“Al ladrón, al ladrón”, la táctica del presidente López Obrador

OSVALDO ÁVILA TIZCAREÑO

Desde los tiempos como candidato, el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) construyó un discurso que repetía con entusiasmo: “acabaremos con la corrupción”, “las escaleras se barren de arriba para abajo”, “se acabó, ya no habrá dispendios ni abusos de los políticos corruptos que se gastaban el presupuesto público en lujos y excesos”.

Estando la sociedad mexicana seriamente lastimada por los excesos intentó corregir su situación optando  por la alternancia política relevando al Partido Revolucionario Institucional (PRI) luego de mantenerse en la Presidencia de la República durante 12 años, para regresar de nuevo al tricolor con Peña Nieto, quien lejos de corregir el rumbo provocó que su gobierno fuera calificado como uno de los más corruptos de la historia reciente, lo que constituyó sin duda un escenario inmejorable para que el mensaje del combativo candidato guinda permeara en la sociedad, admitiéndolo como la alternativa que requería el país para limpiar un estado en descomposición.

Y la medida dio en el blanco, más de 30 millones de mexicanos dieron paso a la alternancia por lo que en 2018, Morena y su candidato alcanzaron el poder federal por el periodo 2018-2024.

Durante la gira de agradecimiento y en la toma de protesta AMLO reiteró los ofrecimientos de acabar con la corrupción y se esbozó las acciones para lograrlo por lo que de inmediato vinieron las medidas: se eliminó el Seguro Popular argumentando que había corrupción en la adquisición de medicamentos; se suprimió el Ramo 23 para la edificación de obra básica, pues supuestamente había “moches”;  se repitió hasta el cansancio que los programas se entregarían de forma directa, “sin intermediarios” para evitar fugas.

Además, se eliminaron las estancias infantiles para prevenir “padrones inflados”; se suspendió la construcción del Aeropuerto de Texcoco amparados de que constituía un monumento a la corrupción; se suprimieron contratos de publicidad, pues a su juicio eran “chayotes”. Esas y otras acciones se implementaron anunciando un cambio en las políticas del nuevo gobierno que redundaría en un ahorro de más de 500 millones de pesos que serían en beneficio del  pueblo.

Estamos rebasando tres años del sexenio y el presidente repite hasta el cansancio que sigue luchando contra la corrupción, pero la gran interrogante que se hace la ciudadanía es ¿dónde están los supuestos ahorros de esta cruzada? ¿cómo han beneficiado las acciones implementadas? Y las respuestas están en el aire pues no se dice dónde está el ahorro y adicionalmente mediciones internacionales como el ranking del WORLD Justicie Project dan cuenta del retroceso sufrido por nuestro país al pasar del lugar 121 al 135 en la medición de la corrupción a nivel mundial.

A lo anterior se acrecienta una interminable lista de escándalos protagonizados por funcionarios de primer nivel de la autollamada 4T, sumando el reciente descubrimiento de la mansión  de Andrés Manuel López Beltrán (hijo de AMLO) en Houston, que es el más contundente de los hechos que prueba fehacientemente el doble discurso del titular del ejecutivo; poco antes la prensa dio cuenta del inexplicable patrimonio inmobiliario de la ex secretaria anticorrupción Irma Eréndira Sandoval, caso similar al del titular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Manuel Bartlett Díaz, al que se agregó el verdugo anticorrupción Santiago Nieto.

Mucho antes de ello se denunciaron excesos de Ana Guevara, titular de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), de la misma manera la prensa dio cuenta de los contratos millonarios otorgados por Petróleos Mexicanos (Pemex) a Felipa Obrador, prima del presidente.

Y  también se dieron a conocer videos antes del triunfo del morenista que exhibieron a Martín y Pio López Obrador (ambos hermanos del mandatario)  cuando recibían “aportaciones en efectivo” y lo mismo pasó con Alejandro Esquer (hombre de confianza de AMLO), la explicación siempre ha sido la misma:  “son nuestros enemigos”, “es mentira”, “son los conservadores”, “nos quieren dañar”, asegurando que habrá investigación, pero pasa el tiempo y sólo se menciona esta medida cuando una nueva bomba mediática le explota en la cara.

Cabe decir que en los últimos días se ha emprendido una fuerte campaña de desprestigio para culpar a Carlos Loret de Mola, a Brozo y a la propia Carmen Aristegui “por inventar y calumniar a la familia presidencial”, constituyéndose nuevos ataques y descalificaciones de AMLO contra los comunicadores que sacan a la luz pública esos actos de corrupción, pero nunca escuchamos el compromiso de hacer introspección o mínimo algún intento de autocrítica.

La conclusión es clara, ha fallado la estrategia de la 4t para acabar con este flagelo que mina la credibilidad de su proyecto , pero han sido muchos los damnificados al suprimirse los programas que requerían solo de correctivos como el Seguro Popular o el Ramo 23, pero pareciera que no estamos ante un exabrupto del presidente sino que está usando la vieja táctica de señalar “al ladrón, al ladrón”, para evadir los excesos de su gobierno – familia, lo que demuestra  que como pasa  con la crisis sanitaria, de seguridad o económica, el combate a la corrupción es una farsa que evidencia como Morena le ha mentido a los mexicanos.