La ira divina

RAÚL MANDUJANO SERRANO

¡Vaya mes! –exclama el columnista catastrófico-. Pareciera, dice, que el nuevo terremoto del 19 no ocurrió. Los medios lo califican por los daños en la CDMX, donde no hubo afectaciones, pero, con una intensidad de 7.7 grados, estuvo por encima del 7.1 del ocurrido en 2017, ¡claro que vivimos un tercer episodio! y ahora, en plena madrugada del 22, otra réplica de 6.9. Sin duda, desde 1810 a la fecha, en el septiembre de México, “retiembla en sus centros la tierra”, diría González Bocanegra.

De las coincidencias con los del 85 y el 17, ya se habló mucho. El mensaje, desde la mirada científica, es una curiosa y trágica casualidad. Así que, busquemos en lo inexplicable.

El castigo de Dios 

Fíjese usted que, en noviembre de 1822, tras un terremoto que afectó a las provincias de Valparaíso y Santiago, en Chile, se desató una discusión, que no fue por las pérdidas humanas o los daños, sino para explicar si la causa era “la ira de Dios”. Y es que, al ser los terremotos impredecibles y catastróficos, nace el miedo a morir o “al castigo divino”, y la gente busca respuestas en lo espiritual.

Y se entiende. Recordemos que siempre relacionamos nuestras emociones, negativas o positivas, con cada evento vivido. Por eso, cualquiera, con más de 40 años, sufre de crisis o pánico, al recordar los 19 de septiembre del 85, del 17 o ahora del 22. Así que, en un escenario alejado de lo científico, inevitablemente, buscamos explicaciones en el misticismo.

Una de estas explicaciones es la religiosa. Cheque este dato, continúa el periodista, en muchos cultos, se dice que Dios se alimenta de la conciencia humana, y la fe, es la magia divina que nos protege. Nuestro “Ángel de la Guarda”. En el catolicismo, por ejemplo, se expone que Dios castiga con terremotos la desobediencia. Un gran ejemplo fue el que el Divino causó en Judea, mientras crucificaban a Jesucristo.

Magliabechiano 

En las culturas Maya y Náhuatl, los sismos eran temidos. Para calmar la ira de los dioses, se realizaban sacrificios humanos, y las víctimas eran los herejes y los incrédulos (Hoy muchos del gabinete federal y del PRI ya hubieran sido ofrendados).

En el códice Magliabechiano, se muestra una pirámide inclinada, como si se moviera. Ejemplifica el sacrificio que se hace con individuo, cuyo corazón vuela hacia el cielo, para aplacar a los dioses y que estos detuvieran un terremoto que ocurría en ese momento. Lo mismo pasa en las ilustraciones de “la Relación de Michoacán”, que evidencian pirámides colapsando, mientras escurre, por sus escalones, la sangre de quienes fueron degollados, en tanto que presuntos sacerdotes señalan en el cielo un cometa.

La leyenda Maya de los terremotos 

Mientras degusta de un bolillo de amasijo para el susto, el hacedor de los códices descomedidos recuerda una leyenda Maya, cuyo relato cuenta que, hace mucho. mucho tiempo, los dioses enviaron a la tierra una serpiente de colores, brillante y larga. Una cascabel, que tenía algo que la hacía diferente a otras: una cola de manantial de agua transparente, y recorría la Tierra, dejando a su paso alegría, luz y parabienes. Pero un día, los hombres pelearon y no pudieron parar. La guerra y la muerte llevaron a esa serpiente a desaparecer, se escondió en el fondo de la Tierra, muy triste. De vez en cuando sale para asomarse, y zigzagueando su cuerpo, sacude la tierra. Pero regresa a las profundidades, cuando advierte que el mal, sigue habitando la tierra. Hasta otro Sótano.

Twitter: @raulmanduj