La equivocada estrategia de López Obrador
MARIA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ
Esta semana es imposible evitar hablar del tema que en los últimos días ha puesto de cabeza, hasta ahora, a los estados de Tamaulipas, Jalisco, Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Estado de México, Puebla, Michoacán y Ciudad de México: el desabasto de gasolina.
La historia al parecer es ya conocida por la mayoría de las personas que han sido afectadas directamente o no desde el pasado cuatro de enero. La razón ha sido, de acuerdo con la versión oficial, un plan del gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador para combatir el robo de combustible, conocido coloquialmente como “huachicoleo”. La estrategia ha causado retrasos en la distribución, a causa del cierre de ductos y el uso de pipas para repartir el combustible[1].
El plan es francamente cuestionable. Es obvio que las autoridades no estaban en condiciones de notificar el momento en que cerrarían los ductos, porque evidenciarían su estrategia, pero su obligación era planificar con lujo de detalles cada una de las acciones, medir las posibles consecuencias de su decisión, prever dentro de lo razonable lo que podría ocurrir y con ello, evitar el caos que se ha estado evidenciando con el paso de los días y que, con todo respeto, deja ver lo peor de nuestra sociedad, y sobre todo, una vez más, confronta a los mexicanos que aparentemente deben forzosamente tomar partido y estar por completo a favor o tajantemente en contra de la decisión del presidente.
Es evidente que nadie en su sano juicio, a menos que tenga intereses económicos directos en el negocio, desea realmente que la extracción ilegal de combustible continúe. En realidad, eso debería estar fuera de cualquier cuestionamiento. Ninguna persona sensata podría expresar genuinamente que le parece siquiera aceptable que ciertos mafiosos personajes se dediquen a robar la gasolina para luego. El tema es que esos personajes son, hasta ahora, villanos imaginarios, sospechosos que no han sido acusados, gente que sabemos que existe, pero no tenemos idea de dónde está. Y todo porque hasta el momento, la Secretaria de Energía, Rocío Nahle, solamente ha hablado de que cinco personas encargadas del área de monitoreo de Petróleos Mexicanos (Pemex) fueron detenidas y denunciadas, porque al parecer, según información publicada en el portal Animal Político “permitían que durante horas se registrara una baja de presión en los ductos, sin detener el flujo de combustible, aunque hubiera la probabilidad de fuga o del llamado huachicoleo”. Los demás, los peces gordos, ni siquiera han sido mencionados, excepto uno, que, de acuerdo con información de Proceso[2], ya está siendo investigado. Se trata del general Eduardo León Trauwitz, quien fuera responsable de combatir el robo de combustible en la pasada administración y de acuerdo con la publicación, estaría muy ligado al expresidente Enrique Peña Nieto, de quien fuera escolta en los tiempos de gobernador.
El tema da para mucho y va para largo, como también va para largo la estrategia tan poco atinada del Gobierno Federal que hasta el momento tiene un saldo social muy alto y que es motivo de controversia, pero cuyas consecuencias son cada vez más evidentes.
Lo que está ocurriendo en diez estados de la República está poniendo en evidencia más de una carencia social que, de todo corazón, deseo que una vez pasada la emergencia sea posible atender.
La primera es probablemente la más grave. En el país carecemos de un sistema de transporte público ya no digamos de primer nivel, sino siquiera aceptable y decente. Es una obviedad que una gran parte de los ciudadanos conocemos, pero con la falta de gasolina para hacer posible la movilidad empleando los automóviles particulares, queda muy claro que bien podríamos prescindir de la gran cantidad de vehículos que circulan en el país, sobre todo en regiones como las zonas metropolitanas de la Ciudad de México y del Valle de Toluca, que tienen rachas infames de baja calidad del aire. Si sólo esos automovilistas confiaran en que con el transporte público pueden llegar a tiempo y, sobre todo, seguros a sus lugares de destino, probablemente prescindirían del uso de sus medios de transporte particulares.
El punto es que, en México, usar el auto no es solamente un absurdo sinónimo de estatus, sino en muchos casos, es una clara defensa ante la deficiencia del transporte que está en manos de concesionarios sin escrúpulos que, entre otras cosas, provocan que sus choferes pongan en riesgo la vida de los usuarios porque no son capaces de darles un salario digno que termine de una vez por todas con las carreras locas que han provocado más de un accidente. Esa misma voracidad de los transportistas les impide invertir en cámaras de seguridad o botones de pánico, y obviamente viajar en camiones o microbuses se vuelve una pesadilla de la cual es inútil dar detalles porque en algún momento la mayor parte de los ciudadanos la ha vivido. Y no pasemos por alto que, como dato curioso, por ejemplo en el Estado de México, los transportistas han sido tradicionalmente ni más ni menos que los principales promotores del voto a favor del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Otra de las carencias sociales que ha quedado de manifiesto en esta crisis es la poca cultura existente respecto al llamado teletrabajo, trabajo en casa o home office. Vivimos en una sociedad donde la mayoría de los patrones, sean del sector público o privado, exigen a toda costa la presencia de las personas en las oficinas, porque todo parece indicar que las Tecnologías de Información y Comunicación existentes, que están a disposición de cada vez más personas, sobre todo en las ciudades, no son un medio válido para trabajar. Lo que realmente importa para muchas empresas e instituciones públicas y privadas son las horas presenciales, aunque en realidad en muchas ocasiones los trabajadores pueden ser más productivos si entre otras cosas, por ejemplo, no tienen que recorrer largas distancias. Se trata de un asunto más bien cultural que aún tiene pros y contras[3], pero que podría ponerse en marcha en los sectores público y privado al menos una o dos veces por semana y quizá ayudaría a disminuir los índices de contaminación por el uso de vehículos particulares.
Una deficiencia más que ha quedado en evidencia es nuestra incapacidad de organización. Es extraño porque en realidad, en circunstancias más complejas, como los sismos de 2017 o algunos otros temas relacionados con desastres naturales, la reacción de la comunidad ha sido ejemplar. En esta situación, sin embargo, no se ve que, por ejemplo, los compañeros de oficina se pongan de acuerdo para compartir el automóvil. No hay muestras claras de solidaridad y más bien lo que se nota es una profunda preocupación por llenar el tanque y moverse, aunque en el auto vaya solamente una persona.
Eso, además de la tremenda necesidad que algunas personas han mostrado por acaparar la mayor cantidad posible de combustible y la inconsciencia de quienes lo venden en recipientes que no solamente no son adecuados, sino también peligrosos. Las filas de personas comprando gasolina en garrafas y las publicaciones en la red social Facebook ofreciendo el combustible, son una muestra de que, o hay personas muy necesitadas que son capaces de hacer fila durante horas con tal de ganarse unos pesos, o la avaricia no tiene límite.
En las redes sociales muchas personas han compartido fotografías y testimonios de que pasaron hasta 17 horas haciendo fila para llenar el tanque de su automóvil. Parece que quienes cerraron los ductos e hicieron que la distribución de la gasolina fuera tan lenta tienen muy poca conciencia de que el tiempo es lo único que los seres humanos no podemos recuperar. Esas horas robadas a los ciudadanos son, tal vez, lo verdaderamente imperdonable de tan lamentable situación.
Y así, llego al último problema que ha quedado evidenciado a partir de la falta de combustible en algunas regiones del país: parece que quien no está a favor de las acciones del Gobierno Federal, está contra él y si no es un delincuente, es por lo menos una persona que simpatiza con la corrupción. Eso, desde mi punto de vista, se llama chantaje.
Con todo respeto, en este delicado momento en que las estrategias aparentemente mal diseñadas de la autoridad están afectando a un número importante de personas, me parece una afrenta que los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador pretendan dar a todo México una lección inútil de moralismo que francamente no viene al caso, porque está fundamentada en un apoyo ciego a ciertas acciones que a todas luces se vislumbran como torpezas que están afectando a muchas personas.
No se trata solamente de pensar en los fifí que no caminan una cuadra y para todo emplean el auto. Aquí el tema tiene que ver directamente con la distribución de bienes y la prestación de servicios, con pérdidas económicas que, en la semana que concluyó, solamente en tres entidades, representaron un total de 1250 millones de pesos, según estimaciones de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex)[4].
Honestamente es vergonzoso el afán de confrontación de los simpatizantes del presidente, quienes como siempre, desde que ganaron, se erigen como los únicos poseedores de la verdad, del bien y de la justicia. De igual manera es digno de reproche que ahora sí López Obrador le dé la razón a un medio de comunicación que hasta hace poco calificaba sin empacho como “prensa fifí”[5]. Y es que justamente el periódico Reforma publicó los resultados de una encuesta en la que 73 por ciento de las personas apoyan a AMLO en sus medidas para acabar con el robo a Pemex. Lástima que esa encuesta fue aplicada a 400 adultos en siete entidades afectadas por el desabasto de gasolina[6], y que, con todo respeto, la muestra, por más representativa que los expertos digan que es, no refleja el descontento que se está generando, mismo que tiene su origen en una situación de la cual la mayoría de los mexicanos no tiene la culpa.
No parece que quienes estamos seriamente enojados seamos personas sin honor, corruptas y capaces de solapar conductas inadecuadas. Muchos de nosotros ni siquiera estábamos al tanto de lo que ocurría, aparentemente desde hace muchos años, respecto al robo de combustible. Sinceramente una gran cantidad de mexicanos ni siquiera sabíamos lo que quiere decir “huachicol”.
El presidente se limita a pedir apoyo. Desde su punto de vista, no hay pérdidas económicas, o al menos no las menciona. «Hay molestias y no deja de perderse tiempo, pero si me siguen apoyando y me tienen confianza, vamos a sentirnos todos satisfechos de haber acabado con el huachicol». Su discurso ha sido casi siempre en primera persona. Él requiere apoyo, a él le colmaron el plato, él se cansa (gansa). ¿En serio el presidente cuenta con el apoyo de asesores capaces que lo ayuden a sustentar sus decisiones? ¿Y los culpables de verdad, los auténticos delincuentes, dónde están? ¿Y los mexicanos de a pie, dónde quedamos?
Es importante no continuar propagando la idea de que todo lo que hace el gobierno de López Obrador es honesto, inteligente, adecuado, moral y que cuestionarlo es todo lo contrario. En todo caso, en este momento el mandatario debería reconocer que su estrategia fue definitivamente equivocada. A fin de cuentas, además de solicitarle que haga lo posible por normalizar el abasto de combustible, algunos mexicanos sólo le pedimos un poco de humildad, y a lo mejor, reconociendo más seguido sus errores, el presidente se haría y nos haría un favor.
[1] Disponible en https://www.animalpolitico.com/2019/01/causas-desabasto-gasolina-mexico-estados/
[2] Disponible en https://www.proceso.com.mx/567317/la-trama-de-poder-del-primer-general-caido-en-la-guerra-contra-el-huachicol
[3] Disponible en https://pulsoslp.com.mx/2017/04/15/el-lado-negro-del-home-office-aumenta-la-productividad-pero-puede-abrumar-a-los-trabajadores/
[4] Disponible en https://www.animalpolitico.com/2019/01/huachicoleo-consecuencias-economicas-desabasto-gasolina/
[5] Disponible en https://www.etcetera.com.mx/nacional/amlo-califica-reforma-como-prensa-fifi/
[6] Disponible en https://regeneracion.mx/73-apoyan-a-amlo-en-acabar-robo-a-pemex-dice-encuesta-reforma/