Aranceles, crimen y ‘otros datos’: ¿México ha cumplido o es un paraíso para los criminales?

RAFAEL CANDELAS SALINAS

No le creyeron, pero la reciente y muy anunciada decisión de Donald Trump de imponer un 25% de aranceles a los productos mexicanos desató una nueva controversia entre ambos países. Según el presidente de EE.UU., el gobierno de México mantiene una alianza con los cárteles de la droga y no ha hecho lo suficiente para frenar el tráfico de fentanilo y otras sustancias ilícitas hacia territorio estadounidense. En contraste, la presidenta Claudia Sheinbaum ha defendido su estrategia de seguridad, destacando cifras que, según ella, demuestran avances significativos en la lucha contra el crimen organizado.

Sin embargo, la crisis escaló rápidamente, y tras una llamada telefónica entre ambos mandatarios, México logró negociar una pausa de un mes en la imposición de los aranceles. Como parte del acuerdo, Sheinbaum aceptó el despliegue inmediato de 10 mil elementos de la Guardia Nacional en la frontera norte para reforzar el combate al tráfico de drogas y disminuir la migración ilegal. A cambio, Trump se comprometió, como lo han hecho los presidentes estadounidenses desde que el expresidente Ernesto Zedillo les reclamó hace 25 años que en la lucha contra el narcotráfico México ponía los muertos y ellos las armas, a incrementar los esfuerzos estadounidenses para disminuir el tráfico ilegal de armas hacia México, un factor clave en el poderío de los cárteles y lo cual dudo mucho que suceda.

Sheinbaum ha informado que, en los primeros meses de su gobierno, se han incautado más de 40 toneladas de drogas, incluyendo 20 millones de dosis de fentanilo, y se han detenido a más de 10 mil presuntos criminales. Pero Trump tiene “otros datos” e insiste en que México sigue siendo un país inseguro y controlado por el narcotráfico. A Trump no se le olvidan los 200 mil muertos y 60 mil desaparecidos del sexenio pasado, tampoco parece ser omiso en que en los primeros 100 días de gobierno de Claudia Sheinbaum se registraron, en promedio, 40 desapariciones cada día, lo que significa un aumento del 60 por ciento en comparación con el sexenio de su antecesor Andrés Manuel López Obrador, cuando el promedio diario fue de 25 víctimas. Este choque de narrativas recuerda la famosa frase de Andrés Manuel López Obrador sobre los “otros datos”, pues mientras la administración mexicana asegura que ya cumplió con su parte, Trump parece manejar cifras y percepciones muy distintas.

La crisis de inseguridad que vive México es consecuencia de años de malas estrategias y fracasos en la lucha contra el crimen organizado. La fallida “guerra contra el narco” iniciada por Felipe Calderón desató una ola de violencia que lejos de debilitar a los cárteles, los hizo más fuertes y fragmentados. Posteriormente, las administraciones de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador continuaron con políticas erráticas: mientras el primero optó por la simulación, el segundo implementó la controvertida y sospechosa estrategia de “abrazos, no balazos”, que ha sido percibida como una claudicación ante el crimen organizado.

Hoy, Sheinbaum enfrenta las consecuencias de esas decisiones y, aunque sus cifras reflejan ciertos avances, la realidad en muchas regiones del país sigue siendo realmente alarmante. Trump lo sabe y ha aprovechado el tema de la inseguridad mexicana como bandera política, presentando a México como un país fallido y justificando sus medidas proteccionistas.

Más allá de la discusión política, la realidad económica coloca a México en una clara desventaja frente a EE. UU. Mientras la economía estadounidense tiene un PIB superior a los 26 billones de dólares, la mexicana apenas supera los 1.5 billones. Esto significa que la capacidad de respuesta de México ante estos aranceles es limitada. La medida encarecería las exportaciones mexicanas, afectando sectores clave como la industria automotriz, agrícola y manufacturera. Esto no solo pone en riesgo miles de empleos, sino que también podría provocar un aumento en la inflación y una mayor devaluación del peso frente al dólar.

El impacto más inmediato se sentiría en los bolsillos de los mexicanos. Con un peso más débil y una posible reducción de la inversión extranjera, el costo de vida podría aumentar, afectando principalmente a la clase media y baja. Productos importados como tecnología, medicinas y maquinaria serían más caros, mientras que sectores dependientes del comercio con EE. UU. podrían enfrentar recortes de personal o incluso cierres de empresas. Las personas y compañías con créditos en dólares inevitablemente verían incrementar sus deudas.

Reconocimiento especial merecen los migrantes en EE. UU. que han demostrado una vez más su dignidad y coraje, organizando marchas numerosas para hacer valer sus derechos en esa lucha incansable, siendo un ejemplo de resistencia, de fortaleza y sacando la casta en un país que se ha beneficiado de su trabajo. De este lado de la frontera nos surge una pregunta: ¿A quién le creemos? A Claudia Sheinbaum, quien afirma que México ha hecho la tarea y vivimos en paz, o a Donald Trump, que tiene “otros datos” e insiste en que el país sigue siendo un paraíso para los criminales y, por ello, justifica medidas que afectarían gravemente la economía mexicana. Por ahora, México ha conseguido un respiro de 30 días, pero la amenaza sigue latente.