8M el cuento de nunca acabar
RAÚL MANDUJANO SERRANO
Desafortunadamente el pasado 8 de marzo, mientras miles de mujeres con prendas moradas marchaban en el país exigiendo igualdad y justicia, otras eran asesinadas. En Acapulco y a balazos, fue ejecutada una; otra más fue hallada con rastros de violencia en un camino de terracería de Cuernavaca; a dos empleadas en la Universidad Tecnológica de Guadalajara las mataron a machetazos; mientras que un mercado de Pinotepa, en Oaxaca, ultimaron a balazos a una comerciante; dos vendedoras más fueron baleadas mortalmente en Celaya; y lo mismo le ocurrió a una agente de la FGJ de Baja California; y en Hidalgo, mataron a una activista trans y, si, durante la propia marcha, en Zacatecas, policías arremetieron a toletazos contra las mujeres que caminaban. Yo preguntaría ¿sirven de algo las marchas? ¿Les importan a las autoridades?
Quiero pensar que si –argumenta el hacedor de las crónicas irreverentes-. Pese a los esfuerzos de la autoridad por maquillar cifras y opacar los movimientos femeninos, lo del 8 de marzo fue maravilloso. No pudieron apagar esa ola morada de expresiones vociferantes y carteles demandando justicia para aquellas cuya voz fue apagada por la violencia, y que se escuchara fuerte la de quienes piden que no haya “¡ni una más!”.
El 8M debería ser para todos, políticos y ciudadanos, un bello y violento recordatorio de que tenemos una deuda pendiente. Cheque esto, de acuerdo con el INEGI, en el país, al año, son asesinadas 3 mil mujeres.
Verlas reunirse, y sentarse para escribir mensajes de guerra y paz perturbó desde días antes a gendarmes y sus jefes, quienes en mente sólo tenían la salvaguarda del patrimonio político de los edificios, sin importar el costo de lanzar gases lacrimógenos y blindarse con vallas y muros de metal, sobre todo en el poder judicial, que seguramente así ocultaba la vergüenza de la injusticia en las sentencias de feminicidios.
Pero miles estamos y seguiremos con ellas. Ojalá muy pronto, el 8M se conmemore con banderas blancas y no con bloques negros. Eso depende de cada uno de nosotros, incluso de ellas, cuando como doctoras salvan a una paciente, o como enfermeras curando las heridas de una víctima de violencia; o abogadas, defendiéndolas en un juzgado o un ministerio público; o policías vigilando que caminen en calles seguras, o legislado a su favor y no por sus partidos, pero, sobre todo, respetadas por hombres dignos de recordar que venimos del vientre de una mujer…
Colofón.- Muñecas de media noche
No, no le platicaré de la película de 1979, con Isela Vega, Sasha Montenegro, Angélica Chain, Carmen Salinas, Rafael Inclán y Alberto Rojas ’el caballo’, le contaré de esas escenas para noctámbulos que circulan o se detienen bajo los puentes de Comonfort, Pilares y tecnológico, también del boulevard Aeropuerto y Tollocan. Los protagonistas –dicen-, no son mujeres, pero visten con tacones altísimos y brillosos, con minifaldas relucientes y escotes para mostrar sus abultados implantes y pelucas, bueno, algunos, otros nomás salen a “baratearse” por 100 pesos. Pero están ahí, listos para subir o irse con alguien, o para correr y ocultarse al ver las luces y torretas de los gendarmes que las extorsionan con “su cuota” de 200 pesos. El amanuense pensó que eran leyendas urbanas como la de los bellos de Humboldt, pero no, ahí siguen, denigrándose por algunas monedas y liberándose cada 28 de junio, porque también ellos, o ellas, hacen sus propias marchas del Día del Orgullo Gay… Algunas cosas no cambiarán nunca –refiere el periodista mientras le da un último trago a su tarro de cerveza-…
X: @raulmanduj