Afganistán y México, “caravana con sombrero ajeno”
RAÚL MANDUJANO SERRANO
Mire Usted –explica el hacedor de los proverbios infundados- a México, o al menos a sus políticos, le gusta “hacer caravana con sombrero ajeno”, sobre todo cuando los recursos públicos se usan por oportunismo simulado con la solidaridad. Ocurrió con el éxodo de los migrantes centroamericanos, a quienes se ofreció asilo y empleo; también al fundador de WikiLeaks, Julian Assange; no se diga al dictador de Bolivia, Evo Morales; así que no podría ser menos con los ciudadanos afganos que huyen de los talibanes. En medio de la crisis mexicana, esto nos recuerda a las abuelitas que decían “en esta casa, aunque sea frijolitos”.
Pero ¿quiénes son los temidos talibanes? Mire, en 1995, un corresponsal de The New York Times, en Afganistán, dio a conocer la primera noticia sobre ellos, al citar la aparición de una “fuerza temible de puristas islámicos” que tenían el control militar del país y se hacían llamar talibanes, cuyo nombre significa “estudiantes”. Sus combatientes eran jóvenes, adiestrados como paramilitares, formados a principios de los noventa, tras la derrota de las fuerzas soviéticas en 1989.
¿Por qué temerles? Primero, porque su gobierno tiene como Ley y Constitución, la estricta interpretación del Corán, que significa, para sus enemigos, castigos brutales con azotes, amputaciones y ejecuciones en masa; y segundo, por su violencia contra las mujeres, a quienes prohibieron estudiar, las sacaron de las escuelas y limitaron su vida social al hogar y a ocultar su rostro. Romper estas reglas es una sentencia a castigos públicos y hasta la muerte a pedradas. No toleran ninguna práctica religiosa rival. A principios del 2001, destruyeron muchas estatuas con al menos 800 años de antigüedad, como “los Grandes Budas de Bamiyán”.
Su aparente declive ocurrió cuando ocultaron y protegieron al grupo terrorista de Al Qaeda y a su líder, Osama Bin Laden, autores de los atentados del 11 de septiembre del 2011, en las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington, por ello, Estados Unidos invadió Afganistán con intensos ataques y bombardeos aéreos.
Tras 20 años de ocupación del gobierno norteamericano, los talibanes han regresado al poder y el presidente Joe Biden, ordenó el retiro de tropas, argumentando no arriesgar más vidas ni dinero por un país que los combate.
Y ante este éxodo de miles de afganos aterrorizados, surge el asilo mexicano, aprovechando como siempre, cualquier oportunidad para “congelar” la propia crisis política, de salud y económica que vive México, aunque ¡ojo! la tragedia que vivieron y pueden volver a vivir las mujeres en Afganistán, tampoco está muy alejado del maltrato que miles como ellas padecen a diario en México. Aunque lo disimulemos.
Colofón. – Las investigaciones de la FGJEM
Mientras degusta de una milanesa de pechuga de pollo con guacamole, acompañada de un agua fría de horchata, el amanuense entiende la dificultad de la autoridad en el combate a la delincuencia, más aún, cuando el perfil de sus investigadores –como ocurre en la FGJEM- deja mucho que desear y sólo resuelven casos por “golpes de suerte”. A 64 días del asesinato del periodista Enrique García, sólo alcanzan a decir que el crimen no fue por sus actividades periodísticas… ¡Vaya! Ojalá Quique hubiera sido un político o su hijo para entonces si meterle celeridad. Mientras, en la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), del INEGI, hasta junio de 2021, el 66.6 por ciento de la población considera inseguro vivir en México, y destacan los municipios de Ecatepec, Naucalpan, Chimalhuacán y Toluca. A echarle ganas por favor… Hasta otro Sótano.
Twitter: @raulmanduj