Violencia machista mata
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
La enseñanza patriarcal mandata que asumirse “hombre” implica que los niños aprendan a actuar lejos, pero muy lejos, de los manatos de género destinados a las mujeres, de lo contrario son objeto de denostaciones sexistas, machistas y misóginas. Para evitar ese “riesgo” de parecer femeninos, a los niños se les infunde la fuerza, el riesgo, la intrepidez, la audacia desmedida y, claro, la violencia o saber responder a la violencia, más allá de la defensa.
La historia ha sido esa y hoy la realidad nos supera. Las películas de hace casi un siglo, los pleitos entre Pedro el Malo y Jorge el Bueno, resultan ser una caricatura de lo que vivimos como resultado de esa educación. Las estadísticas lo revelan, el saldo de al menos 21 mil 500 hombres asesinados, principalmente por otros hombres, más otros 151 mil más lesionados con armas de fuego, blancas y otros objetos (como pudieran ser los golpes) y claro los 858 feminicidios que contabilizó el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública entre enero y noviembre del 2022, son la evidencia y el pan nuestro de cada día, naturalizado entre la mayoría de la población.
Sí, “la violencia machista mata”, como dice el eslogan feminista y eso se aprende desde la infancia, en los primeros años de escuela y se perfecciona, si se puede llamar de esa manera, con el tiempo, más aún cuando en lugar de indignarnos ante la violencia generalizada, cruel y terrible que todos los días reportamos en los medios de comunicación, hacemos apología de la violencia de muy diversas maneras, como sucedió en las celebraciones de muertos de noviembre del año pasado y era posible adquirir en algunos mercados horrorosas piesas de plástico de seres humanos desmembrados, personas embolsadas.
También tenemos a la vista del público “disfraces” para fiestas infantiles, como se hizo público el caso de un jugador de futbol. Otro ejemplo de estos juegos sucedido en una escuela pública de un municipio de Oaxaca, donde niños y niñas de toda la escuela debían “traficar” ladrillos envueltos en papel aluminio entre “bandas” de narco-niños, ganaba quien podía transportar la mercancía, quien no era eliminado en el peligroso ambiente escolar ¿es esto un juego de la infancia? Sí, hoy lo es, nos ha superado la realidad. Es una versión moderna y peligrosa de policías y ladrones donde lo que hay que demostrar es “valentía”, la falta de miedo a la muerte, total “la vida no vale nada” y un ensayo de ganar dinero a manos llenas. Cuando el profesorado investigó a las familias encontró lo que ya suponemos, todo lo vieron en la televisión.
En un trabajo de sensibilización en escuelas primarias de la ciudad de Oaxaca, preguntaba a los niños de quinto y sexto grado ¿qué harían si otro niño los retaba a golpes? Y hasta se reían mucho porque les comentaba que en mis tiempos de Secundaria la sentencia era: “nos vemos a la salida”, no había vuelta de hoja, habría bronca. Los niños del siglo XX invariablemente respondían casi a coro ¡claro que sí! Que enfrentarían a quien les había retado. Fueron contados los casos de niños que respondían que se negarían a golpearse con otro.
Reitero la realidad nos supera. Les cuento en tres actos:
Primer acto: A finales de diciembre en una taquería del centro de la ciudad de Oaxaca, un cliente tomó una gelatina que estaba sobre el mostrador. El taquero reclamó la acción del cliente. Una tercera persona, otro cliente, se metió en la discusión. El cliente regañado por comerse la gelatina se retira a su automóvil, regresa, apunta y dispara a ambos, taquero y tercero en discordia, caen muertos.
Segundo acto: Un popular restaurante de la ciudad de México, entre comida y bebida el ambiente se torna ríspido. Al final, vienen los reclamos entre un mesero y el cliente, quien es sacado de la vista de la gente para ser golpeado y luego arrojado como basura a la calle. El cliente, quien aparentemente habría reclamado el cobro de la propina, perdió la vida.
Tercer acto: “Reo golpeó a su esposa en visita conyugal porque no le gusto la comida”, dice una nota periodística de septiembre de 2020, en un reclusorio de la Ciudad de México. Sin más comentario.
La violencia machista mata a los hombres como a las mujeres. Todos los días vemos los resultados, exacerbados, ni duda, por la violencia que imponen los grupos delincuenciales y, más que nada, la impunidad, la corrupción y las múltiples equivocaciones del sistema; situación que va acompañada de cientos de horas que cada día transmiten principalmente las televisoras en toda clase de programaciones, incluyendo las televisoras de paga, donde la apología del delito es común en las series o en películas. Y qué decir de esas redes sociales y esos informativos digitales como impresos que transmiten lecciones de violencia machista en su cada día. O el sistema educativo que se niega a aceptar la educación igualitaria, sin sesgos de género, sin violencia machista.
Todo se engloba: vida cotidiana donde, queda claro no se puede tapar el sol con un dedo, la educación patriarcal (que es global no solo en casa) permanece casi intocado, apenas lo hemos movido como un soplo de viento a un frondoso árbol. Las instituciones de gobierno que no han hecho su tarea de prevenir la violencia, estamos inmersos en el discurso y el verbo político, un distractor del grave problema social que hoy enfrentamos. Y los medios de comunicación-redes sociales que actúan bajo un amplísimo paraguas reproduciendo lo que somos: una sociedad patriarcal. Ahí están los resultados, las estadísticas, rasuradas o manipuladas, de todos modos, muestran lo que vivimos: miles de personas asesinadas por esa sinrazón de la violencia machista, misógina o sexista.