¿Hay izquierda?

Es común leer a articulistas que están en el filo de la histeria; que critican consistentemente al “sistema” y, especialmente, al “modelo” de las últimas tres décadas. Es también común ver, escuchar y (pocas  veces) leer a políticos que se asumen de izquierda; que atacan el gasto en “la  alta burocracia” y que proponen un “cambio de modelo”.

Lo más raro es que ese no es un discurso minoritario, ni mucho menos. Está presente en una buena parte de la clase política mexicana y de la llamada “opinión publicada”.

Pero México es un país en el que pocas cosas suceden; y menos aún, suceden eventos y/o decisiones que reflejen el interés de las elites por modificar el rumbo de las cosas.

Hace unos pocos días, Enrique Alfaro (alcalde independiente de Tlajomulco, Jalisco) lo expresó con nitidez: “El peor riesgo que tiene este país es que nadie intente hacer algo nuevo para que las cosas cambien”. Y lo expresó, con la autoridad moral que le da encabezar el ayuntamiento que más incrementó su recaudación de predial y ser el primer presidente municipal en hacer un ejercicio real de revocación de mandato.

Calidad moral que, por cierto, le valió para ser orillado a renunciar al PRD, gracias a la exclusión y persecución sistemática que sufrió por parte del grupo político conocido como UdeG que encabeza Raúl Padilla.

Mientras tanto, legisladoras del PRD y el PRI en Zacatecas, aplaudían el jueves pasado una iniciativa que tiene por objetivo criminalizar a las mujeres que decidan interrumpir su embarazo.

De ahí la pregunta con la que he decidido titular al presente artículo: ¿Hay izquierda?, y me refiero específicamente a México y a Zacatecas: ¿Hay izquierda?

No pareciera, cuando a los actores políticos les da tanto miedo tomar decisiones de fondo como las que ha tomado Alfaro: empoderar al ciudadano frente a la clase política o cobrar impuestos a quienes más tienen (por definición, el predial es un impuesto progresivo, que termina generando beneficios a los estratos más pobres de la población).

La pregunta, aunque parece capciosa, busca deliberadamente discutir cuál ha sido el alcance de parlamentarios, funcionarios, alcaldes, gobernadores y líderes de opinión que en las últimas décadas han sostenido públicamente “ser de izquierda”.

¿Cuál ha sido su contribución? La defensa de las Universidades Públicas suele ser un buen ejemplo, pero no lo es si nos vamos a los datos duros. Y es que, en América Latina, más del 70% del gasto público en Educación Superior termina beneficiando al 40% más rico de la población, mientras que el 40% más pobre apenas capta un 10% del total de los recursos invertidos.

Obviamente, mi planteamiento no es eliminar universidades públicas, promover el florecimiento de las privadas ni mucho menos. Pero hay algo que evidentemente se hace mal para que persistan esos niveles de injusticia re-distributiva y debe de cambiarse.

Algo similar pasa con las pensiones, con algunos programas de transferencia directa (como el Procampo) y con los subsidios a la electricidad y las gasolinas.

De hecho, y para documentar nuestro pesimismo, el funcionamiento entero del Estado Mexicano tiene un pobrísimo impacto en la re-distribución, en lo que se refiere al gasto público.

El 10% más pobre de la población, por ejemplo, solo recibe el 11.6% de los beneficios del gasto público. Y las cosas no cambian mucho si ampliamos el análisis. El 50% de los mexicanos más pobre recibe apenas el 51% de los beneficios del gasto público.

Esos datos solo muestran la incapacidad política y técnica que hemos tenido para enfrentar en serio el problema de la desigualdad; y son datos que no son nuevos, ni se generaron a partir del “modelo neoliberal”, sino que hemos arrastrado desde que México es un país e incluso desde la época prehispánica.

Es increíble que en Zacatecas ningún gobierno municipal implemente políticas agresivas de recuperación de espacios públicos, ni programas sociales que sean re-distributivos en serio hacia grupos poblacionales como los adultos mayores o los alumnos de educación básica en riesgo de fracaso escolar.

Ni siquiera los que se dicen de izquierda y piden más dinero. Dinero que, cuando lo tienen, lo destinan a obras con costos inflados que solo invitan a sospechar sobre actos de corrupción en el proceso de licitación y ejecución de las mismas.

Un país en el que el gasto público se distribuye por igual entre ricos y pobres es un país en donde la izquierda no existe. Y para eso existen varias explicaciones: la incapacidad para pensar y diseñar, la hipocresía para declarar una pertenencia ideológica y la cobardía para tomar decisiones que afecten a grupos de interés. O bien, como en los exámenes de opción múltiple: el conjunto de las anteriores.

Parafraseando al ex presidente español Felipe González: basta de que la derecha gobierne el presente de México mientras la izquierda lanza miradas ambiguas hacia el futuro. Ya basta de predicar sin dar trigo.

El reto de las nuevas generaciones progresistas debe es que la izquierda se note menos en la tinta de los discursos y más en la realidad de los mexicanos. No se trata de ser moderno, ortodoxo, radical o moderado; se trata de modificar la vida de quienes menos tienen.

Por Jorge Álvarez Máynez, diputado local

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