El sujeto social llamado Mujer Segunda y última parte
ARGENTINA CASANOVA
Históricamente nos dijeron cómo era ser mujer, nos dijeron cómo era nuestro placer a través de la pornografía, y nos dijeron cómo amábamos y hasta definieron nuestro gozo y cómo expresamos el amor, para ser en esa medida y no salirnos de ahí a menos que quisiéramos ser tildadas de locas.
Nos enseñaron que el dolor está ligado al placer y que no podía haber sexo sin amor para luego vendernos el discurso del amor libre y lo poliamoroso sin comprometer el espíritu sin que hubiera responsabilidad afectiva del que recibía sin comprometerse.
El tema no es nuevo, ya la sicoanalista francesa Anne Skitecate planteó en su obra “El Silencio de Yocasta” la necesidad de revisar si lo que conocemos es un inconsciente femenino de la mujer, o la proyección de esa mujer construida desde el exterior hacia el interior.
En las narrativas encontramos enorme fuente de reflexión sobre este tema que nos lleva a preguntarnos si Gustave Flaubert retrató magistralmente a la mujer en “Madame Bovary”, como más tarde lo hiciera Tolstoi con Ana Karenina, o si ambos contribuyen a perfilar la mujer que la época producía-consumía aportando a la histórica construcción de un “sujeto social llamado mujer”.
Ahora nos dicen cómo soltar, cómo amar, incluso cómo vivir el duelo y el sufrimiento, nos hablan de lo que es y lo que no es el empoderamiento, cuando en realidad eso es algo que solo quien lo vive y lo experimenta lo puede definir, así el empoderamiento para unas puede significar una cosa y para otras otra, para unas puede ser mudarse de ciudad, vivir solas, salir a pedir un empleo, renunciar a empleos explotadores o simplemente significa elegir algo para sí misma.
Y no hay una definición exacta para todas de lo que es el empoderamiento como tampoco lo hay de la libertad, porque en cada época y en cada contexto las mujeres lo vamos definiendo de acuerdo con los límites que afrontamos. Un poco como aquella imagen de que, a diario, cada generación de mujeres va empujando un poco desde su realidad y sus propias fronteras, es decir, las mujeres vamos construyendo ese significado cada día, cada vez, con cada experiencia.
En lo particular cuando me aproximé al estudio de las narrativas escritas por mujeres la búsqueda de la voz lírica de la escritora, encontré que existían una multiplicidad de voces hablando a través de la narradora y la poeta, se representaban a manera de discursos la reproducción de lo que el sistema social nos ha dicho que está bien, pero de inmediato surgía la voz que lo cuestionaba, la voz que se planteaba la posibilidad de que eso no fuera lo que auténticamente consideraba su deseo, y entonces nacía así una voz nueva, la de las mujeres enunciándose por primera vez.
Saliendo como un ser nuevo bajo la máscara impuesta desde el patriarcado y ese camino le hemos llamado feminismo, en el que la autoconciencia y el autodescubrimiento de lo que significa ser mujer implica muchas veces romper con todo aquello que nos dice qué somos y cómo lo debemos vivir, implica tomar conciencia acerca de lo que significa ser mujer en tiempos en los que la violencia contra el sujeto social llamado mujer expresa y sintetiza en gran medida la depredación contra lo humano.
Encontrarnos a nosotras mismas nunca será desde los discursos de opresión y de dominación que históricamente hicieron de nuestros cuerpos sus lienzos, no podemos seguir definiéndonos a nosotras mismas ni como Ana Karenina de Tolstoi, como nos dice Rosario Castellanos en su hermoso poema Meditación en el umbral que ya nos planteaba esta encrucijada aún o superada, de encontrarnos a nosotras mismas y ser de otro modo que no se llame Safo ni María Egipciaca.
No creo que hayamos superado y encontrado ese otro modo de ser humano y libre, sino que en esas andamos y por eso, tomar distancia de “la mujer” como sujeto social construido desde el patriarcado y poner distancia de lo que históricamente nos fue asignado es la mejor vía para encontrarnos, es la experiencia que nos permitirá encontrarnos, para oírnos entre nosotras. Es que desde el movimiento feminista se vuelve necesario que transitemos en la conciencia yen la reflexión de la experiencia de vivir en este cuerpo llamado mujer.
Yo, en lo personal me quiero distante de esa representación caricaturesca de la mujer que se ha hecho en las prótesis y en las cirugías, en los excesos y en el vivir el cuerpo como una tortura de pesos y dietas.
Quizá en el camino nos quedaremos solas pero también será en estos balbuceos como nos escucharemos decir nuestras palabras, nombrarnos mujeres y quizá lleguemos en algún momento a romper la máscara y atrevernos a mirar debajo y seguramente estaremos en oportunidad de definir nuevos placeres y amores.
LNY/Redacción