San Judas Tadeo, los espera en su capilla del Chique

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Judas Tadeo fue, según diversos textos del Nuevo Testamento, uno de los discípulos de Jesús de Nazaret. Se le menciona en los Evangelios como «hermano de Jesús». También se lo llama simplemente «Tadeo», o «Judas de Santiago», En todos los casos, parece existir la tendencia de acompañar el nombre de «Judas» con alguna especificación, quizá por la preocupación de los escritores de aquellos textos por diferenciar a Judas Tadeo de Judas Iscariote, el apóstol a quien se atribuye haber traicionado a Jesús.

El nombre «Judas» es una palabra hebrea que significa “alabanzas sean dadas a Dios” Por su parte, «Tadeo», es un nombre que proviene del arameo y significa “el valiente hombre de pecho robusto”. Tal es pues, el santo al que veneran millones de mexicanos cada día 28 de mes y en particular, el 28 de octubre de cada año.

Junto con Simón el Cananeo, Judas Tadeo era uno de los apóstoles considerados como más judaizantes dentro del grupo de «los Doce». Según el evangelio de Juan, fue testigo privilegiado de la Última Cena, durante la cual tuvo una participación. Las pinturas lo representan con un mazo, herramienta con la que -según la tradición católica- sufrió martirio. Los persas lo pintaron con un sable, pues ellos afirmaban que con esa arma fue decapitado.  Es más común verlo en los altares portando en su pecho un medallón con la imagen de Jesús, en recuerdo de la leyenda según la cual este apóstol llevó un medallón así hasta la corte del rey Abgar V de Edesa–en El Líbano-, para sanarle. Las imágenes más clásicas de San Judas Tadeo lo muestran con una llama de fuego sobre su cabeza, significando su presencia en Pentecostés. Hoy en día, la tradición católica lo venera como el santo de las causas difíciles y desesperadas.

Una escultura del siglo XVIII de San Judas Tadeo fue encontrada en El Chique. Según expertos está elaborada de bagazo de caña y los ojos son de marfil probablemente. Correspondió a la capilla que hoy prácticamente está inundada por el agua de la presa y que era parte de la hacienda de Santiago, que fue de gran esplendor en su momento y de alta influencia en todo el Cañón de Juchipila.  La tradición oral señala que tenía plaza de toros, zoológico y una extensión considerable.  Hoy es visible sólo un gran troje y el casco de la hacienda se convierte en isla –como el Monte San Michel en Francia- con la crecida del agua. Existen muchas leyendas al respecto sobre la riqueza del lugar, la familia que en ella vivía y su gran influencia en la región.

La escultura a que hacemos referencia es bella, fina en sus facciones.  El rostro tiene una configuración única. Sus manos y pies están bien diseñados y desde luego, tiene los materiales que se usaban en la época, a través de la caña de azúcar, el alcohol y el piloncillo. Es, sin duda, una figura de la región.

El origen de este San Judas Tadeo se remonta a quien fuera propietario de la hacienda y que custodió la figura a lo largo de toda su vida. Me reuní con él cuando quería vender la hacienda hace ya varias décadas.  Al ver mi reloj de pulsera –de regular calidad- me pidió que se lo regalara.  Se lo di con gusto.  Él sacó de entre sus propiedades una caja que me dio con gratitud.  La conservé muchos años en la Ciudad de México, un día la abrí y era esta figura.  Me pareció que San Judas Tadeo debe regresar a su lugar de origen con su bello rostro orientado a la presa.

Desde el 28 de octubre del 2015, cuando se le festeja tradicionalmente, tenemos lista una capilla para darle un albergue temporal, a fin de que pueda recibir a quienes lo visitan, mientras construimos un recinto más propio, en la parte más alta de nuestras tierras. Platicamos con el cura para obtener su opinión o su consentimiento y lo vio con buenos ojos.

Consideramos un privilegio albergar en El Chique tan bella imagen de una gran figura de la iglesia católica, que terminará por darle identidad a toda la zona del Cañón de Juchipila.

Todo en honor de un santo al que se le reza en la soledad de los altares, cuando el camino se ha tornado sin salida, con coplas que llegan al alma: “¡Santo Apóstol San Judas, fiel siervo y amigo de Jesús!, la Iglesia te honra e invoca universalmente, como el patrón de los casos difíciles y desesperados. Ruega por mí, estoy solo y sin ayuda. Te imploro hagas uso del privilegio especial que se te ha concedido, de socorrer pronto y visiblemente cuando casi se ha perdido toda esperanza. Ven en mi ayuda en esta gran penuria, para que pueda recibir consuelo y socorro del cielo en todas mis necesidades, tribulaciones y sufrimientos…”  Una combinación de fiestas que envuelven dolores profundos de seres atribulados por congojas sin fin.  Así es México.  Así es Zacatecas.  Así es la presa de El Chique, un pedacito de nuestra tierra, que va rescatando su historia poco a poco, de forma tan inesperada como bella, con esta imagen vieja y sublime, que ha vuelto al lugar donde tanto se la quiso y se le veneró.

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