Breves recetas de Economía. Andrés Manuel y la economía conductual
JAVIER LARA CABALLERO
A propósito de las polémicas declaraciones de nuestro presidente de la República, sobre el cuestionamiento de la economía como una ciencia social, quisiéramos compartirles las tendencias del análisis económico que están a la vanguardia en el mundo.
Durante muchos años, el análisis económico se basaba en argumentos estrictamente econométricos. Las predicciones a futuro del comportamiento de los entes económicos, suponían que los individuos nos comportaríamos siempre de una manera racional y predecible. Que absolutamente todos, tomaríamos siempre las mejores decisiones.
Esa racionalidad de todos los jugadores involucrados, generaría a la larga el perfecto equilibrio en donde teóricamente se empatarían la oferta y la demanda, es decir, un mundo feliz. Ese análisis, si acaso se matizaba con algunas variables como la mayor o menor participación de los gobiernos en la economía, por ejemplo, y ese fue uno de los principales argumentos para diferenciar a la izquierda de la derecha. Si se estaba de acuerdo en una mayor participación del Estado para compensar las distorsiones del mercado provocadas por los voraces dueños de los medios de producción, significaba que se era de izquierda. Por el contrario, si se criticaba la intervención del Estado y se promovía la libertad de los entes económicos para buscar un equilibrio natural, nos orillaba a la derecha.
Esa simplicidad se fue perdiendo poco a poco, y nos fuimos dando cuenta que la racionalidad de quienes compran y de quienes venden, no existe. ¿En cuántas ocasiones hemos comprado algo que no necesitamos? ¿Qué acaso no consumimos productos por su simple apariencia más allá de su calidad? ¿En verdad los individuos somos capaces de hacer un análisis de costo beneficio de cada una de nuestras compras? ¿Comprar es un remedio para curar la depresión?
Como podemos darnos cuenta, el factor que de alguna u otra manera faltaba por integrarse al análisis económico, es el de la conducta. El tema es tan relevante que los últimos Premios Nobel -que no son Nobel en realidad-, han sido otorgados por los avances en materia de desarrollo de la Economía Conductual.
Como su nombre lo indica, el término se refiere al estudio de los factores psicológicos, cognitivos, emocionales, culturales y sociales que influyen en las decisiones económicas de las personas y las instituciones; se trata de la forma en que la gente hace juicios y toma decisiones y la forma en que aplica los conocimientos con los que cuenta.
Nuestro presidente es un claro ejemplo de como influye la conducta en la toma de decisiones. La determinación de cerrar el aeropuerto de Texcoco, por ejemplo, se basó mucho más en factores emocionales que en un análisis económico de fondo. El combate a la corrupción, la cerrazón al avance de la mafia del poder, la eliminación de una obra FIFI y la idea de no convalidar la obra cumbre del sexenio anterior, se impuso a cualquier análisis científico de costo beneficio y de viabilidad de la obra.
Estoy seguro que coincidiremos con los últimos Premios Nobel, en el reconocimiento de la irracionalidad de nuestras emociones como las que inclinaron la balanza en la decisión presidencial. Justamente de eso se trata la economía conductual; de tratar de entender como las emociones guían nuestras decisiones, lo cual no significa que sean las correctas. Si bien es cierto que la toma de decisiones en el marco de nuestra idiosincrasia mexicana incluye a la intuición como factor esencial, no debe hacerse a un lado la opinión de los especialistas, aunque nos llamen simples economistas.