Espionaje pone en riesgo todas las libertades
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
Disculpe las molestias que esto les pueda causar, pero sí, siguen matando mujeres y no hay ninguna política efectiva y clara para detener el feminicidio y en general la violencia feminicida.
Dos mujeres son atacadas a martillazos dentro de su vivienda tras un asalto en la población istmeña de Ixtepec, Oaxaca; una mujer es asesinada (a mi juicio sobra decir que de manera violenta) en el interior de un centro comercial de Mérida, Yucatán, y un niño de 11 años asesina a su novia de 12 años en el municipio de El Nayar, en la población serrana de Nayarit. Y así por los días y las horas, el feminicidio camina a pasos agigantados en todo el territorio nacional.
Ya se ha dicho incansablemente, el feminicidio es una EMERGENCIA NACIONAL, cosa que poco importa, está claro, frente a las descomunales noticias que arroja la violencia generalizada en este país, como el dato que señala que mayo pasado fue el mes más violento de los últimos 20 años, con más de dos mil asesinatos dolosos y mil más de tipo culposo cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Sin duda la violencia que mata a diestra y siniestra en las calles del país, como resultado de los enfrentamientos entre los grupos delincuenciales y las corporaciones policiacas y militares mexicanas tocan a las mujeres. Para muchas autoridades ellas son víctimas circunstanciales y por tanto quedan fuera del tipo penal del feminicidio, de acuerdo también a las diversas tipificaciones que hay en el país.
Sin embargo, bueno sería no perder de vista que también son resultado de la violencia de género, si consideramos que una buena parte de esos asesinatos de la guerra entre los buenos y los malos que se protagoniza en México, son resultado de venganzas y eso nos lleva al principio de todo principio, los cuerpos de las mujeres como parte del botín de guerra, dicho como se ha expresado desde el feminismo son víctimas de la violencia, dentro y fuera de sus casas, por el hecho de ser mujeres.
Fuera sí, quedarán aquellos casos donde efectivamente, ellas están en el lugar equivocado y en el momento equivocado, como es el fuego cruzado. Pero todo ello debe ser resuelto a partir de una sola cosa: la investigación científica que hará una parte de la policía. La policía en la que pocas personas creen en este país. Aunado al índice de impunidad. Por ejemplo, en las tres entidades donde se registraron asesinatos de mujeres la semana que pasó: Oaxaca, Mérida y Nayarit, el índice de impunidad revela que tanto Oaxaca –convulsa-, como la apacible Mérida, están ubicadas entre las 13 entidades con altos índices de impunidad, Nayarit en cambio pertenece al reducido grupo donde el grado de impunidad es bajo, esto de acuerdo con el Índice Global de Impunidad México IGI-MEX 2016, elaborado por el Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia y la Universidad de las Américas Puebla, que ya hemos citado antes.
La impunidad es un reflejo de este país enfermo desde sus instituciones y donde ser mujer implica vivir en riesgo permanente derivado de más o menos lo mismo: la veneración al machismo que pone a las mujeres en condición vulnerable.
Y digo, insisto, nada o casi nada se hace desde las instituciones de gobierno para contrarrestar la violencia contra las mujeres. Se concretan en organizar cursos, pláticas y conferencias y hasta carreras atléticas, que luego no tienen seguimiento alguno y peor aún muchas veces vacíos de contenidos.
Nadie detiene el instrumento patriarcal más poderoso: los medios de comunicación, que por supuesto incluye a las redes sociales, que siguen haciendo apologías de la violencia de género a través de los melodramas, las canciones y también mediante la invisibilidad de las mujeres en las noticias. Todo eso es violencia. Bastaría con poner atención a las letras de las canciones, algo que se ha repetido mucho desde el feminismo, y que lo sabe la Secretaría de Gobernación pero que no hace nada. Y por favor, no confundir a las audiencias que solicitar modificaciones a esas programaciones es atentar contra la libertad de expresión, eso es otra cosa.
Aquí estamos hablando de cómo la violencia se normaliza a través de las programaciones de prensa, radio y televisión, y reitero de los mensajes vía redes sociales, hasta el punto de convertirse en verdaderas escuelas de la violencia, con narraciones cargadas de sexismo y violencia que hacen natural y cotidiana la violencia de género, estereotipando y culpabilizando a las mujeres de los crímenes que se cometen contra ellas.
Ya es tiempo de romper con esa cadena de impunidad, hoy poderosa e intocada, y en el peor de los casos a la mano de todas las personas como únicos medios informativos y de entretenimiento. Sí, el movimiento feminista ha corrido esa cortina, pero toca a los gobiernos actuar.
Espionaje. He leído con cuidado muchas de las opiniones que han surgido a raíz del reporte publicado en The New York Times, y que revela el cinismo de un gobierno siniestro, como dijo Carmen Aristegui, capaz de orejear la vida personal de periodistas y también de sus familias, aun cuando sean menores de edad, como sucede con la periodista con mayor audiencia en México: Aristegui.
La conclusión a la que llego es que en México hay quienes ya ven la costumbre de espiar, que ejerce el gobierno, como algo que “siempre pasa” y, por tanto, es como si nada estuviera ocurriendo y los que, por fortuna, no dejan de indignarse. Yo soy de las que se indignan, porque la violencia contra las y los periodistas mexicanos está en el nivel más alto desde hace varias décadas: asesinatos, persecución, destierros obligados, acoso, amenazas, censura, cierre de espacios o como en el caso del fotoperiodista Manuel Nacxit López acusado de un delito que no cometió y detenido por más 24 horas, luego de documentar actos de prepotencia de la ex colaboradora de Alejandro Murat, Cristina Delgado Díaz.
Estamos en un franco retroceso al derecho a informar y navegamos en un clima de gobernantes municipales, estatales y federales francamente autoritarios, que ponen en peligro todas las otras libertades. Así que no podemos hacer cómo si nada pasara, porque sí pasa y mucho más de lo que creemos.