Un desalentador panorama político

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

Nuevamente agradezco a mi amiga Claudia Valdés Díaz por su apertura, y, después de unas necesarias vacaciones, retomo este espacio en el que, sin censura, la directora de Las Noticias ¡ya! me permite expresar ideas e inquietudes que, de acuerdo con la retroalimentación que he logrado con algunas de las personas que tienen la paciencia de leerme, son temas comunes que de alguna manera despiertan interés.

Debo decir que en estas semanas de pausa no han ocurrido sucesos verdaderamente significativos. Lo peor que ha sucedido ha sido la guerra declarada entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y la revista Proceso y su terrible y francamente ridículo festejo por un crecimiento económico de 0.1 por ciento que, según el mandatario, “es una prueba de que con la austeridad se avanza”[1].

Todo parece indicar que no hay muchos cambios en las forma y mucho menos en el fondo de la 4T, y continuamos (y peor aún, seguimos normalizando) una administración en la que el presidente está convencido de que todo va muy bien y que nada ni nadie puede frenar su trabajo que, siempre desde su punto de vista, es tan impecable que no importa si su secretario de Hacienda renuncia evidenciando públicamente errores garrafales, total, el mandatario  tiene quien sustituya a cualquier funcionario del nivel que sea, porque por desgracia nunca falta quien esté dispuesto hasta a vender la propia conciencia con tal de llegar a un puesto que le dé prestigio y sobre todo, poder.

Estamos viviendo lo mismo todos los días. Por eso ya ni la mañanera es una novedad, porque hemos caído en una especie de rutina política que al parecer estamos aprendiendo a recibir sin cuestionar. Es como si ya nos hubiéramos resignado a tener esto durante los próximos cinco años y cuatro meses. Entre acusaciones y descalificaciones hacia quienes no viven de acuerdo con lo que el de Macuspana piensa o decide, nos estamos acostumbrando a ponernos del lado fifí, del lado conservador o en el partido de los chairos, dependiendo de nuestras preferencias, ideas y razonamientos. Y sobre todo: nos estamos habituando a presenciar y hasta a ser parte de una polarización que no nos ha llevado a nada, porque hasta ahora, en ocho meses de “transformación” no hemos mejorado en nada y nuestras condiciones económicas, sociales y políticas son las mismas de aquellos días en que nos quejábamos de la incompetencia y el cinismo del infausto Enrique Peña Nieto, que eso sí, anda feliz paseando con su nueva novia, mostrándonos que si alguien ganó en los últimos seis años, fue él.

El caso es que quienes deberían ser oposición, en este caso quienes se supone que se dedican a la política y que podrían ser el contrapeso que estamos esperando, se están equivocando, y así tenemos casos patéticos que francamente no deberíamos siquiera tomar en cuenta, pero es necesario mencionarlos porque denotan un modo equivocado, por no decir anticuado de actuar.

Hace algunos meses, el gobernador de Zacatecas, Alejandro Tello Cristerna, en un ejercicio que no entendí bien si fue de honestidad o de autoflagelación, declaró su partido, el Revolucionario Institucional (PRI) “no habla, no critica ni señala, que no deja claro que hay un gobierno federal lleno de ocurrencias, sin brújula, que no sabe qué hacer, que promete mucho y no cumple nada”[2]. Hay que darle razón al mandatario zacatecano, porque describió sin errores el comportamiento de su partido, que quizá obedece al hecho de que los que quedan en él no tienen capacidad o carecen de interés para volver a los tiempos en que eran los mandamás.

A fin de cuentas, los dirigentes del PRI en todo el país se dedicaron durante muchos años a sacar ventaja de todo lo que tuvieron a su disposición, tal vez pensando que su dominio sería eterno y que los gobernados tendríamos una paciencia y una resistencia infinitas.

Hasta el año 2000, la ciudadanía creyó en las propuestas del partidazo y le entregó sexenio tras sexenio el poder político sin chistar. El pueblo (hoy reivindicado como bueno y sabio) durante décadas fue tan ingenuo que entregó su voto incondicional a cambio de limosnas y paternalismo. El problema está en que ahora, 19 años después, hay quienes todavía creen que el modelo funciona y le apuestan a la dádiva para conseguir el favor de las personas cuya capacidad minimizan.

Hay priístas a la antigua, que aplican viejas fórmulas y piensan que les van a funcionar, y mientras su partido duerme el sueño de los justos, o como ya bien dijo el gobernador zacatecano “promete mucho y no cumple nada”, a título personal realizan su propia campaña en busca de por lo menos conservar los beneficios del poder a los que están acostumbrados desde hace tantos años.

Así por ejemplo tenemos al todavía secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Estado de México, Erik Sevilla Montes de Oca, quien, sin tomar mucho en cuenta las órdenes del gobernador Alfredo del Mazo Maza, de plano se lanzó en una extraña campaña anticipada, porque resulta que quiere ser diputado federal y anda por ahí, aprovechando su posición en el gobierno mexiquense, usando todos los recursos públicos a su disposición, dándole al pueblo bueno y sabio las dádivas que piensa que le van a procurar la posición que anhela[3]. Al parecer lo hace en representación de su jefe, aunque de buena fuente se sabe que ni permiso ha pedido para andar quedando bien con la gente. El caso es que Sevilla Montes de Oca encabezó en los últimos días cinco entregas de todo tipo de beneficios sociales, y ha dejado para el mandatario mexiquense la entrega del llamado Salario Rosa, que entre paréntesis es lo único a lo que se dedica Del Mazo Maza.

Sevilla está entregando todo lo que se le ocurre: desde láminas de cartón hasta despensas, utensilios de trabajo y muchas otras cosas más, de esas que permiten ganar la simpatía y eventualmente el voto del pueblo bueno y sabio, que más bien tiene hambre y necesidades e ignora que aquello que recibe en realidad le pertenece porque sale del presupuesto público.

Y no es algo personal contra el hombre, es simplemente que funcionarios como él son ejemplo de lo peor que tiene el viejo PRI, que no escarmienta y mucho menos evoluciona. Es ese PRI ávido que, secuestrado por unos cuantos, llevó al país a niveles increíbles de desigualdad. Ni siquiera parece casual que detrás de Eric Sevilla esté, aparentemente, el hoy empresario vinícola César Camacho Quiroz para decirle lo que tiene que hacer con tal de cumplir sus anhelos más profundos.

El problema no es ambicionar el cargo. Es un legítimo derecho de los ciudadanos aspirar a representar al pueblo. El problema es correr con ventajas y hacer chapuzas para lograr tal objetivo.

El ejemplo del PRI en este caso permite ver cómo el panorama político es francamente desalentador. La situación que se vislumbra nos muestra que difícilmente seremos capaces de tener propuestas serias que, desde la próxima Legislatura Federal, puedan detener las ocurrencias del presidente. El tema es que el único contrapeso al que podríamos aspirar a mediano plazo se vislumbra como un nuevo circo en el que van a cambiar las caras, pero tendrá una utilidad nula si los militantes de los diversos partidos continúan jugando a buscar curules nada más para ganar bien y tener un cierto poder.

Es triste pensar que ni el PRI, ni el PAN ni el PRD son opciones para detener la carrera del Peje, que en cada decisión parece querer demostrar que se manda solo y que no tiene en el poder Legislativo el equilibrio que nos permita hablar de un sistema democrático y no del autoritarismo en el que estamos cayendo y que parece nadie quiere ver.

[1] Disponible en https://www.milenio.com/politica/amlo-celebra-crecimiento-pib-prueba-austeridad-avanza

[2] Disponible en https://www.elsoldemexico.com.mx/mexico/politica/el-pri-es-un-partido-mudo-alejandro-moreno-3958870.html

[3] Disponible en https://twitter.com/EdomexSocial/status/1156987533953249281?s=08

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