Nuestro futuro como jubilados

A todos nos preocupa o debe preocupar el momento en que por motivos de enfermedad o vejez seamos incapaces de seguir trabajando como lo hemos hecho desde el inicio de nuestra vida productiva.

La mayoría de los países del mundo tienen sistemas que aseguran de una u otra manera que las personas sigan recibiendo algún ingreso después de terminar su vida laboral.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) publicó recientemente su estudio Panorama de las Pensiones 2011, que confirma señales que deben preocupar no sólo al gobierno mexicano, sino a todo aquel que reciba un salario.
Entre los datos preocupantes están que los trabajadores de nuestro país son de los que duran más tiempo trabajando después de la edad oficial de jubilación. Según la ley a los 65 años los trabajadores, sean hombres o mujeres, deberían estar jubilados. Sin embargo, siguen trabajando hasta después de los setenta años.
Lo sorprendente de la cifra es que los adultos mayores mexicanos trabajan hasta edades más avanzadas que los coreanos o japoneses. En esos países el factor determinante que les impide retirarse, es cultural. Deciden seguir trabajando porque es parte de una ética laboral muy arraigada. Sin embargo, en México nuestros viejos siguen activos porque no les queda otro remedio.
El porcentaje promedio de su sueldo con el que se jubila un trabajador mexicano que cotizó durante 25 años, es del 30.9 por ciento en el caso de hombres y 28.7 en el caso de las mujeres. El promedio de los países de la OCDE es de 57.3 por ciento.
Además su fondo de retiro apenas asciende a 52 mil dólares, mientras que el promedio internacional es diez veces mayor.
Ésto quiere decir que el trabajador de nuestro país tiene verdadero terror a que la edad o la enfermedad lo saquen del mercado laboral. Prefiere seguir productivo hasta donde le alcancen las fuerzas.
El modelo mexicano de retiro y seguridad social está privatizado prácticamente por completo, por lo que resulta el más barato de toda la OCDE. Mientras en promedio los países gastan el siete por ciento de su producto interno bruto en estos sistemas y, en general, en apoyo a sus adultos mayores, México únicamente destina el 1.4 por ciento.
Si continuamos sin cambio alguno en las leyes, en 2045, es decir, cuando nos acabemos el llamado bono demográfico, estaremos gastando 3.5, mientras que el promedio de los países de la OCDE gastarán 11.4 por ciento.
Curiosamente algunos economistas no se cansan de advertir que es necesario elevar la edad de jubilación y reducir el costo de las pensiones porque tienen un peso enorme en las finanzas públicas del país.
Lo que revelan estas cifras es que las pensiones en México no representan y no van a representar en un futuro, una carga desproporcionada sobre las finanzas públicas.
Las proyecciones catastrofistas que afirman la urgencia de otra reforma para reducir las pensiones de lujo de los trabajadores, no son otra cosa que mentiras las cuales, no se pueden sostener en ningún análisis serio.
Es importante que los tomadores de decisiones en nuestro país conozcan y sepan interpretar de manera adecuada los comparativos internacionales en materia de pensiones, para que no continúen su estrategia de desmantelamiento que puede tener resultados catastróficos en el futuro de todos.
Ni al interés nacional, ni al interés particular de cada trabajador, le conviene un país con ancianos viviendo en la indigencia, incapaces de sostenerse por si mismos y obligados a trabajar más allá de los límites que impone la propia naturaleza.
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