2 de octubre en Zacatecas

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

En ese año era yo dirigente -representando a Zacatecas- de la Organización Nacional de Estudiantes de Ingeniería, ONEI, la agrupación más importante del país en su género, con principios muy bien definidos y a una distancia prudente del gobierno para no ser cooptados. Otras organizaciones, de Derecho o Filosofía… tenían una estructura poco pragmática y generalmente se convertían en órganos juveniles del Estado o de la Federación. En aquel tiempo era presidente de México el orangután Gustavo Díaz Ordaz.

Teníamos reuniones frecuentes, había siempre conferencias de los ingenieros más relevantes del país, como Javier Barros Sierra, honorable rector de la UNAM. Se buscaban alternativas de becas para posgrado y estábamos articulados a una Federación Internacional de Estudiantes de Ingeniería, también con gran dinamismo. Pocas grillas y mucha actividad académica y profesional.

Había yo conseguido un puesto de dibujante en la Agencia de Agricultura Federal. Al salir a la 1 de la tarde de la Escuela de Ingeniería López Velarde, después de haber entrado a las 7 de la mañana y con 20 minutos de intermedio para desayunar -tenía que regresar a la avenida Morelos por los sagrados alimentos, como si fuera fast food: mi madre tenía preparado el licuado de todas las frutas con que contaba, y unos ricos tacos dorados de sesos, de pollo o de las sobras de sopa o de frijoles que cocinaba para la familia-.

Trabajaba en un restirador con un banco incómodo de madera fuerte. El papel de albanene cubría esa mesa de ingenieros y con tinta china dibujábamos los proyectos que eran muy sensibles a resbalar con la tinta y muy complicados para borrar.  Las antiguas navajas de rasurar Gillette eran suficientes para eliminar los errores en ese papel raspándole, pero sin llegar a romper para no perder lo avanzado. ¡No sé cómo no terminé jorobado!

Venían agrónomos, porque no eran ingenieros, sólo terminaban la secundaria y se iban a Chapingo, la madre de todas las escuelas, o a la de Chihuahua de los hermanos Escobar. En una de esas visitas llegó a mi espacio de trabajo un ingeniero Monroy que venía de Chapingo como Extensionista Agrícola a capacitar al personal en la SAG. Se dirigió a mí muy amable a platicar y a pedirme que le ayudara en algunos trabajos de dibujo. Otro que pedía mis servicios con frecuencia era Luís Contreras Serrano, que después fue director de la oficina y me corrió sin razón alguna…. Pero Dios lo castigó: cuando quiso ser candidato a Gobernador por el Frente Democrático Nacional, le gané la contienda 80 a 20. Desde luego que su odio hacia mi creció, pero yo era un joven opositor y Don Luís, hasta la fecha sigue cobrando dinero del gobierno

El ingeniero Monroy llegó un día de uno de sus viajes a México, se abrió la camisa y traía una revista ¿Por qué? De Mario Menéndez Rodríguez, que se convirtió en la bitácora del movimiento de 1968. Con cuidado me pidió que la llevara a mi casa, la viera y que platicáramos al día siguiente. Usé el mismo mecanismo, metiéndola al estómago y cerrando los botones de la camisa. Dedicaba mucho tiempo a catequizarme, siempre con cuidado de que nadie escuchara las pláticas. Como yo recibía bastantes peticiones de trabajo de los agrónomos, no había ninguna sospecha.  Y trabajaba de la 1 de la tarde a las 6 o 7 de la noche, a veces toda la noche, porque siempre los trabajos eran urgentes.

Seguí siendo informado y logré tener un buen número de ejemplares de la revista, que guardaba como un tesoro en mi casa, hasta que mi hermano menor las prestó y desde luego, nunca regresaron.

Un día, próximo al 2 de octubre, el ingeniero Monroy me pidió que atendiera a unos jóvenes que venían del Comité Nacional de Huelga y que con mis relaciones los articulara para movilizar Zacatecas.

Rodríguez Elías era el gobernador: Simpático, bailador y duro, pero dialogaba con quien lo buscara. Nos había advertido que el movimiento estudiantil era “un movimiento contra México por lo que Zacatecas no debía articularse”. Cité a los jóvenes del Comité de Huelga en la cafetería la Acrópolis que estaba en los bajos del hotel Avenida, y me hice acompañar por Javier Aguiñaga. Desde luego no teníamos para un café. Nos vimos en la puerta. Habíamos citado al entonces presidente de la FEUZ (Federación Estudiantil de Universitarios Zacatecanos) órgano que se había distinguido por las luchas universitarias a favor de la economía y por su absoluta independencia del gobierno.

En una ocasión, el gobernador llegó a una asamblea en el auditorio Cervantes Saavedra a la toma de protesta de un líder de la Federación. Un alumno de Ingeniería lo interpeló: ¿Qué hacía él en un acto de jóvenes y de una universidad autónoma? Explicó que había sido invitado, dejó el micrófono y se salió antes de que el evento iniciara.

El presidente de la Federación de Estudiantes había llegado con dos chalanes y los hospedaron en un hotel de la avenida Hidalgo. Confiado en que ya había el enlace del organismo nacional con la FEUZ, nos fuimos a descansar. En dos días me buscó el ingeniero Monroy preguntando lo que había pasado. Me informó que los jóvenes estaban desaparecidos o en alguna cárcel. Unas semanas después el ingeniero Monroy también desapareció. Nunca volvió a Zacatecas y así, el Movimiento del 68 en nuestro Estado no se vio, no se escuchó y tampoco se olió, pero nuestra lucha se transformó en un Movimiento Universitario donde logramos derrotar al gobierno con sus candidatos y tener la Presidencia de la FEUZ, mostrando que la Universidad era autónoma jurídicamente y también en los hechos.

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