Violencia debilita a las mujeres

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

La información trascendente, sin duda alguna, es el recorte al presupuesto de programas y la eliminación de otros que están relacionados con la violencia de género contra las mujeres y programas significativos para alcanzar la igualdad, ambos proyectos que parecerían inalcanzables, aunque pese a todo pesimismo tendríamos que creer que algo se ha movido. Muchos de esos programas propuestos por el movimiento feminista tras años de lucha, que institucionalizados, siguen bajo la mirada y la concreción de la sociedad civil organizada.

Expertas en la materia han planteado que lo que se tiene que hacer es mejorar los programas y eso requiere necesariamente de más recursos, no cómo se ha propuesto ya en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2019 y que tendrá que estudiar, analizar y aprobar o rechazar el Congreso federal.

La visibilización de la violencia contra las mujeres en México nos plantea cifras escalofriantes y demoledoras que impactan directamente en la vida de las mujeres, de sus familias y de sus comunidades. Así lo vemos, así es. La violencia contra las mujeres tiene precios muy altos para la sociedad, que pierde en cada mujer violentada y, en el caso más extremo como lo es el feminicidio, la experiencia, productividad, ideas, conocimiento, avances… y esa es una realidad que ya lacera al país entero.

Marcela Lagarde y de los Ríos, antropóloga feminista cuya contribución en la materia ha dado lugar a pasos importantes en nuevos procesos legislativos, ha dicho con verdad que vivimos una era donde uno de los discursos más importantes para mantener expropiadas a las mujeres es la violencia.

Lo dijo en Oaxaca, durante la conferencia magistral durante la inauguración de la Cátedra Internacional que lleva su nombre, organizado por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca en coordinación con el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Unidad Pacífico Sur, donde sostuvo, entre otras muchas cosas, que la violencia patriarcal busca dañar, debilitar a las mujeres, de forma individual y colectiva, ponerlas en situación de fragilidad.

Reducir los presupuestos nos llevará a una fragilidad mayor. Es cierto, se necesita más para erradicar la violencia y se requiere re-direccionar las formas, porque coincidimos en que el objetivo es el mismo: vivir libres de violencia machista y lo que hasta ahora han otorgado los gobiernos para alcanzar ese objetivo, repartido en cientos de programas no ha sido suficiente, así lo demuestra la gravedad de los hechos cotidianos con violencias faminicidas de todos los tipos y en todos los ámbitos.

Y, por otro lado, queda claro que muchas mujeres a través de la concientización han logrado cambiar sus vidas, se deshacen de sus depredadores, pero a otras no les alcanza porque también es necesario, como dijo Lagarde, despatriarcalizar el sistema en el que vivimos, es muy profundo el sentido de lo que plantea, pero no puede considerarse como imposible, dice ella misma, no si consideramos que existen mecanismos para lograrlo y uno de ellos es lograr que las mujeres tomen consciencia de vivir libres de agresiones por su condición de mujeres y, por otro lado, indispensablemente es que haya instituciones que respondan a cabalidad. Porque sí con algo de dinero estamos como estamos, ya sabrán ustedes como podríamos estar sin esos programas que algo han hecho en la vida de muchas mujeres.

Por otro lado, esta determinación, ahora en manos de 500 diputados y diputadas federales, ha creado una oleada de manifestaciones a favor y en contra, porque es cierto, no todas han tenido en sus manos los programas y son unas las que se han “beneficiado de ellos”, en todo caso, como opinan algunas feministas habría que transparentar el uso de esos recursos, ponerlos en blanco y negro, y también sancionar a quienes no cumplieron los objetivos planteados. La sensación de los últimos dos días, por los dimes y diretes, es como bien dicen “nos echaron a pelear por unas cuantas migajas de dinero” que pulverizado no ha resuelto el problema y que visto desde la propuesta feminista tiene mucho mar de fondo, porque implica pensar y concebir una sociedad distinta, un reto del que parecen ajenos quienes deciden con presupuestos y políticas públicas rabonas ante la gravedad del problema.

No es entre las mujeres, a favor o en contra de los programa recortados, rebanados o desaparecidos, entre quienes se debe centrar la discusión por el presupuesto, sí hay que cuestionar la efectividad y muchas veces los “métodos cargados de estereotipos” que utilizan algunas instancias de las mujeres, práctica que es abominable y que se tiene que erradicar. En este momento el enemigo, si quiere llamarse de algún modo, está en otro lugar, se llama patriarcado. Es ese el que decide, a pesar de la paridad que está dando sus primeros pasos, el que determina la vida de la sociedad mexicana, de la mitad de la población, donde las cifras hablan de índices terribles de violencia de género en contra de ellas.

Ya veremos si esa mitad de diputadas federales, muchas de ellas –hay que decirlo lamentablemente sin la mínima idea de la importancia de incrementar los dineros para programa específicos para las mujeres, crear nuevas alternativas basadas en las experiencias acumuladas durante casi dos décadas de las instituciones de género-, pueden detener la propuesta de reducir los recursos públicos para prevenir (y erradicar) la violencia, para hacer que la justicia llegue a muchas mujeres. Veremos si pueden detener ese sunami en el que se ahogaría el sueño de un mundo diferente o al menos con una consciencia sobre la importancia de rechazar la violencia y que esa violencia es un delito.

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