Los dedos de una mano nunca son iguales (Parte I)
DANIEL ENRÍQUEZ ROBLES
«Ningún dedo la mano se parece, incluso en la izquierda;
separados se fracturan, juntos son demoledores».
D.E.R.
El primer recuerdo
A Ricardo Monreal Ávila lo conocí por mi papá, allá por 1998; yo tenía cerca de 12 años. Mi padre fue uno de los muchos zacatecanos que apoyaron a Ricardo Monreal para que el PRD ganara la gubernatura en Zacatecas. Aquella noche del 5 de julio del año mencionado, el sector popular sepultó al PRI. Mi papá me cuenta que junto con otros señores que eran sus amigos, presenciaron aquella noche triste para el tricolor en el Estado; me dice: “apagaron las luces del Centro Histórico, las personas llevaban veladoras y hasta un ataúd paseó entre el mar de gente, había una pesadumbre ficticia, que más bien era sarcasmo puro”. El joven Gobernador rugió un emotivo discurso que alimentó el sentimiento de alegría social.
A Andrés Manuel López Obrador lo conocí en los pasillos de la UAZ… allá por el 2005; yo tenía cerca de 19 años. Acompañé a un amigo a buscar a una persona a las nuevas instalaciones de la universidad, cuando un grupo de maestros nos dieron un folleto con el monito del “Peje”, aquel que se popularizó en la campaña contra el desafuero imputado en su contra por Vicente Fox. Yo no estaba muy enterado de aquellos asuntos, pero se sentía el fervor académico en favor de AMLO, del que fácilmente se podía deducir que se le atacaba por alguna buena razón. En 2006 sería la primera vez que efectuaba mi voto ciudadano, por lo que responsablemente quise hacerlo de manera objetiva; me documenté sobre el político tabasqueño, compré una película pirata en los puestos ambulantes que se ponían frente a la tienda Milano, cerca del Arroyo de la Plata (¿los recuerdan?). Debo mencionar que era “estudihambre” y no había tantas opciones para conseguir contenido como las hay ahora, por lo que encontrar un documental sobre un candidato de izquierda entre aquellos puestos repletos de cine mexicano y gringo, fue una de esas sorpresas que nos tiene la vida a los que nos gusta sorprendernos con hallazgos inesperados. Voté por AMLO y nos robaron la presidencia nacional.
Recuerdo que en aquellos tiempos había un profesor en la carrera a quien le pregunté:
DER: “¿Y usted por quién votó?”.
Profesor: “¡El voto es libre y secreto!”.
DER: “Pero… ¡qué tiene que me diga, ya hay un ganador, ya no importa! Bueno, tienen tomado el Paseo de la Reforma, quieren contar voto por voto, casilla por casilla, pero ya no importa. Yo voté por Obrador, no pasa nada con decirlo”.
Evadiéndome, mi profesor de apellido Ramos me dijo:
Profesor: “¡Uh, pues otro que echa a perder su voto! … No se crea, lo bueno es que fue a votar, porque los que no van, esos están peor”.
El caso es que mi maestro nunca me dijo su corriente política, pero seguro que no había sido la misma que la mía, sin embargo, así debe ser la democracia, la que se fortalece con la pluralidad del pensamiento.
Todas las opiniones cuentan, sobre todo aquellas que no transgreden las libertades de otros. Aunque muchos se mofen por el distanciamiento entre dos compañeros políticos, ambos personajes han compartido un plan de intervención política por cerca de 20 años, pero, aunque han enfrentado batallas juntos, cada uno tiene aspiraciones personales, metas que no son exclusivas de ellos mismos, sino que se emparentan con la lucha nacional de transformar la realidad mexicana.
Obrador pretende cambiar la realidad del país, Monreal la de la Ciudad de México.
Los dedos de una mano nunca son iguales, pero esa mano debe estar unida y cohesionada para dar el golpe certero en la contienda de 2018. Sólo así se podrá lograr el cambio de régimen. La política demanda responsabilidad en los ciudadanos, pero también entre los dirigentes; perredistas, petistas, morenistas, aliados y ciudadanía exigimos un final digno para este capítulo del ámbito político nacional.
DER
@Velvetfusca