nueva Generación.

Están Los Zetas nuevos o kaibiles, ex militares guatemaltecos. Con un menor grado están Los Cobras, que son los que supervisan los puntos de venta de mariguana y cocaína, mientras que los halcones (los últimos en la escala del crimen organizado) son los informantes que por dinero se encargan de vigilar el paso de militares, policías y cárteles rivales.

No son pocas las veces que la “limpia de Zetas” corre a cargo del cártel del Golfo, grupo delictivo que fuera traicionado por los primeros y que incluso tiene comandos especializados en borrar del mapa a los de la última letra. Ambos quieren apoderarse del mercado tapatío.

El pasado martes 13 de septiembre, 70 sujetos armados se aparecieron en el municipio zacatecano de Juchipila. Llegaron en camionetas Lobo, Cherokee y Mazda, con placas extranjeras y ropa camuflada. Eran del cártel del Golfo y Cárteles Unidos que tomaron por unas horas la alcaldía y advirtieron que limpiarían la zona de Zetas.

Los criminales armados circularon por las calles principales del municipio, amedrentando a la población, lo que obligó a las autoridades a solicitar el apoyo del Ejército para garantizar la seguridad y tranquilidad en la zona. El gobierno estatal destacó que, a pesar de la fuerte presencia de narcotraficantes en el poblado, no se registraron disparos o agresiones directas a alguna dependencia, negocio o civil.

También es conocido por estos rumbos que Los Zetas y los del Golfo instalan falsos retenes en carreteras de Zacatecas y Jalisco. Suelen disfrazarse con chalecos de la AFI, realizan secuestros, roban camionetas de lujo y hacen otras fechorías. Siempre en complicidad con los halcones, personajes que parecieran estatuas de sal en escenarios fantasma.

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