El negocio de ser incluyente
ARGENTINA CASANOVA
Con bombos y platillos el estado de Yucatán anunció la alianza con una aerolínea española para promover “el turismo gay”. El estado donde en los últimos meses fueron asesinadas varias personas y en las investigaciones y contextos lo primero que salió a relucir fue el estigma de su condición por personas que decían que les pasaba porque “eran así”.
No me lo cuentan, lo leí en los comentarios y sentí mucho enojo de que bajo el amparo de los fundamentalismos religiosos no solo se justificara, sino que se celebrara el asesinato de una persona, contexto alentado desde la negativa del Congreso para reconocer los derechos al matrimonio igualitario, en una andanada conservadora en la entidad.
Bastaría hacer un recuento de todos los agravios que las personas que viven en esa entidad han registrado contra personas defensoras de Derechos Humanos, bastaría mirar el tratamiento colectivo y la reticencia que hay frente a los temas de Derechos Humanos para asumir que lo que está ocurriendo es que hay mucho interés económico por lo que gasta la comunidad LGBT cuando se le ofrece un destino en el que gran parte del atractivo es la seguridad de que no serán agredidos en el espacio público, que sus derechos son respetados y que recibirán un trato respetuoso en todos los servicios públicos.
¿Pero qué sucede cuando aún persiste el estigma entre la población respecto a la diferencia y las expresiones de las personas en relación con la construcción social de género? Más allá de las creencias personales basadas en ideas religiosas, mismas que no enseñan el odio sino que supuestamente pregonan el amor.
En Yucatán, o en la Ciudad de México, hay condiciones diferentes que la experiencia en el trabajo práctico me ha permitido identificar. En la segunda hay normas y leyes que garantizan el respeto a la diversidad y a las expresiones. Cada persona puede elegir cómo verse y vivir su vida como mejor quiere, y eso está amparado en una Constitución y en otras normas que limitan las expresiones de odio que también existen.
La diferencia es ésa, una norma que sancione la discriminación y que garantice la apuesta del Estado por el respeto a los Derechos Humanos de todas las personas.
En Yucatán, en dos ocasiones el Congreso del estado ha rechazado reconocer el matrimonio igualitario, pero por si eso no bastara, los argumentos por los que se hizo nos dan una idea sobre la visión particular llevada a la restricción de los derechos de todas las personas en tiempos en los que ello constituye claramente una imposibilidad para la convivencia en armonía.
¿Por qué venderse como destino gay si no se respetan los derechos a los que muchas ciudades y entidades de México, le han dicho sí? Porque hay mucho dinero de por medio. De acuerdo con la información que se distribuyó de manera oficial, el “turismo gay” y lo entrecomillo así porque siempre me ha parecido que asignar adjetivos es la peor forma de etiquetar, por eso prefería el concepto de “matrimonio para todas las personas”, en vez de “matrimonio gay” o cualquier otro eufemismo que en realidad esconde una distinción.
En promedio el gasto de las personas que se identifican como homosexuales es de 300 dólares (aproximadamente 5 mil 600 pesos), y por ello muchas empresas han empezado a venderse como “incluyentes” así como la entidad, que ha visto lo lucrativo que puede ser pero sin comprometerse a educar a su sociedad y transformarla a través de normas que promuevan el respeto a la diversidad y la no discriminación.
El mejor ejemplo es la Ciudad de México, personalmente he escuchado a personas servidoras públicas decir de manera tímida “los gays”, pero saben que la ley protege a todas las personas y que hay condiciones de protección y tienen certeza de que sus ideas o creencias no deben sesgar el servicio que brindan.
Esa es la diferencia que urge y obliga a Yucatán a adoptar todas las leyes y normas que garanticen que si llega turismo de donde venga, sean de piel blanca, negra, amarilla o con cualquier expresión de género, no recibirá discriminación ni comentarios homofóbicos o sexistas si hay normas que protejan y garanticen los derechos para todas las personas, si no atraviesa por los derechos entonces es publicidad y marketing de la “inclusión”.