La locura feminista
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
Las feministas nos hemos vuelto locas porque queremos justicia pronta y expedita. Estamos bien chifladas porque demandamos no más feminicidios, quizá nos falta un tornillo porque protestamos por todas las violencias, desde los indeseables piropos callejeros, la violación sexual y el feminicidio, peor aún las feministas somos unas dementes porque queremos que los gobiernos y sus aparatos de justicia sean eficientes y eficaces. Somos unas enajenada e imprudentes porque protestamos y gritamos hartísimas de tanta violencia institucional.
No hay duda. Las buenas personas y sus buenas conciencias siempre se toman la razón. En ellas hay cordura y poder. Las locas iracundas de la calle son argüenderas, provocadoras. Capaces de romper vidrios y lanzar diamantina rosita, catalogada ya como la más peligrosa de las bombas feministas, jamás utilizada.
Lo que sucede en la ciudad de México y que se hizo visible en sólo unas cuantas horas es el pan nuestro de cada día en el resto del país. Lo que hay en realidad es hartazgo frente a la terrible impunidad. Hay en la historia oculta de nuestro país una lista de agresiones hechas por cuerpos policíacos y de seguridad contra las mujeres en las sierras de Oaxaca, Chiapas y Guerrero o en las calles de BC, Aguascalientes, Edomex o Coahuila, por citar algunos de los vergonzosos casos. Al final del día, ninguna de esas mujeres ha tenido justicia real, gracias a la Falta de repuesta de las autoridades y algunos, solo unos cuántos, se litigan aún en tribunales internacionales.
De la protesta de este lunes me quedo con esa imagen viralizada del jefe policiaco Jesús Orta tras sentir en su cabeza y rostro un puño de diamantina. Enojo total. Y eso nos lleva a pensar en el rostro de una chica de 17 años agredida por policías en la capital mexicana. Y en la expresión de miles de familias cuando el feminicidio toca a sus hijas, hermanas, madres, abuelas…
La insensible respuesta de las autoridades que dirige la Sheinbaum es el rostro de otros 31 gobernantes del país y de 32 procuradores o fiscales, como Ernestina Godoy, que dice no criminalizar la protesta, pero advierte que no la va a tolerar. Se llama lenguaje verbal machista, lo que la lingüista feminista Mercedes Bengoechea llama “mensajes contradictorios”, condescendientes, pero cuando se expone el otro lado de la moneda entran en conflicto.
Y todavía este miércoles, sorprendió, a mí en particular, que destacadas feministas y funcionarios puedan destinar una mañana de trabajo para dar -como se dice en política- el espaldarazo a la jefa de gobierno y no para unirse a cientos de víctimas de la violencia patriarcal que se enfrentan a la simulación de las fiscalías y procuradurías que hacen como que trabajan abriendo carpetas de investigación que poquísimas veces llegan a ser vinculadas a proceso y por lo tanto no alcanzan un debido proceso y en consecuencia no existen sentencias. Se llama como lo sabemos bien en México, y en especial las mujeres, IMPUNIDAD. Igualito que en la ciudad de México. Sin duda hoy por hoy hacer política es hacer mítines y a Sheinbaum se le dan bien. Así las feministas de renombre y funcionarias de gran nivel, hicieron lo que Andrés Manuel López Obrador realizó recientemente, le levantaron simbólicamente la mano a la jefa de gobierno y sin decirlo, corearon ¡No estás sola, no estás sola! Solas las otras, las de la alteridad. Las que sin ser oídas siguen gritando ¡Justicia, justicia!
Sí, esas políticas están ausentes en la cotidianidad de obreras, campesinas, empresarias, profesionistas, artistas, deportistas, fotógrafas y periodistas, jefas de familia, estudiantes de todos los niveles y todas las mujeres en general que se la rifan sin nadie sosteniendo sus dichos como víctimas y menos las autoridades que contrario a toda política de igualdad siguen cuestionando su vida personal.
Hoy sabemos qué el color se pinta la injusticia cuando se lanza brillantina rosita en polvo, la indeleble marca de la ignominia burocrática.
Y si seguirán las marchas, los gritos de justicia, las demandas contra la ominosa impunidad, seguirán los espectaculares denunciando las complicidades, seguirán, las pintas y quizá uno que otro vidrio roto, seguirán rayando las hojas blancas de sus cuadernos bonitos del aparato gubernamental, seguirán eso que las autoridades llaman provocaciones. Frente a todo ello no se puede esperar nada, porque hasta hoy la impunidad, el cuestionamiento a las víctimas sigue, ¿sabrán qué significa eso en la vida de las personas afectadas?
Ellas, que dirigen las políticas públicas “de género” en México están para la foto, para el foro, para las reuniones, eso se les da bien.