Pensar en grande

Un mal persigue a Zacatecas. No de forma única ni particular, pero sí de manera exponencial. Es el mal de la mediocridad.

En general, las élites de México han emprendido un camino sin regreso a la descomposición.

No bastan los secuestros a los empresarios de la construcción para que éstos dejen de sobornar funcionarios a cambio de contratos multimillonarios; no bastan alcaldes asesinados para que los regidores acepten que es injusto percibir ocho veces el sueldo de un policía municipal; y no basta que nuestros familiares, amigos y seres queridos nos atiborren de historias trágicas alrededor de la inseguridad para que los diputados aceptemos ir a una política de austeridad.

La ambición de las élites mexicanas ha perdido racionalidad. A grado tal, que se pierde el más mínimo grado de humanismo, como fue el caso de los funcionarios del gobierno federal que ante los resultados que expuso el Coneval sobre los incrementos de la pobreza y la precariedad, nos recetaron el cuento de que “diéramos gracias a Dios de que no nos fue peor”.

Pero esos males se recrudecen en un estado pobre y con poco desarrollo como es el nuestro. Y en buena medida, eso se debe a un proceso de precarización del debate público y a una involución en el tipo de perfiles que ocupan espacios directivos en el ámbito privado y espacios de representación en el ámbito público.

¿A qué me refiero? A que las fobias y rencores del pasado entre distintos grupos de zacatecanos, han derivado en el encumbramiento de personas que no cuentan con la preparación necesaria, ni con la estatura suficiente para poner a nuestra entidad en el mapa.

Me refiero a la ausencia, por ejemplo, de personajes como Rodolfo García Zamora de los primeros planos de la vida institucional de nuestra Universidad. En una sociedad racional, perfiles como el suyo serían los “naturales” en el marco del proceso para elegir nuevo rector de la UAZ el próximo año; en la nuestra, lo lógico es lo opuesto.

Me refiero a la ausencia, por ejemplo, de una política de la estatura de Judith Guerrero de los espacios públicos de mayor relevancia. En Aguascalientes, una política de características similares, Lorena Martínez, encabeza un gobierno de esperanza en la capital hidrocálida; aquí, no pudimos reivindicarla, siquiera, para ser una de las 15 personalidades que el priísmo zacatecano propusiera para integrar el Consejo Político Nacional.

Me refiero a la poca atención que el gabinete a opiniones de personalidades como Gema Mercado y Raymundo Cárdenas. Zacatecanos brillantes, que no están más en la disputa de candidaturas y puestos, y que mantienen conexiones intelectuales e institucionales con las corrientes de pensamiento más avanzadas del mundo, pero que la mayoría de los secretarios son incapaces de escuchar con seriedad por más de 15 minutos.

También me refiero a la oposición. ¿Por qué no es Flavio Campos diputado federal? ¿Por qué en el Congreso del Estado no están voces de izquierda como las de Luis Medina Lizalde, Aquiles González o Gilberto Del Real? Voces que, desde la disidencia, ayudarían a generar un debate parlamentario de mayor envergadura.

No están por fobias; porque los partidos premian la lealtad perruna a la persona y porque los zacatecanos somos incapaces de dejar atrás confrontaciones y conflictos que sucedieron hace 3 o 4 décadas.

También me gustaría ver crecer, con más fuerza, a perfiles jóvenes que dignifican su profesión en nuestro estado. Me gustaría que, sin la discrecionalidad que se apoyó a ciertos empresarios en el último tramo de la administración anterior, se estimulara y dieran facilidades a negocios de jóvenes de bien.

Me gustaría que aprovecháramos más el talento de esos jóvenes brillantes como Lázaro Ávila Berumen, que ha ocupado espacios directivos en el sector financiero del Distrito Federal y también cargos relevantes en el sector público federal. Que impulsáramos con decisión a funcionarios jóvenes y preparados que dignifican el servicio público, como Cristopher Ávila Mier, José Haro de la Torre, Juan Francisco del Real y Julio Nava de la Riva.

Me gustaría que aspiráramos, más allá de partidos, a que Zacatecas pudiera conquistar un lugar relevante en la elección del próximo año. Que impulsáramos una agenda que trascendiera a las personas.

Quisiera ver a todos los candidatos a la Cámara de Diputados, sentados, diseñando un esquema de ampliación presupuestal del Fondo de Desarrollo Regional, que tantos beneficios nos ha traído.

Ver a quienes aspiran al Senado, diseñando una estrategia jurídica que permitiera que las compañías mineras dejaran más beneficios a nuestro estado, a cambio de las multimillonarias extracciones que realizan del subsuelo.

Me gustaría que los dirigentes políticos en los municipios no estuvieran pensando en la manera que van a garantizar una regiduría para sí mismos o para algún familiar en la elección de 2013, y mejor intentaran llevar perfiles de zacatecanos al primer nivel de gobierno en la escala federal.

Quisiera que los jóvenes abandonáramos la mediocridad de “colocarnos” y pensáramos cómo resolver problemas colectivos, como el de los estudiantes rechazados de medicina, las carencias en materia de vivienda para miles de matrimonios jóvenes o los 50 mil niños fuera de la escuela.

Si hiciéramos eso, a todos nos iría mejor. Incluso a aquellos que por aferrarse a la mediocridad no son capaces de verlo así.


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