Vacías y sin respuestas
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
Atender la violencia contra las mujeres debería ser una prioridad para los gobiernos y para la sociedad. Son los gobiernos los responsables de aplicar las políticas públicas necesarias, lo que no ha sucedido de una forma más o menos unificada entre los gobiernos federal- estatal y municipales.
En Oaxaca, por ejemplo, en diciembre de 2016 se creó la Secretaría de la Mujer Oaxaqueña, organismo que sustituyó al Instituto de la Mujer Oaxaqueña. A través de la Secretaría, y de otras instancias gubernamentales, el gobierno tendría que garantizar el respeto a los derechos humanos de las mujeres, lo que incluye, la violencia de género contra ellas. En este caso sus acciones tendrían que ser preventivas.
El problema fundamental, en Oaxaca, y quizá en otras latitudes del país, ha sido la falta de compromiso, información y conocimiento necesarios para hacerse cargo de una instancia tan importante como la que atendería los problemas de género de más de la mitad de la población, las mujeres de todas las edades.
Cierto, hay voces que piden calma. La semana pasada asumió el cargo la segunda titular de la SMO, Mariuma Munira Vadillo Bravo, quien podrá tener todas las ganas y disposición, pero siempre será necesario mucho más que buenas intenciones.
Vadillo Bravo ocupaba hasta la semana pasada el cargo de coordinadora de Atención Ciudadana y Vinculación Social, dependiente de la jefatura de la Gubernatura; hay quienes apuestan a su buena voluntad y disposición de escuchar, por eso la insistencia ¿será suficiente?
Un recuento breve de lo que ha sucedido nos dará la razón a quienes pensamos que no es suficiente.
Entender la desigualdad generada desde una construcción social, política, económica, histórica y todo lo que se acumule a lo largo de miles de años de patriarcado, y cómo esa desigualdad ha provocado la exclusión, discriminación y la permanente violación a los derechos humanos de las mujeres en todos los aspectos y a lo largo de toda nuestra vida, no es tarea fácil.
Menos todavía cuando esa discriminación, exclusión y permanente violación a los derechos humanos de las mujeres es tan cotidiana que ni cuenta nos damos; nos resulta imposible mirar el tamaño del fenómeno político, social, económico, histórico… cuando la receta del patriarcado dice lo contrario y ha normalizado la violencia de género.
Es más, ni siquiera podemos imaginar que detrás de cada logro de las mujeres, en los últimos cincuenta años, el lapso de los cambios más vertiginosos, están los esfuerzos de miles de mujeres que por cientos de años han planteado cómo el nacer hombres y el nacer mujeres nos hace desiguales, y que a muchas de esas mujeres ese simple planteamiento les ha costado el encarcelamiento, la difamación y claro, ser asesinadas.
Y en tanto quienes gobiernan –hombres todos-, en todos los niveles, no comprendan que la tarea en la definición de políticas públicas va más allá de pagos de cuotas, amiguismos, comadrazgos, tendremos los resultados que hoy tenemos: más de 90 asesinatos de mujeres en solo lo que va de este año, más de mil 500 denuncias por violencia familiar, aunado a las angustiantes cifras de abuso y violación sexual que en ese mismo lapso llegan a ser de casi 250.
Un dato: de acuerdo con las Estadísticas del Sistema Nacional de Seguridad Pública en México cada 40 minutos se denuncia un caso de violación en el primer semestre de 2017, en Oaxaca las cosas no son así. Las denuncias de acuerdo con las estadísticas de la Fiscalía Especializada en Delitos de Género contra la Mujer, entre diciembre y octubre habrían ocurrido 22.7 violaciones por mes. Muchas menos de las que se reportan en el país. Estamos entonces ante un delito que no se denuncia en Oaxaca.
Lo cierto es que, de manera lamentable, todas esas denuncias y cifras seguirán creciendo; aunado a la sistemática violencia obstétrica que ocurre en Oaxaca, a los despidos injustificados y que tienen que ver con su ser mujer, y una larga lista de negativas a los derechos humanos por parte de las instituciones, la comunidad y todos los ámbitos donde se encuentran las mujeres.
El origen, insisto, es nombrar a una parienta sin conocimiento de fondo sobre la desigualdad y sus consecuencias, como sucede en la ciudad de Oaxaca, o como en el caso de su antecesora, donde dispuso del Instituto Municipal de las Mujeres un político de “izquierda” en demanda de un pago político. Es decir, suman ya cuatro años de inexistentes políticas de igualdad para las mujeres.
En el contexto del gobierno estatal, Alejandro Murat Hinojosa ya perdió un año. Tiempo valioso, sin al menos una sola acción se hubiera emprendido a favor de las mujeres. Pero no, la gestión ha estado atropellada por inexperiencia y falta de conocimiento (porque, insisto, dirigir la SMO va más allá de buena disposición y hasta de la simpatía).
El gobierno estatal también ha sido rebasado por el contexto político postelectoral; recordemos –por ejemplo- el caso de la presidenta de San Pedro Atoyac, Irma Aguilar Raymundo, que se quedó esperando el anuncio de Murat de que iría a su pueblo para respaldar a la munícipe que era hostigada por el síndico con el fin de que renunciara al cargo para el que había sido electa. Y este caso es apenas un botón de muestra de los muchos en los que el gobernador pudo intervenir y no lo hizo.
Ahora podrán aducir, que tanta violencia que también es responsabilidad de los terremotos.