Las elecciones 2024
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
En pocos días inician de manera formal, las campañas políticas en el -ahora sí- proceso electoral más grande de toda la historia democrática mexicana. No deja de ser interesante que, por primera vez, se augura una presidenta en este país, justo a 200 años de la asunción del primer presidente Guadalupe Victoria (1824-1829), con lo que se inauguró la vida democrática.
Quién resulte la primera presidenta mexicana, será jefa del Ejecutivo federal número 82 desde 1824, nueve de estos 82 hombres estuvieron 19 veces en el poder, repitieron: Anastasio Bustamante, dos veces; Valentín Gómez Farías, tres; Antonio López de Santa Anna, ocho; Valentín Canalizo, dos; Benito Juárez García, dos y Porfirio Díaz Mori, dos más.
Hoy mismo, las dos candidatas se abren camino en un mundo instrumentado de forma vertical, neoliberal y patriarcal, es decir, autoritario, no humanista, y sí, muy violento, con poderes fácticos gobernando gran parte del país e interactuando en la vida política-electoral, lo que es por demás peligroso.
Sobre Claudia Sheinbaum Pardo y Xóchitl Gálvez Ruiz hay sombras gigantescas de hombres con poder que pretenden y a veces logran conducir su quehacer político-electoral, porque en el poder-poder mexicano lo que pulula son hombres y muy pocas mujeres, casi todas sin mirada feminista, incluyendo a las candidatas, pecado mortal y no peccata minuta, como se dice por ahí. Hoy no entender sobre feminismo es una especie de analfabetismo social-político y si no me creen vean solamente cómo la desigualdad sigue produciendo dolor entre las mujeres y una parálisis cerebral en la respuesta de las instituciones, para no entrar en detalles.
En fin, estas son las batallas que tienen que librar las mujeres que dieron el sí a la búsqueda del cargo político más importante del sistema mexicano, acción y efecto que nos permitirá ver a detalle la violencia misógina que permea en el ambiente político electoral y que deja desde descalificaciones hasta feminicidios políticos.
Tenemos claro que en el Senado de República, diputaciones federales y diputaciones locales el objetivo es preservar la paridad numérica, es decir, igual número de legisladoras y de legisladores, aunque muchas mexicanas quisiéramos mucho más de las futuras diputadas y senadoras, porque aunque efectivamente se ha construido, lo que se llama un andamiaje jurídico para castigar la violencia contra las mujeres en todas sus expresiones y reducir la desigualdad en material laboral, política, social y económica, en los hechos nos quedan a deber, cuando actúan en bloque para representar a sus partidos políticos y no a la gente.
Uno de los mayores déficits de las legisladoras ha sido su actuación muy patriarcal a no cuestionar, ni dar seguimiento a la actuación de los ejecutivos cuando simulan acciones o cuando ocultan realidades que afectan a las mujeres. Actúan como aplanadoras porque siguen obedeciendo a los señores. Así las hemos visto, incluso, como ha sucedido en Oaxaca al menos en dos ocasiones han retrocedido, por fortuna la Sala Superior de la Corte les echó para atrás su pretensión de afectar la paridad en municipios que se rigen por sistemas normativos internos. Ya vimos lo que pasó en Morelos con el fiscal Uriel Carmona, que en diciembre pasado rechazó destituir y poner a disposición del Ministerio Público Federal, donde por cierto las mujeres son mayoría. Y hay infinidad de ejemplos aberrantes a lo largo de los últimos años.
Más mujeres al poder sí, pero insistimos sin las deficiencias que hoy tienen, porque de seguir así, el resultado es el mismo que antes de la paridad, donde el pastel era solo de los señores y sus intereses.
Parafraseando a los astronautas en su llamado a Houston, ahora decimos “INE tenemos un problema”, me refiero a la elección de los gobiernos locales, los municipios, cuyo proceso es poco visto frente a la elección de quien encabezará el ejecutivo federal y las cámaras legislativas.
En el país, el gobierno local, es el espacio donde “la paridad” llega lenta, rodeada de múltiples obstáculos, hechos de violencia política contra las mujeres en razón de género y donde algunos partidos políticos argumentan que ellas siguen negándose a participar. Una falacia que se alimenta a partir de dos asuntos, la paridad numérica en presidencias municipales o alcaldía es prácticamente reciente y, por otro lado, la violencia se ejecuta con mayor saña en los procesos electorales municipales o al menos así ha sido hasta ahora. La razón es obvia, los poderes fácticos, como el crimen organizado, tienen en los gobiernos locales su primer escalón.
Además de los peligros que implica incursionar en la política, hay un vacío de autoridad, otra vez, para evitar que la violencia escale. En las elecciones del 2021, la aspirante al gobierno municipal de Ocotlán de Morelos, Oaxaca, por el PAN-PRI, Ivonne Gallegos Carreño, denunció violencia política contra las mujeres en razón de género ante el IEEPCO, unas horas después la asesinaron. Casi todos estos crímenes, para no generalizar, permanecen en la impunidad.
En México, poco más de dos mil mujeres han gobernado un municipio. Hoy, gobiernan cerca del 30 por ciento de los municipios del país, de ahí que los partidos políticos, como en sistemas normativos internos, tienen una deuda con la paridad y con las mujeres. Oaxaca es una de las entidades con más presidentas municipales del país, pero la cifra palidece porcentualmente frente a los 570 municipios que conforman esta entidad.
El llamado es claro, el gran atorón de la paridad numérica está en los gobiernos municipales y ese es otro de los grandes retos del proceso electoral que hoy vivimos.
*Soledad Jarquín Edgar, feminista, periodista, Premio Nacional de Periodismo.