López Obrador al PT
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Habían pasado algunos meses después de la contienda electoral de 1988 donde Cuauhtémoc Cárdenas derrotara a Carlos Salinas de Gortari, a Manuel J. Clouthier y a la misma Rosario Ibarra en un proceso que marcó el parte aguas del fraude electoral en el país. El trabajo de Cuauhtémoc continuó con movilizaciones nacionales y dio una alternativa prudente al electorado mexicano creando un nuevo partido: el de la Revolución Democrática.
En su primer Consejo, cuando se vaticinaba que Cárdenas sería el primer presidente del PRD, él propuso para dirigirlo a un tabasqueño desconocido en aquel tiempo: Andrés Manuel López Obrador. Este a su vez, declinó y Cuauhtémoc fue el presidente. La estrategia fue posicionar al ex priísta del sureste en los medios y entre las incipientes tribus partidarias que empezaban a configurar el partido del Sol Azteca.
Posteriormente el ingeniero Cárdenas apoyó sus movilizaciones, las marchas de Tabasco al Distrito Federal, hasta hacerlo presidente de este joven partido. Su secretario general fue Jesús Ortega Martínez, su brazo derecho y operador de la burocracia partidista de la época. En 1997 Cuauhtémoc resultó electo jefe de gobierno de la Ciudad de México, arribando a ese puesto con una votación de 2 a 1 contra Alfredo del Mazo del Grupo Atlacomulco, y 3 a 1 contra el PAN de Castillo Peraza sin perder un solo distrito. Emergió el primer gobierno democrático de la capital del país.
Ya instalado el gobierno y, habiendo definido el ingeniero Cárdenas competir por la Presidencia de la República en el año 2000, el interinato del cargo fue tomado por Rosario Robles con un gran encanto entre la ciudadanía, dejando absolutamente bien posicionado a este gobierno, donde luego fue candidato con calzador Andrés Manuel, por no reunir las condiciones de elegibilidad para la ciudad. Sin embargo, las movilizaciones y los acuerdos políticos todo lo pueden. Andrés fue el candidato contra Creel del PAN, a quien logró vencer por un pequeño margen de votos. Fue necesario que el entonces joven, Marcelo Ebrard y el experimentado Alejandro Ordorica, se fusionaran a fin de alcanzar el apretado triunfo.
Se da un gobierno democrático – popular que logra posicionar al perredista ante la nación entera como candidato a Presidente de la República. Las relaciones entre padre político e hijo se enfrían, y el lopezobradorismo empieza a agredir a su creador.
Esta vez Andrés Manuel solicitó un permiso a su partido para ausentarse de él, como si este fuera una oficina burocrática o se tratara de una incapacidad por maternidad. Sus intereses habían cambiado de lugar: ahora buscaba hacer libremente política en el Partido del Trabajo, donde desde hacía algunos años había estado participando. Hay que recordar que el Partido del Trabajo fue auspiciado por Carlos Salinas de Gortari y su familia, precisamente para debilitar el impacto político del ingeniero Cárdenas.
No es un éxodo de un mal lugar a uno peor. Si bien el partido del Sol Azteca se ha comido su discurso del nepotismo, de la corrupción, de la ausencia de elecciones y demás, el sitio donde habitaría por un tiempo Andrés Manuel es un organismo que sólo había tenido un dirigente desde su fundación y que ha padecido de una corrupción absoluta e invariable desde su nacimiento.
Desde luego en aquel febrero de 2011 resultó lamentable la salida de López Obrador. Los militantes del Sol Azteca hicieron todo para desencantarlo. Pero tampoco es posible que un dirigente imponga los caprichos a la mayoría, las técnicas como las encuestas hechas a destajo y el centralismo democrático como argumento para pasar sobre la militancia.
La salida de López Obrador del PRD para entrar al PR fue un duro revés para la izquierda, que duda cabe, pero López Obrador estaba fuera desde hace algunos años. No lo entienden quienes no saben leer, o los que piensan que los partidos nacieron solamente para luchar por la morralla: las plurinominales o las regidurías de partido.
Para AMLO, todo es un trampolín: el lugar donde lo pongan es el lugar perfecto para echarse un brinco hacia donde más convenga a sus muy personales intereses. Desde el PT brincó a Morena: creó un nuevo partido político que terminó prácticamente con la vida del PT. El registro del Partido del Trabajo tuvo que ser salvado, no con votos sino en tribunales. La izquierda se pulverizó y la verdadera divisa de López Obrador: “Divide y vencerás” hoy se parece tanto a la del PRI.
Sólo busca recursos financieros que lo mantengan como el sempi eterno candidato a la Presidencia de la República sin el mínimo interés de ganar. Donde está, está bien. Así piensa él, así hizo su vida y así deshizo la vida de sus miles de militantes, que siguen esperando la justicia, la transparencia en el gobierno y la democracia como forma de vida. Con AMLO como líder, se quedarán esperando.