El duelo de egos entre López Obrador y Jorge Ramos

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

El pasado viernes 12 de abril, quienes seguimos habitualmente la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador, presenciamos una escena que sinceramente ya hacía falta. Como antecedente, diré que se trata de la segunda vez que un periodista se enfrenta al presidente, pues ya antes, el 26 de marzo, Pedro Ferriz Hijar, de EstrellaTV de Estados Unidos[1] le dijo al mandatario: “yo creo que debemos parar esta confrontación entre fifís y no fifís, señor presidente, y empecemos a buscar la forma de trabajar por un México mejor. […] La prensa no está aquí para estar de acuerdo con todo”.

La respuesta de López Obrador intentó ser conciliadora: “Jamás vamos a atentar contra la libertad de expresión […], no hay rencores, no hay odios, es el ejercicio de nuestro derecho de réplica”. Pero obviamente, para no desmentirse, al contestar, el de Macuspana no dejó pasar la oportunidad de colocarse muy por encima de sus antecesores: “antes como el gobernante no tenía autoridad moral, no tenía autoridad política, cualquier periodista lo ninguneaba y no podía responder porque le sacaban sus asuntitos. Yo tengo autoridad moral […]”.

Entonces, en esa primera intervención de un periodista que le pidió sencillamente dejar de clasificar a la prensa, el titular del Ejecutivo sencillamente aclaró lo que, desde su punto de vista, es una realidad: “Siempre ha existido una prensa conservadora. Yo no inventé lo de fifí, se usó para caracterizar a quienes se opusieron al presidente Madero […] ¿qué son al final los fifís? son fantoches, conservadores, sabelotodo, hipócritas, doble cara. Si es prensa fifí, si es conservadora, si hacen cuestionamientos sin ton ni son, tienen derecho, […] pero yo también tengo derecho de expresarme, de manifestarme […] pero fuera máscaras. No aparentes ser liberal independiente, cuando estás defendiendo a grupos de intereses creados […]”. Ni más ni menos. Ya hace unas semanas el gobernante había confirmado que entre el y la prensa que no le aplaude hay una confrontación que, dada su autoridad moral, él va a mantener porque, sencillamente, tiene con qué.

En pocas palabras, el presidente se defiende porque puede, dice, porque cuenta con calidad moral. Digamos que esa calidad moral que tanto pregona también tendría sus asegunes, porque sinceramente, y aunque el de Macuspana ha optado por la estrategia de negarlo todo siempre, aun ante las muestras más evidentes, muchos de sus detractores no olvidan, por ejemplo, los escándalos de su exsecretario particular, René Bejarano, o de la excandidata de Morena a la presidencia municipal de Las Choapas, Veracruz, Eva Cadena, ambos recibiendo dinero a su nombre. También están los casos de Gustavo Ponce, exsecretario de administración a las órdenes del Peje en el gobierno de la hoy Ciudad de México, quien se dedicaba a apostar en Las Vegas recursos que aparentemente no era suyos, sino del erario, y el de Carlos Imaz recibiendo dinero de Carlos Ahumada, y otros temas más que tienen que ver con corrupción de personas que en algún momento han estado muy cerca del hoy primer mandatario.

Digamos que él podrá presumir de ser impoluto, incluso a pesar de ciertas leyendas negras de un pasado remoto muy oscuro que prefiero no mencionar, pero siempre quedarán en el aire muchas preguntas acerca de sus allegados, cuya conducta tendría que conocer por ser sus colaboradores cercanos. Y digamos también, con toda claridad, que lo que hoy le da esa autoridad moral que presume tanto es principalmente la investidura, porque, por más que diga, no recuerdo que haya habido una sola persona que se haya atrevido a echarle en cara la corrupción, así, de frente, a ningún presidente en ejercicio de sus funciones. Y a quien lo hizo no le fue bien, como a la periodista Carmen Aristegui, que se atrevió a mostrar un caso concreto con pelos y señales, pero la silenciaron por un buen rato demostrando que callar a la prensa no es un asunto de autoridad moral, sino de poder.

El asunto es que, luego de la confrontación infructuosa con Ferriz Hijar, se dio un nuevo intento por decirle a AMLO que, a pesar de lo que dice y no obstante la ceguera de sus porristas, no vamos tan bien como él cuenta cada mañana. Debo admitir que el estilo de Jorge Ramos, de Univisión, es francamente cuestionable e incluso muy desagradable. La última de sus hazañas fue montar un sainete en Venezuela que muchas personas conocimos y otras tantas reprobamos[2], y, a decir verdad, fue el gobierno mexicano el que lo sacó del apuro, tan es así que al presentarse en la mañanera él mismo lo agradeció. Lo que tiene a favor el comunicador en cuestión es que, creyendo ser dueño de la verdad y haciendo gala de una libertad de expresión que considera infinita, como si fuera un super poder, se atreve a comportarse ante los mandatarios del mundo en una forma que no a todos les gusta, pero que, con todo y que también puede en ocasiones resultar tendenciosa, es la manera (aunque no el estilo) en que los periodistas deberían cuestionar a cualquier gobierno, porque de entrada, ese es su papel y porque, como ya lo he mencionado en este espacio, para eso son el “cuarto poder”.

El asunto es que, más que una entrevista, lo que ocurrió en el Palacio Nacional el viernes pasado, fue un abierto duelo de egos en el que ambas partes perdieron la cabeza. Me permitiré retomar algunos extractos de ese diálogo[3], porque en realidad, además de los muchos memes creados a partir del hecho, poco se ha analizado lo ocurrido.

“[…] a nivel de criminalidad las cosas no han cambiado en México, señor presidente, durante sus primeros tres meses asesinaron a 8524 mexicanos. Si continúan las cifras igual, el 2019 va a ser el año más sangriento y violento en la historia moderna de México […] La pregunta central es ¿qué hará para que no maten a tantos mexicanos todos los días?”, espetó Ramos, ante un López Obrador que lo miraba, francamente, con una cara de pocos amigos que no se necesita ser expertos en expresión corporal para interpretar lo que quería decir. Y bueno, el comunicador aprovechó para decir que veía “demasiados militares para una Guardia Civil”, tema que, entre paréntesis, también nos da mucha tela de dónde cortar.

Ramos tocó un punto muy sensible no solamente para López Obrador, sino para todo México. La criminalidad continúa, es verdad. Pero la respuesta a botepronto del presidente no tiene desperdicio: “[…] antes los presidentes no se levantaban temprano para atender el principal problema que es el de la inseguridad y de la violencia. Yo desde que tomé posesión todos los días de lunes a viernes tengo una reunión con el gabinete de seguridad, todos los días de seis de la mañana a siete de la mañana yo personalmente recibo el parte, el reporte de lo que sucede en todo el país, de los delitos que se cometen en todo el país”. Sí, sólo que con todo respeto hay que recordarle al presidente que no por mucho madrugar amanece más temprano, y que poner a trabajar a las personas a marchas forzadas, a largo plazo resulta contraproducente, eso, sin contar con el hecho de que, a pesar de las desmañanadas, las cifras referentes a la violencia no se han modificado. Capaz que es mejor que los funcionarios y el presidente duerman las horas que deben dormir, a ver si se les ocurren medidas más eficaces.

El presidente insistió en su práctica de todos los días: hacer alusión al pasado para decir que, hasta antes de él, todo estaba mal. Así, según él, hasta antes de su administración ni siquiera había una estadística confiable diaria de los delitos cometidos en el país, porque “los presidentes no se hacían cargo de este tema, delegaban […]”.

Y ante la insistencia de que, si las cifras continúan así será un año sangriento, el presidente López Obrador lanzó una frase que difícilmente se puede creer: “hemos controlado la situación, según nuestros datos”. Y ahí empieza la supuesta altanería del periodista, misma que hizo rasgarse las vestiduras al mismísimo cura Alejandro Solalinde[4], que con un twittazo dejó claro que quien cuestiona al presidente es lo más parecido a un hereje.

Ramos, con todo y su actitud un poco odiosa, no hizo más que expresar lo que muchos mexicanos que no nos hemos declarado fans del Peje pensamos: “los datos que tengo dicen otra cosa, no están controlando, al contrario: siguen muriendo muchos mexicanos”. Y de nuevo la respuesta fácil del mandatario: “si… este… nos dejaron un país con mucha violencia, porque había impunidad y mucha corrupción que ya no hay”. Una vez más el insolente que según los pejistas obedece a intereses oscuros, lo interrumpió con un severo: “impunidad sigue habiendo, los feminicidios, los asesinatos hacia periodistas son de su gobierno”.  Sin embargo, se topó de nuevo con una respuesta vaga: la promesa que tanto hemos escuchado durante los últimos meses: “vamos nosotros a resolver el problema”, acompañada con una reiterativa crítica a los gobiernos anteriores: “ya no se está siguiendo la misma estrategia, una estrategia equivocada desde hace más de 10 años, 12 años. Se pensaba enfrentar la violencia con la violencia […} no se crearon empleos, se alentó la migración, se abandonó a los jóvenes, imperó la corrupción. […] Ahora estamos atendiendo a la gente, a la gente humilde, a la gente pobre para que sobre todo los jóvenes no se vean obligados a tomar el camino de las conductas antisociales. Todo esto nos va a llevar algún tiempo, pero ya comenzó esta nueva política y esto tiene como complemento la perseverancia”.

De acuerdo. La inseguridad es consecuencia de muchos factores económicos y sociales, pero por favor, habría que hacer que el de Macuspana se aprendiera de memoria aquella canción que dice “ya lo pasado, pasado”, y no porque no deba interesarle, sino porque francamente, es tedioso, desesperante y, sobre todo, absurdo, que a cada pregunta sobre lo que hará responda con el resumen-condena de lo que los demás hicieron. Ya son cuatro meses que seguimos oyendo la misma letanía.

Y bueno, lo interesante es ver cómo, en la siguiente parte del diálogo Ramos-López, ambos personajes se enfrascan en una discusión que ha sido ampliamente difundida y, sin embargo, al parecer nadie ha reparado en el hecho de que los dos se equivocan, probablemente porque se trató más bien de un duelo mediático de egos en el que decidieron competir para demostrarle a la audiencia quién tenían la razón.

“Las cifras indican que sigue aumentando el número de asesinados: 8524”, dijo Ramos, a quien López Obrador respondió que él tiene otra información. “Son cifras de su propia Secretaría de Seguridad”, aclaró el periodista y entonces, el presidente lo invitó a revisar junto con él una gráfica del promedio diario de víctimas.

Así, Ramos indicó: 2875 murieron en enero; 2853 en febrero, en marzo 2796. Las cifras del presidente, expuestas en una gráfica son: 79 personas diarias fallecidas en diciembre, en enero 75 al día, en febrero, 83 y en marzo 77. Haciendo un poco de números, tenemos que en diciembre murieron 2449, en enero 2325, en febrero 2324 y en marzo, 2387. En total, según las cifras del propio Andrés Manuel, desde que empezó la administración a su cargo, han muerto 9485 personas, una cifra superior a la que Ramos había mostrado, porque el periodista no tomó en cuenta el mes de diciembre. Considerando sólo el dato de las víctimas de la violencia de enero a marzo, las cifras del presidente y de su Secretaría de Seguridad no coinciden, dado que, según el mandatario, en lo que va del año los muertos han sido 7036.

Evidentemente hay una diferencia de 1488 fallecimientos entre una estadística y otra. Pero ninguno de los dos se detuvo a reflexionar. Ni nosotros, porque nos perdimos en un circo que parecía no tener fin. Pero… pocos minutos después, Alfonso Durazo, quien es el mismísimo secretario de Seguridad Pública salió a confirmar las cifras ¡del periodista! “De acuerdo con Durazo Montaño, en diciembre del 2018 fueron asesinadas 2875 personas; en enero del 2019 fueron 2853 y en febrero de 2019 fueron privadas 2796, sumando 8524 víctimas de homicidio violento en los tres primeros meses del gobierno de AMLO”[5].

El problema no es la cifra, que en sí misma es grave, porque, de entrada, denota la violencia incontenible que hay en el país. El tema en realidad empeora dado que, por lo que vemos, ni siquiera al interior del gobierno Federal se están poniendo de acuerdo, y una de dos: o el presidente no sabe lo que va a decir y repite lo que le informan, o con tal de defenderse pide que le maquillen los números, pero no avisa a todos y por eso encontramos datos diferentes.

“[…} hemos mantenido los niveles qué existían anteriormente o se revirtió la tendencia que traíamos sobre el delito de homicidios”, dijo el presidente. “Yo no veo ninguna señal de que se ha revertido”, contestó el periodista, ambos enfrascados en un terrible toma y daca que honestamente nada tenía de productivo, porque mostraba a un gobernante empecinado en tener la razón y a un informador decidido a dejar en ridículo a su contraparte.

Total: al final el ejercicio de Ramos podría ser bueno, porque invita a más periodistas a cuestionar abiertamente a Andrés Manuel, aunque el riesgo que se corre es que cada día se reduzca más el acceso a la mañanera y solamente puedan hacerle preguntas aquellos que él considera sus aliados, o para llamarlos de otra forma: la prensa no.fifí.

Desde que comenzaron las mañaneras lo he venido diciendo en este espacio, en esencia no son una buena idea porque condicionan la agenda mediática a las elecciones personales que más convengan l presidente. El punto es que, dadas las reacciones a favor y en contra de Jorge Ramos, se puede observar, al menos en las redes sociales, que los periodistas somos cada vez menos simpáticos y que el presidente aprovecha esta situación para exhibir a la prensa y mostrarse como una persona abierta al diálogo con esta, aunque su expresión facial en realidad lo desmienta. Las mañaneras, insisto, son una forma de control disfrazada de apertura, y eso está resultando muy peligroso porque, de seguir así, veremos desaparecer paulatinamente a los medios de comunicación como generadores de opinión pública en este país, y no porque los periodistas dejen de hacer su trabajo, sino porque el pueblo bueno y sabio terminará por no hacer el menor caso a lo que ellos quieran, deseen o necesiten decir. Al tiempo.

[1] Disponible en http://diariotiempo.mx/nacional/amlo-se-niega-a-conciliar-e-insiste-que-existe-prensa-fifi-les-tilda-de-fantoches-e-hipocritas/

[2] Disponible en https://www.bbc.com/mundo/47370349

[3] Disponible en https://www.facebook.com/lopezobrador.org.mx/?epa=SEARCH_BOX

[4] Disponible en https://www.eluniversal.com.mx/nacion/sociedad/critica-solalinde-actitud-de-jorge-ramos-hacia-el-presidente-lopez-obrador

[5] Disponible en https://aristeguinoticias.com/1204/mexico/confirma-durazo-cifras-de-homicidio-doloso-presentadas-por-el-periodista-jorge-ramos/

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